A la historia

A la historia

sábado, 25 de julio de 2015

LOS GRANDES ENEMIGOS DE SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. Para ser fieles a la realidad histórica y sin tapaderas de ninguna clase, la verdad es que Bolívar tuvo muchos enemigos y con el transcurso de los años fueron más, pues por encima de que “el poder desgasta”, el carácter de este caraqueño y algunas resoluciones que tuvo rayanas en violencia, como el desarrollo superior del ego en estos personajes que hoy consideran paranoicos, no tiene fronteras, desde luego por la intereses creados de cada uno, de donde pasado el tiempo todos esos factores se unieron al extremo que Bolívar no fuere amado por muchos, entre los diversos estratos que le tratan, al extremo de esa fuerza corriente en este sentido que ya en los últimos tiempos de su existencia la soterrada enemistad se mostró presente de tal forma que casi en cadena sucedieron una serie de atentados contra su vida, dejando mal parados estos sentimientos iniciales de apoyo para transformarse a poco en rebeldía y adversidad, por lo que en varias conjuras planificadas, sostenidas y puestas a cabo, o no, se atenta contra su vida, deseándole la muerte.

Lo primero que vamos a recordar sobre este tema es que en el blog no ha mucho tiempo  impreso (15-12-2011) hay un trabajo en el que tratamos sobre los 20 atentados mortales que le hicieran para sacarlo fuera de la escena, en diversos grados de ejecución y que como hombre de suerte en tal sentido, no pudieron llegar a su fin, En dicho estudio analítico de una manera simple pero explícita saqué a colación la presencia de personas que lo adversaran en sus intenciones, en una y cualquier otra oportunidad, como Antonio Nicolás Briceño, los conspiradores en Lima, de 1826, entre otros Mariano Pascual Necochea, el vicealmirante Martín Jorge Guise, los hermanos Mariátegui, el futuro arzobispo de Lima Luna Pizarro, los coroneles Vidal, Prieto y Tur, el general Correa y muchos más, y en cuanto a Bogotá surgen varias conspiraciones soterradas donde se destacan fuertes contrincantes como los presentes en la Convención de Ocaña y los tumultuosos y hasta educados rivales que fomentan la más grande confabulación en su contra materializada mediante diversas fases en septiembre de 1828 y cuyos siete cabecillas estrellas son el intrigante y raquítico Florentino González, el joven filósofo sectario Pedro Azuero, el poeta Vargas Tejada, el gabacho Agustín Horment, el venezolano borrachón y conspirador nato Pedro Carujo, el inculpado coronel Ramón Guerra y el fraile renegado Juan Francisco Arganil, mas otros tantos y valga señalar al venezolano Emigdio Briceño, el bartolino Mariano Ospina Rodríguez, Wenceslado Zuláibar, Francisco Soto, y otra canalla mal habida, todos bajo el sutil y siniestro manejo del aspirante a la Presidencia, general Francisco de Paula Santander.


Pero como la mención de tantos enemigos es larga, fuera de los que se olvidan o pasan de bajo perfil, para dar razón a esta crónica que es real por histórica desde un comienzo iremos dando cuenta de esos no comulgantes con la persona de este caraqueño mantuano o con sus ideas a veces distintas e incompatibles,  que cambian cuando menos se espera o que se mantienen en contra de la voluntad de muchos, como fue el tema de la monarquía que quiso instaurar en Colombia, lo que de consuno le atrajo tantos adversarios. Mas cuando aparece tirante la situación de la enemistad con Bolívar y la oficialidad  que le rodea casi como nudo gordiano, resulta al momento en que el caraqueño pierde la confianza de sus actos ya dictatoriales que venía arrastrándolos desde la época de Miranda y sus diferencias con este viejo general, porque a partir de entonces para Bolívar ocurre una serie de reveses, algunos atribuidos a su carácter irreflexivo que culminaron en el desastre de la guerra a muerte, la entrega de Miranda al enemigo español, y los trágicos errores de la guerra no ya contra Monteverde sino en el repliegue mortal de la emigración a Oriente y el desbarate de los dos primeras repúblicas que a él se le achacaban, por lo que estos generales que le siguen ya no creen en él, en su capacidad de ser el líder indiscutible de la guerra en función y en progreso, cuando dicha oficialidad anda de baja estatura debido a los fracasos, y así aparecen serias disensiones contra Bolívar, sobretodo en el Oriente de la república, que piensan dividirla sus actores en dos partes y cuyo eje motor de esta general conspiración era el margariteño general Santiago Mariño.  Vamos pues ahora a señalar los cabecillas de este tiempo, con nombres y apellidos.
Santiago Mariño: temerario, intrigante, eje de conspiraciones por mucho tiempo y cabecilla de tal enemistad, siempre enemigo del Libertador, como el mismo lo escribió, artífice del Congresillo de Cariaco con Urbaneja, Madariaga, Brion, Zea, Mayz, y de otras conjuras, para desprestigiar al emprendedor caraqueño, quien sostiene una acción antibolivariana eminente a partir de enero de 1814, lo que determinó la división provisoria de Venezuela en dos mitades, manteniéndose así hasta mayo de 1816, cuando en la margariteña Santa Ana del Norte se aprueba la reunificación del país.
Juan Bautista Arismendi, también margariteño, frío, carnicero como en la guerra a muerte, falso, divisionista, salvaje mercader de almas y cruel oficial, quien actúa por detrás siempre vacilante en contra de la autoridad bolivariana, tal el caso de cuando en Ciudad Bolívar destituye al Vicepresidente Encargado Francisco Antonio Zea y se adueña por poco tiempo de la Colombia que deja Bolívar en Angostura. Jamás se sació de víctimas su cruel corazón, dijo de él Juan Vicente González.
José Félix Ribas, tío político y competidor de este caraqueño, violento, complotista, quien llega a hacer preso a Bolívar en Carúpano, por “desertor y mal ciudadano”, cobarde del que pide juicio militar contra él para fusilarle, intrigante y amigo de los pardos, quien olvida prontamente que sus méritos y ascensos militares se los debía al propio Bolívar, y el que en la disputa por el mando es parte de la tragedia que se vive en el tremendo año de 1814, hasta llegar a ser delatado por un esclavo y su cabeza frita en aceite se expuso por mucho tiempo en la salida de Caracas al puerto de La Guaira. 
José Francisco Bermúdez, oriental temible, iletrado, vengativo, disidente, salvaje,  escaso de pensares,  malhumorado y brusco, alto, de complexión atlética y mostachos gruesos característicos, turbulento, otro de quien decía Bolívar que era “mi enemigo”, sin inmutarse fusilaba adversarios por hileras en Cumaná, pero de pretensiones de mando en que incluye atentar contra la vida de Don Simón, porque este hijo de don Juan Vicente lo había regañado en la primera batalla de Carabobo, y creyéndose superior al Libertador (la ignorancia es agresiva) se le opone desde Los Cayos de Haití, y en Güiria empuña arma blanca contra el caraqueño mientras trata de asesinarlo por dos veces. Tiempo después Bolívar intentó fusilarle, pero no lo hizo. 
Manuel Carlos Piar, quien es primo ilegítimo del Libertador y buen militar, héroe de varios combates, como San Félix, que pesaba mucho frente a su pariente, por los éxitos obtenidos en el campo de Marte. Violento y ambicioso, pardócrata y racista que solivianta grupos en este sentido, por la competencia en el predominio y el mando, ambos jugaban a esa posición con bandas aparte de oficiales, pero Bolívar diseñó una estrategia y lo hizo preso, condenándolo a morir en la apelación del juicio, siendo fusilado sin perdonarlo el Libertador, en la plaza de Angostura, hoy Ciudad Bolívar. Así dejó cumplido el hado como fuerza de que ambos no cabían en el mismo escenario. Sea oportuno hacer una personal referencia de los personajes que fueron enemigos de Bolívar, según anota el maestro Luis Martínez Salas: Piar, Mariño, Bermúdez, Ribas, Arismendi, el general Páez, Francisco Esteban Gómez, Mariano Montilla, José Tadeo Monagas, Miguel Peña, el padre José Cortés de Madariaga, Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Mayz, y muchos más que no es posible aquí indicar, como otros por aparecer, aunque si bien fueron enemigos de Bolívar por diversas circunstancias, algunos con el tiempo volvieron al redil bolívariano y sin pedir excusas, porque tanto la política como la guerra así lo ameritaban y por la volubilidad del ser humano. Eso acaso sería materia de otra crónica. 
Vamos ahora a realizar un salto en cuanto nos concierne al asunto inamistoso con el caraqueño, para referirnos a las personas importantes que lo adversaron desde su campaña del Sur, es decir a partir de su escapada rumbo al Ecuador por conquistar y la toma que hizo con el Perú, con la posterior creación bolivariana del Alto Perú, desmembrando así una buena parte al virreinato peruano.  Allí, para situarlo en el centro de la animadversión por obra de sus hechos considerados en contra de los intereses de aquel extenso país y como anteriormente  lo he referido, “plagado de traidores”, según  lo asienta el propio Bolívar, tendremos por tanto que señalar específicamente el malévolo y despreciable  Riva Agüero, a Mariano Portocarrero, al consumado tránsfuga marqués de Torre Tagle, al vizconde Juan de Berindoaga, que entonces le era Ministro de Guerra, el luego asesinado y radical Bernardo Monteagudo, el general Santa Cruz, el intelectual y arzobispo Luna Pizarro, el más tarde acérrimo enemigo Manuel Lorenzo Vidaurre, el acaudalado José Terón y otros que se pueden agregar a la resaltante lista. Y viajando al nororiente del país aparecen nuevos adversarios como el mariscal Gamarra y el general independiente Olañeta, que pronto desaparece de la escena. Durante su corta permanencia por esas crestas andinas un  diferente panorama con el mismo sentido de aversión pudo atender y hasta vislumbrar, no solo con los barones de la tierra sino con figuras importantes como Dom Pedro Iº de Brasil, que había invadido una parte de Bolivia detestando a Bolívar en privado, y con el dictador paraguayo doctor Rodríguez de Francia, sin contar con los numerosos oponentes y rivales (Rivadavia, luego Mitre, etc.) que contra él pulularon por tierras del Río de la Plata, o en la misma región Oriental que es el Uruguay de hoy, gente por cierto opresora que veía la concepción libertaria de Bolívar como peligrosa para con sus intereses, mientras pensaban llegar a un acuerdo con Inglaterra o acaso con Francia, y sin olvidar los rivales advenedizos que residían en Chile, sobretodo después de la conspiración limeña de julio de 1826.

Como este es un estudio compendiado para leer sin erudición ni detalles bibliográficos, porque esa no fue mi intención, para que pueda llegar a mucho público interesado sin perder el norte de los hechos reales, reiteraremos que donde existe más oposición hacia el pensamiento autocrático bolivariano, por razones plausibles, es en el Perú, país en el que se han escrito  numerosos trabajos al respecto, y dentro de cuyos autores citaremos a Ortega, Morote, el embajador Calderón Urtecho,  Félix C. Calderón, Mujica Rojas y al Premio Nobel Mario Vargas Llosa, peruano conocedor de la filosa historia de Don Simón en aquel su país, cuando el dicho escritor prologa una importante obra sobre el tema del rector universitario español Pedro González Trevijano.

Oportuno es agregar aquí el caso del pensador, estadista y fílósofo francés Benjamín Constant, quien luego de alabar a Bolívar durante mucho tiempo, a partir de enero de 1829 se convierte en vocero de su oposición a través de fuertes escritos que publica en el importante “Courrier Francais”, de Paris, por la postura dictatorial con que actúa el caraqueño, sobretodo después de la liberación del Perú, creando allí instituciones desagradables, donde hace correr sangre en dicha tierra, creando una constitución ausente de libertad, con usurpación de mando, maniobra con lo que aspira a la perseverancia de la tiranía, pretendiendo además coronarse y sostener una conducta desleal en el Perú y Colombia. 
     Ya de vuelta a Nueva Granada el Libertador se encuentra que Bogotá soterradamente anda en función conspirativa contra él, que pronto el admirado José María Córdoba se le insubordina, de donde con guantes de seda lo manda a eliminar a través de un personaje irlandés de confianza, a lo que se suma el fracaso del Congreso de Panamá, que le resta méritos, el lío invasor del Perú al Ecuador y el tremendo problema in situ porque de veras aspiraba a la Corona en Colombia y en ello gran parte de la inteligencia del país estaba opuesta, lo que da pie a que exista una conspiración diaria contra su persona, al tiempo que por el stress y la melancolía pronto comienza a enfermar dentro de un caos o vacío que se instaura por doquier, mientras toma cariz las riendas de la insubordinación ya manifestada  en la Convención de Ocaña, por el conjuro del general Francisco de Paula Santander. Colombia, su criatura artificial, viene a ser el fin, el canto del cisne de todas sus aspiraciones y decepciones, porque hasta la patria natal lo adversa a través de un muy vasto complot que va formándose en Valencia y Caracas  liderados por el centauro general Páez y los de la llamada Cosiata, porque según asienta Lino Duarte Level “el nombre del Libertador se hundía en el fango de las derrotas y en el desprestigio de los errores”. Bolívar sabe que ya nadie lo quiere, como bien le escribe a Del Castillo y Rada. 

Para terminar es bueno traer al recuerdo que el primero de talla internacional que se opone a la personalidad e ideas sostenidas por Bolívar es el ideólogo comunista Carlos Marx, quien en lo escrito para la enciclopedia “New American Ciclopedia” según el pensamiento que sostiene bajo la forma de epítetos y otras maneras de tratarlo demuestra ser totalmente contrario, al extremo de compararlo con el vil rey Souluque de Haití.  El magistrado colombiano doctor José Rafael Sañudo, natural del heroico Pasto, es otro que le denigra, cuando recuerda lo que Bolívar ordenó hacer con su región natal (ver “Estudios sobre la vida de Bolívar”). Entre los venezolanos podemos contar al mentor ideológico de Páez, doctor Ángel Quintero, quien afirmó ante el Congreso sesionando en Valencia, que “Bolívar es el eje de todos los males…”, el panfletario Rafael Diego Mérida, el médico José Domingo Díaz, quien en sus recuerdos sobre los revoltosos de Caracas lo deja mal parado, por conocerlo desde niño, el ácido Luis Level de Goda, el colombiano Manuel Del Castillo, que estuvo muy cerca de él, y en los últimos tiempos con el siquiatra Herrera Luque, Carrera Damas, Pino, Caballero y tantos más que analizan a fondo a este personaje, no dejándolo por cierto bien parado. Desde el precursor Miranda para acá, quien tenía por malo o medio  loco a Don Simón, y viceversa, es mucho lo que se ha escrito en este sentido inculpador, como los casos de Posada Gutiérrez, Madariaga, Obando, Hilario López, Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre, y una serie de nuevas plumas que lo analizan ahora de manera académica más profunda.  Pero es en los Estados Unidos donde más se ha proliferado sobre el tema por la suerte de rencilla con que el caraqueño trataba a los norteamericanos, al extremo que no los tomara en cuenta considerándolos adversarios, y de allí también surge la Doctrina de James Monroe, que corta de raíz las pretensiones de Bolívar sobre la expansión de su trabajo político, digámoslo libertario. También en España y en Latinoamérica se estudia esta relación de odio con amor, para llegar a la intimidad del pensamiento, aún deforme, sobre el ilustre caraqueño, quien en su lecho de muerte no solo temía del falso Santander sino que elucubrando a voces pidió que sacaran de la habitación al general Páez, que es el verdadero creador de la Venezuela independiente. Oh tempora, oh mores. Ave, Caesar, morituri te salutant.

ramonurdaneta30@hotmail.com








Fuente:
Venezuela y el Mundo

LOS 20 ATENTADOS MORTALES CONTRA SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. Como quiera que con la figura humana de Simón Bolívar se ha querido desdibujar la realidad acaecida para transformarla en mito, con lo que esperan obtener beneficios populistas los forajidos caudillos que se aprovechan de la debilidad histórica por haberla deformado en propio beneficio, con conocimiento de causa debido a los estudios que tengo sobre este aspecto cumbre bolivariano, vengo hoy a despertar conciencia e interés en este sentido, para denunciar ante el mundo la falsaria manipulación que se hace sobre el tema, con el martilleo constante de ciertos pareceres repetidos hasta el cansancio a fin de confundir en lo acaecido sobre la vida y misterios del superhombre polémico hispano, latino, afro, mestizoamericano y como quiera usted interpretarlo, pero que bien reflejan el testimonio de una época, difícil por cierto, que desemboca con agravantes en la que a plena luz estamos viviendo.
 
Resulta pues, de lo que se desprende, que el caraqueño Don Simón no fue un santo de altar desde su propia infancia, dados los arrestos particulares que en ciertos momentos demostró y que por ser lo que fue, desde luego que iba a tener amigos y enemigos también, como forma de contrarrestar su valer y por aquello de la competencia que en toda instancia de su vida le aparece a quienes se destacan. Eso es cosa común en la humanidad, de donde partiremos de la premisa que Bolívar no era inmaculado, que tuvo muchos enemigos en su tránsito vital y aún después de muerto, y que en bastantes ocasiones debió salvar la existencia por cosas fortuitas como el amor, o porque ese día no había llegado ni su hora para morir. Como el tema es extenso y en parte ocupa un libro que he terminado, dentro de una síntesis necesaria me voy a concretar en los sucesos más resaltantes de estos atentados, dejando para otras ocasiones referirme a lo nimio o bastante subjetivo en estos aconteceres que demuestran desde luego lo difícil que resultaba ocupar el sitial a que llegó Don Simón, porque muchas veces parecía estar muerto.
 
En el presente escenario no voy sino a referirme de una manera escueta y alejada de términos literarios a tales hechos, en sucesión continua, que ustedes sabrán amalgamar con sus secuelas y que numerados para entrar en acción son los siguientes:
 
   1) EL CASO DE LA HACIENDA EN YARE, ocurrido en septiembre de 1807, frisando los 24 años de edad, en un pleito de linderos cerca de Caracas, donde el furibundo oponente doctor Antonio Nicolás Briceño sacó pistolas a relucir y dispara tres veces contra el caraqueño, sin que en ninguna oportunidad haya tocado el cuerpo del sortario Don Simón. Sobre este hecho lamentable se abrió el juicio penal respectivo, que se detuvo definitivamente por los acontecimientos libertarios de 1810.
 
       2)  INTENTOS DE ASESINATO EN PUERTO CABELLO. Tuvieron ocasión en Puerto Cabello (Venezuela) a principios de julio de 1812 ante el desastre de la caída de ese importante puerto militar en manos españolas, de lo que por culpable se increpa a Bolívar (y Juan Conejo trama matarlo), mientras que el capitán de milicias Domingo de Taborda lleno de ira y con dos asistentes a tal acto que sucedió en el Cabildo citadino, desenvaina su espada “para atentar contra Bolívar”, lo que pudo contener en tal decisión muchos de los presentes que impidieron tan bochornoso acto.
 
3)COMPLOT PARA ASESINARLO DEL FRAILE CAPUCHINO PEDRO CORELLA. Descubierto este intento veraz, en abril de 1813 fue detenido dicho sacerdote navarro, en Las Palmas (Santander de Colombia), y en Tunja permanecerá preso durante 18 meses. Liberado en Bogotá a fines de 1814, sigue arremetiendo contra la vida de Bolívar desde el púlpito, sus sermones, y en todo tiempo y lugar, llamándolo “apóstata” y pidiendo su liquidación, por lo que otra vez detenido “firmó su sentencia de muerte” sin arrepentimiento una vez que se entrevista con el propio Bolívar, siendo pasado por las armas mediante un pelotón que en Honda conduce León Armero, riberas del río Magdalena y mediante órdenes recibidas, el 29 de enero de 1815. 
 
  
    4) CONSPIRACIONES ENTRE SUS ALLEGADOS. Luego de perdida  la llamada Segunda República (1814), a partir de ese momento histórico se desatan una serie de enemistades solapadas entre sus íntimos oficiales que quieren eliminarlo del mapa del conflicto, alegando desde luego y por diferentes motivos que el causante de tales males acaecidos era el propio Bolívar, de donde aspiraban a toda costa y por su incompetencia, don de mando parcializado y testarudez, entre otras opiniones discutidas en corrillos íntimos, que debía desaparecer para siempre, e incluso que se debía dividir el país en dos repúblicas. Entre los agitadores de estas ideas absurdas y extremas se hallaban capitaneando a los insubordinados los margariteños Antonio Mariño y  Juan Bautista Arismendi, el casi carupanero José Francisco Bermúdez, su pariente Manuel Carlos Piar y el tío político José Félix Ribas, quienes “atentaron en varias oportunidades contra la vida de Bolívar”.
 
      5) ATENTADOS EN CARÚPANO DE VENEZUELA. Acaecieron uno a principios de septiembre de 1814, cuando Bolívar se escapa de la prisión de ese puerto para abordar un barco salvador, mientras el general Bermúdez y José Félix Ribas indignados lo persiguen con fines aviesos, lo que se evita al poder montar y presuroso sobre tal velero. Luego el general Piar también quiso matarlo en el mismo puerto, y se salvó porque en la tentativa del homicidio no lo encuentra donde lo habían señalado.
 
    6)     INTENTOS DE JAMAICA. Dos intentos previos de asesinato ocurren en Jamaica, reseñados en el periódico “Royal Gazette”, hechos “por algunos de los españoles de la más baja ralea”, según se escribe, por lo que el Libertador resuelve viajar a Haití.
 
    7) INTENTO GRAVE EN KINGSTON. En la noche del 9 al l0 de diciembre  de 1815 el esclavo Pío, alias Beto, en dicha capital de Jamaica y sobornado con dinero caraqueño de Salvador Moxó, atenta contra su amo, donde creyéndole dormido en la hamaca que utilizaba asesta dos puñaladas mortales al venezolano Félix Amestoy, que allí entonces reposa. Cuatro días después de su confesión, fue ahorcado. 
 
     8)RETO A CRUZAR ESPADAS EN LOS CAYOS HAITIANOS. Ocurrido en marzo de 1816, por serias desobediencias tenidas con el violento e intrigante oficial Mariano Montilla Padrón, quien lo tilda de “cobarde, fracasado e inexperto”, lo que en último momento es impedido por intervención de terceros. También en dicho lugar y en hora menguada de Bolívar el corsario Luis Aury en secreto trama un intento de asesinato contra el caraqueño, que por buenas se descubre a tiempo.
 
       9)INTENTOS OCURRIDOS EN GÜIRIA. En el puerto oriental venezolano de Guiria, en agosto de 1816 y azuzado por el general Mariño, el general Bermúdez creyéndose desairado en su honor y enfurecido luego de una discusión tremenda atenta contra la flaca humanidad de Bolívar, sable en mano para herirle de muerte, deteniendo su carrera a la fuerza varios amigos mientras Simón aborda sin respiro el barco corsario de José Bianchi, allí surto, “en el último intento de su muerte”.  
 
    10)ATENTADO EN QUIAMARE. Ocurre el 23 de marzo de 1827, al Sur de Barcelona, en Venezuela, cuando el pardo José Alemán y su guerrilla, azuzado por el general Mariño y en cuenta de su situación, en un descuido trata de atentar contra la vida de Bolívar, con los oficiales que le rodean, situación grave que es descubierta minutos antes por el Ayudante de Bolívar coronel Francisco Vicente Parejo, para así mediante las armas eludir este peligro.
 
    11)  EL RINCÓN DE LOS TOROS. En dicho sitio del estado Guárico (Venezuela), en la noche del 16 de abril de 1818, nueve realistas dirigidos por Tomás Renovales y equivocando al general Francisco de Paula Santander irrumpen esa madrugada en sitio exacto y disparan contra la hamaca donde dormía Bolívar, perforándola en tres oportunidades. Bolívar se salva entonces semidesnudo y corriendo a campo traviesa, en la oscuridad de la noche.
     12)  LO OCURRIDO EN EL PERUANO Y NORTEÑO PIURA. En junio de 1824 en dicha ciudad, Bolívar tuvo conocimiento que desde Lima se había enviado un individuo con la misión de asesinarlo y cuyas señales fisonómicas fueron acompañadas, “bocón, algo ñato y picado de viruelas”, al que se consideró chileno. Buscado hasta en Huaraz, donde se le había visto, desapareció repentinamente. Pero pronto en el mismo Piura se detuvo un sujeto con iguales características, de nombre Juan Avilés, llevándosele a juicio, “sin conocer la suerte final corrida por Avilés”, presumiéndose por acasos de la guerra emprendida. 
 
     13) INTENTO DE ASESINATO EN POTOSÍ. Ocurrido en aquella altura boliviana a principios de octubre de 1825 y salvado por una confidencia de la amante María Joaquina Costas, madre de su hijo Don Pepe, cuando le susurra en el oído que el oficial español teniente León Gandarias maquina asesinarlo con puñal magnicida mientras duerme en el palacio que habita. Detenido en el intento, y luego de súplicas a favor y provenientes de Maria Joaquina, por ser familiar cercano del detenido, dicho oficial fue expulsado del país, para siempre.
 
      14)EL CASO DE HUAMACHUCO. En el norte del Perú y oriente de Trujillo, donde permanece por un tiempo el caraqueño, al Cuartel General de Bolívar se presentó un Sargento Mayor, oriundo de Chile, de quien se conoce pronto por informes recabados en contrainteligencia que iba para matar a Bolívar, enviado en este caso por un importante Jefe del Ejército. En tal conocimiento Bolívar se hace el desentendido y sigue tratándolo ojo avizor pero “con bondad y dulzura”, para luego usando la diplomacia destinarlo a un puesto de Comandante de armas  bastante alejado y neutralizando así su intención homicida, sin llegar al escándalo, lo que en detalles comunica el caraqueño al payanés general Manuel Antonio López, y este lo deja escrito en su libro “Recuerdos Históricos”, para la posteridad. 
 
15) CONSPIRACIÓN DE LIMA, EN 1826. Ocurrida el viernes 28 de julio de 1826, cuando Bolívar va al Teatro de Variedades, en el 5º Aniversario de la Jura de Independencia y al momento en que los ánimos andan exaltados por los desmanes del ejército colombiano de ocupación y el mal manejo del Consejo de Gobierno, que maneja Bolívar. Por alguna razón informativa o temperamental el caraqueño en aquella ocasión se retira temprano y de manera brusca de aquel sitio, evitando así ser detenido en el Palco Presidencial, de donde los complotistas lo llevarían  a un barco surto en el puerto de El Callao. Una vez frustrado dicho intento en la “gran conspiración” (Bolívar dixit) muchos oficiales fueron detenidos, en mayoría peruanos, chilenos y argentinos, estando como cabecillas el ilustre levita Luna Pizarro, el héroe de Junín argentino Mariano Necochea, el marino Jorge Martín Guise, el guerrillero Quispe Ninavilca, tres generales, ocho coroneles, ministros de estado, y una larga lista de adversarios, siendo muchos ajusticiados, enviados a prisión, expulsados y desterrados, todo lo que cambiará cuando Bolívar abandona el Perú para siempre. En este interregno otros atentados menores ocurrirán, como lo señala el  biógrafo Masur y el profesor Bohórquez Casallas, luego de su regreso a Lima en 1826, y en el trayecto del palacio La Magdalena en las afueras de Lima, a su residencia oficial en la ciudad capital.
 
    16)  INTENTO EN FONTIBÓN. En su vuelta de las Campañas del Sur y en esta ciudad situada en los aledaños de Bogotá, el 14 de noviembre de 1826, pudo haber ocurrido su muerte así dispuesta cuando un  grupo de notables lo reciben con pistolas cargadas,  para proceder en contra si el Libertador se pronunciaba allí con propósitos centralistas autoritarios, lo que por fortuna no ocurrió, salvando así la vida.
 
    17)INFORME DESDE PUERTO CABELLO. Es lo que hace Bolívar en carta dirigida desde allí al general José Antonio Páez, para poner en su conocimiento que “había tramas secretas contra su vida”. Sobre estas tramas para asesinarlo el general Santander el 30 de octubre de 1828 y mediante confesión escrita expresa que no estuvo de acuerdo con su muerte “el día 6 de enero de dicho año” (1827).
 
    18) POR LA CONVENCIÓN DE OCAÑA. Como consecuencia de esta Convención se piensa nuevamente en el asesinato del Libertador, por obra de un grupo de santanderistas y alumnos bartolinos, a llevar a cabo en Bucaramanga, donde permanece Don Simón. Mediante confidencias recogidas, O’Leary y Briceño Méndez comunican de ello a Bolívar, quien toma medidas oportunas, pues se enviaría desde Ocaña a un oficial hasta Bucaramanga, para cometer el magnicidio, si la constitución debatida fuese aprobada según el proyecto centralista bolivariano, todo lo cual comentó Bolívar con su biógrafo Peru de Lacroix.
 
   19)  EL ATENTADO SEPTEMBRINO Y ALGUNOS MENORES. Además de otros intentos de acabar con la vida de Bolívar, como “cuando S.E, venía de Cartagena”, según lo confiesa el propio Santander, a causa de la nueva dictadura bolivariana suceden varios episodios a muerte y en forma de cascada, porque el caraqueño –muchos aseveran- es el centro de los males de Colombia. Así, el primero sucede el 7 de agosto de 1828, aniversario de la batalla de Boyacá, a la salida del entonces Teatro Coliseo, que sí es llevado a cabo con arma blanca pero en estado de frustración debido a la rápida actividad de doña Manuela Sáenz, quien con la mascarada tragicómica que realiza en el lugar impide tan vil asesinato. El segundo, para efectuar hacia la medianoche del 10 de agosto, en un formal baile de máscaras, por alguien disfrazado de conquistador español, con puñal aleve y l2 comprometidos en la intentona. El tercero, para ultimarlo casa del representante diplomático mejicano, el 15 de septiembre, lo que queda apenas en proyecto. El cuarto, según escribe el colombiano Gutiérrez, con ocasión de una fiesta a ocurrir en Bosa, cerca de Bogotá, hecho criminal que estuvo casi a punto de darse. El quinto, a suceder cerca de Soacha el 20 de septiembre, en las afueras de la capital, mediante cinco conjurados listos para emprender la marcha en el atentado, lo que se detiene in extremis por orden de Santander, esperando una mejor oportunidad. El sexto, a efectuarse en el Teatro del Colegio San Bartolomé bogotano por los llamados “bartolinos”, furibundos enemigos, que queda en simple ensayo. Y el séptimo, el  más grave y consumado, que tuvo en vilo la vida de Bolívar, acaecido en la noche del 25 de septiembre de 1828 con 38 partícipes directos y 59 implicados, con 14 condenados a muerte, enorme complot que liderara el general Santander, principal enemigo de Bolívar en Colombia, y de lo que se salva Don Simón gracias a la valentía de Manuela Sáenz. En otra oportunidad ampliaré este tema para un conocimiento bastante aproximado de esos hechos.
 
     20)  EL FINAL DE SANTA MARTA. Hemos llegado al borde, con el final de Bolívar. Causa horror esta cadena de atentados, de lo que puede usted sacar alguna conclusión. Solo, atormentándose por los recuerdos, rodeado en su mayoría de enemigos, tanto en Colombia como en Venezuela, donde incluso quieren hacerlo preso, fallece en el desierto de su alma llamando a la concordia, al final de los partidos y a la unión, como si aquello pudiera suceder, en ese “nido de alacranes” (frase del general venezolano Müller Rojas) que se había vuelto Colombia. Y ante otra mayor desgracia ahora los venezolanos no dejándole descansar lo sacaron de su tumba para armar una rumba mediática con tal hecho, mientras resaltan a cada nada cosas que nunca dijo, o que las dijo al revés, para acomodo de las circunstancias políticas, porque sin el reposo debido a 180 años de su muerte Bolívar sigue sufriendo la tremenda desgracia de sus enemigos solapados y de los ignorantes acomodaticios que lo entornan por un vil interés. 
 
 
                                                                      ramonurdaneta30@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 Fuente
Venezuela y el mundo

viernes, 24 de julio de 2015

24 de julio/Natalicio de Simón Bolivar





                                                                   Simón Bolívar

Cuando la Independencia de América comenzaba a pensarse con otros nombres y a iniciar su recorrido autónomo, nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Venezuela era entonces una Capitanía General del Reino de España, en cuya población se respiraban resquemores por las diferencias de derechos existentes entre la oligarquía española dueña del poder, la clase mantuana o criolla, terratenientes en su mayoría, y los estratos bajos de pardos y esclavos. 

Los mantuanos, a pesar de los privilegios que tenían, habían desarrollado un sentimiento particular del "ser americano", que los invitaba a la rebeldía: "Estábamos (explicaría Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones". 

Ésta era, por lo demás, la clase a la cual pertenecían Juan Vicente Bolívar y Ponte, y María de la Concepción Palacios y Blanco, padres del niño Simón. Era el menor de cuatro hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una gran fortuna. Bolívar quedó huérfano, definitivamente, a los nueve años de edad, pasando al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de sus tío Carlos Palacios; ellos velarían por la educación del muchacho, mientras la negra Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría ejerciendo sus funciones de cuidado.

Entre los valles de Aragua y la ciudad de Caracas discurrió la infancia y parte de la adolescencia del joven Simón. Combinaba sus estudios en la escuela de primeras letras de la ciudad con visitas a la hacienda de la familia. Más tarde, a los quince años de edad, los territorios aragüeños cobrarían un nuevo significado en su vida cuando, por la mediación que realizara su tío Esteban, "ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor del Reino" ante el rey Carlos IV, fuera nombrado "subteniente de Milicias de Infantería de Blancos de los Valles de Aragua". 





Bolívar en un retrato realizado hacia 1805 en París

Mientras esto sucedía, tuvo la suerte de formarse con los mejores maestros y pensadores de la ciudad; figuraban entre ellos Andrés Bello, Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue este último, sin embargo, quien logró calmar por instantes el ímpetu nervioso y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden de la Real Audiencia; lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni esto ni aquello de la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho, y sus tíos decidieron enviarlo a España a continuar su formación.


La estancia en Europa

Corría el año 1799 cuando Bolívar desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a pesar de seguir sus estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los salones de lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del reino desde los jardines de Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños delirantes en su lecho de muerte. Vestía de soldado en esos tiempos en los cuales España comenzaba a hablar de Napoleón, y así visitaba al marqués de Ustáriz, hombre culto con quien compartía largas tardes de conversación. 

En una de ellas conoció a María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26 de mayo de 1802 en la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras Bernardo Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso, Bolívar los sigue hasta Bilbao y aprovecha para viajar a Francia: Bayona, Burdeos y París. Inmediatamente después de la boda se trasladan a Caracas y, a pesar de los resquemores que canalizaban los criollos a través de sus conspiraciones, Bolívar permanece junto a su esposa llevando una vida tranquila. Esto apenas duraría, sin embargo, pues María Teresa murió pocos días después de haberse contagiado de fiebre amarilla, en enero de 1803. Bolívar, desilusionado, decide alejarse y marcha nuevamente a Europa.

Los acontecimientos en Venezuela comenzaban a tomar aires de revuelta mientras el caraqueño Francisco de Miranda, desde Estados Unidos y las Antillas, preparaba una invasión que dibujaba la noción de Independencia. Ajeno a todo aquello, Bolívar se reúne con su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804. Napoleón no tardaría en declararse emperador de Francia. Este último había organizado una clase aristócrata, hallada entre la burguesía, que se reunía en los grandes salones a los cuales asistía Bolívar en compañía de Fernando Toro y Fanny du Villars. 

El todavía joven Bolívar, especie de dandy americano, se contagia poco a poco de las ideas liberales y la literatura que inspiraron la Revolución Francesa. Era un gran lector y un interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad. En esos tiempos conoció a Alexander von Humboldt, expedicionario y gran conocedor del territorio americano, quien le habla de la madurez de las colonias para la independencia; "lo que no veo (diría Humboldt) es el hombre que pueda realizarla".


Simón Rodríguez se hallaba en Viena; Bolívar, al enterarse, corrió en su búsqueda. Posteriormente el maestro se trasladó a París, y en compañía de Fernando Toro emprendieron un viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los Alpes caminando hasta Milán, donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la coronación de Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Perusa y Roma. En esta última ciudad se produjo el llamado Juramento del Monte Sacro, en el cual, en presencia de Rodríguez y Fernando Toro, Bolívar juró "romper con las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".

Evidentemente, esta circunstancia no nace en Bolívar ni se produce de forma repentina. El fervor del momento y sus conversaciones con importantes intelectuales de la talla, precisamente, de su maestro, le hacen comprender la situación de América respecto a España. Bolívar se entera de las fallidas expediciones libertadoras de Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, y decide emprender viaje de regreso.

La gestación de un ideal

Bolívar regresó a Caracas a mediados de 1807, tras una corta estancia en Estados Unidos, para retornar a su antigua vida de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y fincas, le esperaba con un cerco en sus tierras; tal asunto debía resolverse cuanto antes. Las incursiones de Miranda habían incorporado entre algunos caraqueños el concepto de la emancipación; sin embargo, la gran mayoría de los criollos se conformaba con rebelarse pasivamente violando las normas que se dictaban desde España. 

Bolívar ya se había incorporado a las actividades de la conspiración (en 1808 ya conspiraba) cuando estalló la revuelta el 19 de abril de 1810. Las noticias del reino anunciaban la invasión de España por parte de las tropas de Napoleón y el secuestro del rey y su hijo Fernando. La situación era propicia para que el conde de Tovar presentara al gobierno un proyecto para crear una junta de gobierno adscrita a la Audiencia de Sevilla. Los criollos demandaban participación política. En un comienzo, las autoridades se mostraron reacias al proyecto, pero, posteriormente, ante el vacío de poder que se había creado, decidieron pactar con los conspiradores. Bolívar, enterado de la situación, abrió las puertas de "la cuadra de Bolívar" para incorporarse en las reuniones. Se negó categóricamente a participar en el proyecto de la coalición; para él, debía clamarse por la emancipación absoluta. 

En las vísperas del jueves santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados de la nueva regencia de Cádiz, órgano que actuaría en sustitución de Fernando VII para formar nuevo gobierno. El capitán general se les unió y al día siguiente los criollos le sitiaron y le obligaron a dirigirse al cabildo. La mitología venezolana recoge de esta fecha el instante en el cual Vicente de Emparan, capitán general, se asoma en el balcón del cabildo de Caracas para interrogar al pueblo enardecido acerca de la voluntad del mismo a continuar aceptando su mando, con el clérigo José Cortés de Madariaga detrás de él haciendo señas con su dedo al pueblo para que lo negasen. Tras un rotundo "¡No!" por parte de la población, Emparan dice: "Pues yo tampoco quiero mando". Estalló la famosa revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al proceso de Independencia de Venezuela. Se creó una Junta Suprema de Venezuela. Bolívar fue nombrado por ésta "Coronel de Infantería". Le fue asignada la tarea de viajar a Londres, en compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca de apoyo para el proyecto del nuevo gobierno.

En Londres fueron recibidos por el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, quien después de varias entrevistas terminó por mantenerse neutro frente a la situación. Bolívar, a pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta coyuntura el último empujón que le faltaba para decidirse a entregar su alma y su vida por la idea de la emancipación absoluta de toda la América. La pieza clave de esta circunstancia la halló en la figura de Francisco de Miranda, ideólogo y visionario de la Independencia de América, quien ya había ideado, entre otras cosas, un proyecto para la construcción de una gran nación llamada "Colombia". Bolívar se empapó de las ideas de este hombre y las reformuló a lo largo de una campaña que duraría veinte años.

Bolívar regresó a Caracas convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría en seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo tiempo que pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar, convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se iniciaba, lo introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía (creada en agosto de 1810). Ganados ambos a la idea de proclamar una Independencia absoluta para Venezuela, instaron a los miembros de la Sociedad a pronunciarse a favor de ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de 1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable: "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana. Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados de Venezuela.

La primera República se perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre los criollos, de los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en Coro, Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente, Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues la empresa en cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia del carácter clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello a lo largo de todas sus proclamas políticas. En esta oportunidad, sin embargo, le tocó defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de su excelente labor política y militar en defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del otro bando eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los terremotos ocurridos en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación del generalísimo Francisco de Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción llenó de ira a Bolívar, quien, al enterarse de los planes de Miranda de abandonar el territorio, participó en su arresto en el puerto de La Guaira: "Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un traidor".

La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su intención, arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista de la República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas": con estas palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena, carta de presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el cual hace un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región. Los vecinos lo acogieron otorgándole el rango de Capitán de Barrancas. 

Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo procedimiento emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la Campaña Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los territorios del occidente del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo de Santiago Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. ¡Vuelve la República! A su paso por Mérida le llamaban "el Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la municipalidad de Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.

La guerra de liberación

Estaba claro que la naturaleza de la guerra era cambiante, lo cual no tardaría en demostrarse nuevamente. La astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a través del Decreto de guerra a muerte de 1813 ("Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes. [...] Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables"), no fue suficiente para mitigar las diferencias existentes entre los ejércitos de pardos y negros frente a la gesta emancipadora. La furia de los ejércitos llaneros, al mando del asturiano José Tomás Boves, obligó al éxodo de Caracas en julio de 1814. La República cae nuevamente.

Había que repensar la situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la Nueva Granada es nombrado general de división, y tras lograr la adhesión de Cundinamarca, capitán general de la confederación de la Nueva Granada, marcha hacia Jamaica en mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa correspondencia con personalidades de todo el mundo, la intención de la guerra que se estaba librando en el territorio de la América meridional. Hasta entonces, el mundo sólo conocía la versión de los realistas. 

De estos documentos divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica. En ella reproduce el panorama de todas las luchas que se llevaban simultáneamente en América, especula acerca del futuro del territorio, y adelanta la idea de la unión colombiana. Y es que la escritura fue un capítulo importante en la vida de Bolívar. El poder que ejercía su pluma, puede decirse, le garantizó gran parte de sus triunfos. Revolucionó el estilo de la prosa haciendo de su letra el reflejo vivo de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus amanuenses y secretarios convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la imprenta sin un soplo de corrección". Desde el despacho de Jamaica preparaba la nueva estrategia para Venezuela.

La reconquista de Venezuela tardaría seis años en conseguirse. Las expediciones se iniciaron en Margarita, continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia Guayana, habilitaron la navegación del Orinoco en marcha hacia los llanos y, después, por el Ande hasta Boyacá y Bogotá, y desde el occidente hasta Valencia, para sellar la independencia definitiva en Carabobo, el 24 de junio de 1821. 

Fueron los tiempos de Pablo Morillo, enviado del ya liberado Fernando VII. Vencerlo fue tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión: proclamó la libertad de los esclavos, ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo la lealtad de los ejércitos llaneros, al mando de José Antonio Páez, vitales en la liberación de esta contienda junto a un contingente importante de soldados y generales europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al Libertador. Simultáneamente, Bolívar se encargó de la reconstrucción política de la región: convocó un Congreso en Angostura en febrero de 1819, donde pronunció un célebre discurso en el cual instó a los representantes a proclamar una constitución centralista y la creación de la Gran Colombia.

El sur se encontraba en la mira de Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación y adhesión de Quito y Guayaquil resultaba fundamental para mantener la hegemonía de Colombia en el continente. Ello fue logrado, desde el punto de vista militar, en la batalla de Pichincha, y desde el punto de vista político, por las negociaciones adelantadas por Sucre y Bolívar en la región. La jornada de Independencia, sin embargo, terminaría en Perú con las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824. 

El valor estratégico que tenía la liberación y conquista de este territorio por parte del ejército Libertador era promover la salida definitiva de los españoles del territorio americano. Pero, además, se trataba del triunfo de la ideología bolivariana republicana sobre la propuesta de construir una monarquía en los territorios del sur, defendida por la oligarquía peruana y secundada aparentemente por José de San Martín, "Libertador del Sur" y "Protector" de aquellas tierras. Ambos libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron, pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un pacto en el cual San Martín cede. Bolívar anhelaba para el Alto Perú su reivindicación definitiva como tierra incaica frente a la devastadora clase dominante limeña. En ese territorio, después de la batalla de Ayacucho se construye una nación con el nombre de Bolívar (Bolivia). Sucre queda al mando y Bolívar regresa a rendir cuentas al Congreso colombiano; corría el año 1826.

Los meses que precedieron la muerte del Libertador en Santa Marta, en 1830, le significaron a Bolívar la evocación de la memoria de su amarga derrota política. La trayectoria desde lo alto de la cima del Chimborazo cuando Bolívar deliraba y se confundía con el "Dios de Colombia" hasta su renuncia a la presidencia de Colombia en abril de 1830, significó para Bolívar la lucha por la verdadera construcción de las naciones. Abogó en todo momento por la edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar aquello que en virtud de la heterogeneidad racial, cultural y geográfica no resistía la perfección de una federación. 

Resultado de imagen para Imagenes de los amores de Bolivar

Todo fue inútil. Las pugnas caudillistas y nacionalistas vencieron y procedieron a la separación de Venezuela y Ecuador de la Gran Colombia. Recordaba a Manuelita Sáenz, su último amor y la "Libertadora" de su vida en el atentado del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá; también evocaba otros amores y otros atentados. Lloraba la muerte de Sucre, recordaba y deliraba, y así murió, solo y defenestrado de los territorios que había libertado, por causa de una hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830. En 1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de Bolívar, según su último deseo. Desde entonces, su legado ha devenido mito y veneración como "fundador de la patria".


LOS AMORES DE EL LIBERTADOR


Resultado de imagen para Imagenes de los amores de Bolivar

Simón Bolívar, El Libertador, el genio de América, el creador de Repúblicas, a pesar de todas las idealizaciones que de él se han hecho, ya que era un excelente estadista, militar, jurista, gobernante, guerrero y muchas otras cosas que la gente ignora, porque decirse bolivariano no es solo decirlo y ya, sino conocer la vida magnífica de nuestro héroe, era como todos nosotros un ser humano, con sus debilidades y pasiones; por eso, hablar de toda su magnificencia y no hablar de sus pasiones desbordadas es un grave error que cometen muchos historiadores. Yo, a través de este resumen quiero nombrar muchos de los amores de Bolívar, tan desconocidos y poco nombrados. Cuando se habla del héroe solo se piensa en Manuela Sáenz y a pesar de que esta gran mujer lo amo como ninguna, y de ella hablaremos extendidamente en otro segmento, porque como mujer heroica merece toda mi admiración, Bolívar amó a muchas mujeres o muchas pasaron por su vida, unas con más fuerza que otras, pero en fin, se aprecia la pasión de Bolívar en cuanto a las damas se refiere. Este resumen lo voy a hacer de un libro magnifico que recomiendo leer y se llama “Los AMORES de SIMÓN BOLÍVAR y sus Hijos Secretos” del autor: RAMÓN URDANETA, con una presentación muy especial de Ana Lucina Maldonado.
Estos son los amores conocidos de Simón Bolívar:

MARÍA IGNACIA RODRÍGUEZ DE VELASCO Y OSORIO:

Simón Bolívar huérfano, llega a los 16 años arriba al puerto de Veracruz el 2 de febrero de 1799. Es en esta ciudad donde a fuerza de protocolo, con rapidez, por intermedio del soltero Oidor de la Real Audiencia, Don Guillermo de Aguirre y Viana, pariente del obispo de Caracas, entra en relación con doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio, a quien llamaban “la güera Rodríguez”, significando así el rubio color de la piel y el cabello de esta bella mujer. 

Muy joven la “güera”, resplandeciente, de un armonioso cuerpo, de hoyuelos graciosos en las mejillas, cara un tanto redonda, atractivos pechos y caminar que “alzaba incitaciones”; ojos azules como el cielo, rasgados, cabellos largos y sedosos aunque algo rizados, boca pequeña, nariz perfilada y el talle elegante, con facilidad gracia y popularidad se movía a sus anchas en la sociedad mexicana de la época, por sus dotes personales que llegaban a compensarle los “pecadillos reiterados, y además por ser hija de Don Antonio Rodríguez de Velasco y Osorio y de Doña María Ignacia Osorio y Bello, gente de valimiento en aquella corte asentada sobre las aguas lustrales y el poder reprimido de Tenochtitlán.
La encontró Bolívar en la casa de su hermana María Josefa, la Marquesa de Uluapa, en cuya señorial y apropiada mansión del bosque de Chapultepec se hospedara el joven caraqueño. Entonces el flirteo emocional a escondidas del marido celoso y gruñón ya herido el corazón del otro, fue de tal importancia como para constituir el primer amor efímero del Libertador –y cuidado si el primer descalabro de la “güera”.

MARÍA TERESA DEL TORO Y ALAIZA:

El salto grande y su mujer sin duda alguna ahora se llamaría María Teresa del Toro y Alaiza, emparentada por sangres muy cercanas a la burguesía provinciana criolla de Caracas y el centro del país, a través del Marqués del Toro y los Rodríguez del Toro. 

María Teresa, joven aunque dos años mayor que Bolívar, ya que él tenía 17 años, y sin ser bella, la anhelada compañera del futuro Libertador le ataría por su carácter y educación. Mujer frágil, tímida, de ojos claros, profundos y tristes, pálida de tez, amable, inspiradora de honda ternura, casta, tejedora de sueños, avasallante y femenina. La visita luego Bolívar en el norteño puerto de Bilbao, tierra de ancestros, donde con su familia reside temporalmente en el otoño de 1801. 

Luego de obtener el permiso o dispensa real que como militar le permita contraer nupcias, el miércoles 26 de mayo del año 1802, sin más espera se cansan en la parroquia de San Sebastián.
Una vez realizado tan importante paso vital, cumpliendo vínculos hereditarios de inmediato la pareja prepara viaje rumbo al puerto americano de La Guaira, desembarcadero natural de Caracas.

Poco duró el idilio de los enamorados ya que la joven María Teresa fue presa de la fiebre amarilla, y luego de muchas dolencias, delirios y aferramientos, muere el sábado 22 de enero de 1803.

Tanto amó Simón Bolívar a esta mujer, que todavía escribe 25 años después: “Quise mucho a mi mujer y su muerte me hizo jurar no volver a casarme. He cumplido mi palabra”.

FANNY DERVIEUX DU VILLARD:

Simón Bolívar regresó a España luego de la muerte de su esposa y de ahí viajó a París en la primavera de 1804. Allí en el “Hotel de los Extranjeros” permanecerá rodeado de amigos, derrochando infinitas ilusiones y aprendiendo cada día más de la vida.

Al cabo de poco tiempo aparece ante él, ella, de cuerpo entero, entre bautismos y enlaces connubiales llamada “Fanny” Louise Denisse Dervieux du Villard, casada con el cincuentón coronel realista y conde a la vez, Bartolomé Dervieux, mujer de mundo, hija del barón de Trobiand de Kenreden, su pariente lejano por la sangre Aristiguieta.

Fanny, blanquísima mujer de cabellos tirando a rubio oscuro, como lo señalan sus biógrafos, frívola por demás, coqueta, de refinamiento y gracia elegante pese a ser un tanto gruesa, la boca fina, los ojos azules aunque el color a veces era variable, sonrosada la piel, de senos rellenos y brazos torneados, el andar lento y sinuoso, por otra parte hábil y encantadora.

Para el momento del encuentro Fanny frisaba las 28 primaveras, y a pesar de los múltiples compromisos sociales empezó a intimar con aquel solitario viudo de 20 años.

Maestra ideal, fue la mujer que verdaderamente lo despertó en las lides ardientes del amor, en los largos seis meses que acariciaron estos encuentros continuos, aunque por los viajes de conocimiento que debía realizar el futuro Libertador, llegó finalmente el6+ de mayo de 1805, día en que el caraqueño se despidió con ternura de la francesa, obsequiándole en esa oportunidad una sortija, marcada en esta fecha con el grabado imperecedero del recuerdo.


TERESA LESNAIS:

Antes de partir de aquel París sensual e inmiscuido en los diversos escenarios de la sociedad sibarita. Bolívar habría de acariciar otros sentimientos y de apurar el cáliz juvenil en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente, acompañado esta vez del Robinson filósofo, es decir, de su maestro Simón Rodríguez y del cuñado Fernando toro, mientras se recibe el francmasón del culto escocés conoció de verás e intimó en esa Lutecia eternal –calle de Vaugirard-, del rococó y Chautebriand, con su amiga Teresa Lesnais (Lesnays o Laisnay, para otros), dulce, bella, reservada y enigmática mujer, a quien llegó a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1806. (De esta relación según este autor le nació una hija).

ANA LENOIT:

En su carrera hacia la gloria Bolívar sigue al Estado Soberano de Cartagena, y en conjunción como coronel efectivo de los ejércitos neogranadinos con doscientos hombres y la bandera cuadrilonga desde Barranca invade la cuenca caliente del bajo Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, de frente al majestuoso rio, Cupido hace las suyas y así conoce a la francesa Anne Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como comerciante en la tórrida zona de Mompox.

Así que enhebrado en las horas del tiempo en aquella naturaleza salvaje se cultivo entonces un apasionado aunque corto romance de intimidad, debido lo ultimo a la vasta campaña militar que se iniciaba por aquellas fechas, y al decir del biógrafo Indalecio Lievano Aguirre, en esos cinco días permanecido en Salamina ( antes, Punta Gorda), Bolívar gustoso de las deliciosas aventuras galas se entrevista en varias oportunidades con esta beldad llena de encantos y alegría juvenil, tratada ella como “ La madamita”, eso sí, lejos de la prisión o angustia de los seres humanos; pero acosado por la guerra itinerante, el héroe marcial o Don Juan festinado embarca en las naos del destino rumbo a Heredia, cuando entonces las lagrimas de Anita fluyen por los ojos y mojan sus mejillas. Luego, en la campaña el Libertador continua hasta Tenerife, donde otra vez se encuentra Anita, y sus brazos se aferran a ella, que le ha seguido con tesón.

JOSEFINA MACHADO:

El 4 de agosto de 1.813 conoció de veras el Libertador a Josefina Machado, “la señorita Pepa”, como la llamaban en la intimidad, al entrar aquel triunfante a Caracas, luego de Campaña Admirable. Bolívar regresaba entonces a la ciudad natal con todas las loas imaginables y en las ofrendas que se le tributaron encontró, de improviso, con que una de las doce bellas caraqueñas vestidas de blanco que frente al cabildo citadino le colmaron de laureles a la manera clásica de la antigüedad romana y que además lo arrastraron en el carro triunfal, como hombre y conquistador le interesaba aquella ninfa o vestal. Josefina, la escogida por el corazón, en aquel momento frisaba en los veinte años y quienes la conocieron cuentan que además era morena, de cabellos negros, estatura regular y transmitía un ardor delicioso apenas con su presencia destacada, de ojos grandes y vivos, la boca carnosa y de una alegría natural que en momentos de solaz llegaba a contagiar a cualquier mortal. Tampoco provenía de la pequeña sociedad mantuana colonial, detalle este que movido en cierto medio agresivo o petulante y de acuerdo con los acontecimientos vividos, le conformaba en la mezcla un carácter inestable y soberbio aunque reservado y frio, según la posición con que ella en ocasiones considerada comportarse. Hija de criollos terratenientes de los valles cacaoteros de rio Tuy y prima del general Carlos Soublette Jerez, la vanidad consecuente que la entornaba por momentos le permitió acercarse a Bolívar sin alguna dificultad y penetrar en el, para así resarcir los vejámenes y recelos que le hizo la sociedad de entonces ente tantos días turbulentos, lo que fuerza de la verdad debió haber influido en el ego de aquella familia Machado.

ISABEL SOUBLETTE:

Isabel Soublette, oriunda de la sociedad mantuana emergente de la época, la del reencuentro romántico en esa costa con el Libertador Simón Bolívar, también fue su amante; una mujer descrita como esbelta, rubia y blanca, de ojos azules y bellos.

Era una distinguida hermana del General Carlos Soublette, quien fuera más tarde Presidente de Venezuela, y prima a su vez de su rival Josefina Machado, con la que en un equilibrio amoroso entre la rubia y la morena debió compartir a ratos y no sin ciertos celos, este amor imposible.

JULIA COBIER:

La perla antillana de Bolívar fue Julia Cobier o Gober; criolla dominicana, morena pálida, de buena presencia, tierna, excitante y rica. Pernoctaba con Bolívar ella en Kingston cuando sus enemigos fueron a otra casa y asesinaron al pobre Félix Amestoy, quien lo esperaba para platicar, y por breve reposo ocupó su hamaca.

BERNARDINA IBAÑEZ:

Bernardina Ibáñez es la perla del Libertador que procede de Ocaña. Estuvo entre las quinceañeras que lo coronaron en Bogotá después de la batalla de Boyacá. Esa "Melindrosa" para Bolívar, pretende ser un ángel. Estaba prometida en matrimonio con el pavo del ejército, el coronel Ambrosio Plaza.

PAULINA GARCÍA:

Paulina García, una esbelta trigueña de negra y larga cabellera, esbelta y trigueña, llena de atributos físicos y espirituales, conmovedora, de 20 años, palmireña genial sacó a Simón Bolívar de casa de Becerra y con argucia suma y en actitud suprema se lo llevó a la suya por dar “seguridad”.

MANUELA SÁENZ:

El 1 de diciembre de 1827 salió para Bogotá, ante la solicitud de Bolívar de reanimar «una vida que está expirando». En esta ciudad debió enfrentar un grupo grande de detractores, entre los que se encontraban Francisco de Paula Santander y José María Córdova, enemigos declarados de la Sáenz. «Tendría 29 a 30 años cuando la conocí en toda su belleza. Algo gruesa, ojos negros, mirada indecisa, tez sonrosada sobre fondo blanco, cabellos negros, artísticamente peinados y los más bellos dedos del mundo [...] era alegre, conversaba poco; Fumaba con gracia. Poseía un secreto encanto para hacerse amar», así la describió Jean-Baptiste Boussingault, un profesor de ciencias francés que Santander trajo a Colombia en 1824, y con quien Manuela compartió muchos momentos políticos y sociales. Durante los primeros meses de vida en Bogotá, Manuela vivió en la Quinta de Bolívar, una casa situada «a la sombra de los cerros de Monserrate», construida por José Antonio Portocarrero a principios de siglo y que, por motivos de las guerras de independencia, pasó a manos de Bolívar en 1820.

El 24 de julio de 1828, no obstante encontrarse Bolívar en el Palacio de San Carlos, ejerciendo sus poderes dictatoriales sobre la república (luego de la disolución de la Convención de Ocaña, el 11 de junio, y, consecuentemente, del Congreso), Manuela celebró el cumpleaños de Bolívar en la Quinta. En el transcurso de la fiesta, ella realizó un fusilamiento simbólico de Santander, «ejecutado por traición», según rezaba el letrero colgado del muñeco. Parece que la descarga se escuchó perfectamente en todo Bogotá. Con este acto, la política de reestructuración de la República que adelantaba Bolívar, estuvo a punto de derrumbarse. En la primera semana de agosto de ese mismo año, y a pesar de la orden de Bolívar de que permaneciera alejada del público, Manuela Sáenz puso treinta y dos pesos de plata en manos de don Pedro Lasso de la Vega por la casa marcada con el número 6-18 de la calle 10, para así estar más cerca al Palacio de San Carlos, es decir, de Bolívar. 

Esta cercanía y la conjugación de sus talentos físicos con sus habilidades políticas le permitieron a Manuela saber de la conspiración para matar al general, conspiración que tomó fuerza por el descontento en casi todos los estratos. Los soldados se quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, de la carestía, la aristocracia, de la pérdida de privilegios, los comerciantes, por el detrimento en sus negocios, y los intelectuales, por la falta de libertad. En la conspiración, se rumoraba, estaba implicado Santander. El primer intento fue en el mes de agosto, en la fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo (Colón), del que se salvó gracias a la acción involuntaria de Manuela. El segundo intento fue el 25 de "setiembre", en el Palacio de San Carlos. Esta vez fue la acción premeditada de Manuela la que hizo que saliera ileso, y por ello fue llamada por Bolívar «la libertadora del Libertador». El 20 de enero de 1830, Bolívar presentó renuncia a la presidencia. El 8 de mayo emprendió el viaje hacia la muerte, ocurrida el      17 de diciembre en
Santa Marta. Desde su partida, los ataques contra Manuela tomaron forma y nombre: Vicente Azuero se encargó de incitar a la gente a manifestar su descontento con La Sáenz, mediante carteles, "papeluchas" y actos como la quema de dos muñecos en la fiesta del Corpus Christi, en los que personificaron a Manuela y a Bolívar bajo los nombres de Tiranía y Despotismo. La reacción de Manuela fue obvia: destruyó las figuras y todo el andamiaje que las sostenía. El resentimiento santafereño cedió a las acciones de Azuero; sin embargo, Manuela recibió el apoyo del sector que menos esperaba, las mujeres: «Nosotras, las mujeres de Bogotá, protestamos de esos provocativos libelos contra esta señora que aparecen en los muros de todas las calles [...] La señora Sáenz, a la que nos referimos, no es sin duda una delincuente». El gobierno estuvo a punto de considerar éste y otros llamados de "las mujeres liberales", como ellas mismas se llamaron, pero un folleto, "La Torre de Babel", escrito por Manuela Sáenz, en el que no sólo ponía de manifiesto la ineficacia e ineptitud de los rectores del gobierno, sino que revelaba secretos de gobierno; hizo que se le acusara de actos «provocativos y sediciosos», y se procediera a encarcelarla, por lo menos virtualmente.

En los últimos días de 1830, Manuela emprendió el viaje hacia Santa Marta para cuidar la salud de Bolívar, pero sólo llegó hasta Honda. Allí recibió una carta de Louis Perú de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, edecán del general hasta hacía poco, que decía: «Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted la pérdida inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la república, y prepárese usted a recibir la última fatal noticia» (18 de diciembre de 1830). Desde este momento, Manuela perdió su objetivo en la vida. Con la muerte de Bolívar, el desprecio por ella se desbordó, por lo que decidió partir hacia Guanacas del Arroyo; sin embargo, la persecución no cedió. El 1 de enero de 1834 Santander firmó el decreto que la desterró definitivamente de Colombia. Fue a Jamaica, y de allí a Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835. También tuvo que partir de Guayaquil, pues el gobierno de Ecuador no la quería allí. Viajó, entonces, a Paita, un puerto en el desierto peruano sin agua y sin árboles, y formado por una sola calle y un muelle al que sólo llegaban balleneros de Estados Unidos. Allí, en un desvencijado edificio, se leía: «Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz». La pobreza la acompañó durante los últimos años, y finalmente también la invalidez. 

El 11 de agosto de 1847 se enteró de la muerte de su marido, James Thorne, asesinado el 19 de junio de ese año. En su testamento, Thorne devolvía a Manuela los ocho mil pesos de la dote de los intereses; sin embargo, ese dinero nunca Llegó a sus manos. Así, inválida, acompañada por Simón Rodríguez (el Maestro del Libertador), quien también terminó su vida en Paita (1854), y las cartas del General O'Leary, acabó la vida de Manuela Sáenz, víctima de una extraña epidemia que llegó al puerto en algún ballenero, el 23 de noviembre de 1856.

JOAQUINA GARAICOA:

Simón Bolívar la llamaba “La Gloriosa” ella lo admiraba demasiado y él le mantuvo sentimientos puros y sinceros, Bolívar llegó al extremo de autorizarle el uso de su nombre y apellido, que ella puso al lado del suyo y desde entonces firmó "Gloriosa Simona Joaquina Trinidad y Bolívar".

MANUELITA MADROÑO:

La joven Manuela Madroño, acompañó al Libertador en su paso por la Sierra, entre Guayaquil y Perú; el tiempo fue corto, aproximadamente tres meses, mientras se preparaba la campaña de liberación del Perú. Dados los acontecimientos de la guerra, el Libertador tuvo que separarse de la joven Manuela Madroño, quien nunca le olvidó. Al extremo que ya viejecita la gente le recordaba sus amoríos con él, y ella feliz contestaba, ante la pregunta: ¿Cómo está la vieja de Bolívar?. "Como cuando estaba moza".

PAULA PRADO:

En el baile que le ofrecieron el 2 de junio de 1825 inicia su idilio con la joven y agraciada arequipeña Paula Prado. Será un mes de apasionamiento y allí mismo quedará su enamorada.

FRANCISCA ZUBIAGA BERNALES DE GAMARRA (LA MARISCALA):

Francisca Zubiaga y Bernales “la Mariscala” fue esposa y principal asesora presidencial de Agustín Gamarra. Cuzqueña de nacimiento, de carácter indomable, debeló conspiraciones y dirigió asuntos de estado. La Mariscala fue una mujer que rompió esquemas, quebrantó paradigmas, odiada por muchos y muchas, querida y amada por otros y otras, Doña Pancha se convertiría así en la primera mujer peruana en tener activa participación política. Como bien decía Clorinda Matto de Turner “esa mujer fue mucho hombre” y agregaba además en uno de sus escritos “…Tócame, en fin, ocuparme del Perú, mi amada patria, cuyo pabellón blanco y rojo, hecho con la sangre de los héroes de la independencia y el velo de las vírgenes del sol, fue glorificado por mujeres de la talla de Francisca Zubiaga, esposa del generalísimo Agustín Gamarra”. O cómo se refería de ella la escritora parisina Flora Tristan, quien tuvo la oportunidad de conocerla antes de su temprano deceso “su rostro, según las reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero, a juzgar por el efecto que producía sobre todo el mundo, sobrepasaba a la más bella. Como Napoleón, todo el imperio de su hermosura estaba en su mirada...”

En el Cuzco le tributa un amor decidido Francisca Zuniaga de Gamarra, esposa del general Agustín Gamarra, quien llegaría a ser dos veces Presidente de Perú, y enemigo, comprensible, de Bolívar y, por extensión, de la independencia de Bolivia, nación a la que invadió, perdiendo la vida frente al ejército patriota boliviano. Cuando a este general le criticaban su odio hacia el hombre que lo había colmado de honores, respondía: "...Me concedió honores, es cierto, pero me quitó la mujer...". Y siguiendo la tradición iniciada con las hermanas Ibañez, dos hermosas ofrendan sin disputas sus favores: Juana de Dios y Bárbara Lemus; y luego, las Patiño, María de Jesús y Salustiana...

BENEDICTA NADAL:

Benedicta era una joven mujer bella y tímida a la vez, buena bailarina de valses, de escasa bolsa, distinta a cuantas le rodeaban, quién sabe en qué oportunidad, en que reunión, o de qué forma estratégica se encontraron estos dos seres ansiosos de amar, uno frente al otro. Los amores de Benedicta con Bolívar, si bien livianos en lo por venir, fueron “in tensos de alto vuelo, íntimos e hirvientes”. 

Desde el primer momento la boliviana, ya abierta de ideas, constituyóse en otro paraíso dentro de la vida nueva de Bolívar, y si bien no fue sujeta por varias circunstancias a la inmediatez de los negocios y el compartir intimista del caraqueño allá presente, no puede decirse que mientras anduvo por aquellos contornos y paisajes dejara de contar con su presencia animosa o el calor de su desprendimiento. Por ello, como respuesta a un sentir verdadero Bolívar se autoproclama “tu amante”, al escribirle a poco desde la sensual Lima, y todavía cuando piensa volver de visita a la ciudad tranquila de La Paz. Y continúa empeñoso: “espérame a todo trance…si no eres una ingrata, pérfida…”; y ella, a pesar de los problemas familiares que a diario le arrebataban el sentimiento, supo responder al llamado del corazón y guardar la llama de la esperanza, mientras pendió de las palabras y los suspiros el imposible regreso del héroe aclamado.

MARÍA JOAQUINA COSTAS:


El 5 de octubre de 1825 llega Bolívar a Potosí y una dama le susurra al oído: "Cuidado, quieren asesinarlo". La dama se llama María Joaquina Costas y es la esposa del general boliviano Hilarión de la Quintana. Esa noche mientras los asesinos desesperan al no encontrar a Bolívar, éste recibe amor y cobijo en los brazos enamorados de María Joaquina, que en el ínterin le revela toda la conspiración que incluye a su pariente León Gandiarias.

JEANETTE HART:


Jeannette Hart se llama la novia estadounidense que conoció en 1825 en el puerto de El Callao, Perú, durante una recepción a bordo de la goleta insignia "United States", y por la que estuvo a punto de batirse a duelo con un gringo celoso, Jack Percival, asistente del Comodoro Hull, cuñado de la joven que consentía la relación y la estimulaba. Jeannette murió soltera, en 1861, en Nueva York. Se cuenta que cuando se enteró de la enfermedad de Bolívar partió rumbo a Colombia, pero informada de su deceso suspendió el viaje.

Y "casi una niña", el escándalo oculto:


Y en la primera semana de enero de 1830 viniendo de Cartago por el camino del Quindío, el libertador de tres repúblicas y supremo presidente de Colombia, con parte de su estado mayor y al mando de 282 hombres a caballo y 644 a pie, se encontraba a las puertas de la ciudad de Ibagué, donde con las primeras oscuridades una jovencísima doncella se desliza en su habitación con un núbil temblor, "casi una niña" dirán las murmuradoras, que acompañan al padre ultrajado a la mañana siguiente a casa del juez a consignar la denuncia de su honor mancillado en su hija seducida por aquel asombroso portento. Ya Bolívar había marchado al alba en pos de su destino, pero el implacable juez lo persiguió hasta darle alcance y luego de vencer el obstáculo del estado mayor, le informa: - "General Bolívar debe usted regresar a enfrentar un juicio por seducción de menor que se ha introducido en mi tribunal". -¡Vaya usted al carajo!, fue la abofeteante respuesta que dejó clavado en la llanura, ante la burla de la soldadesca, la dolorida figura de la justicia. Pero el documento con la denuncia quedó para posteridad asentado en el libro diario del juzgado. 



Fuentes
Biografías y Vida
Historia de Venezuela y Algo Más 
YouTube