Atila, el azote de
Dios
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Antes
de Hitler, o Ivan el terrible, el símbolo del terror y la maldad fue Atila
el huno, quien conquistó el Imperio Romano en el siglo V. Fue tan temido
que se le conocía como "el Azote de Dios". Pero la historia de Atila el
huno es más que un relato de salvajismo, es también la historia de un
hombre nacido para ser líder. Alguien tan hábil para hacer negocios y
dirigir ejércitos como lo era con la espada.
Es
el año 452 d. C., luego de una campaña relámpago en el norte de Italia,
Atila, rey de los hunos, guía a sus ejércitos hasta las mismas puertas de
Roma. La capital del imperio más poderoso del mundo antiguo se encontraba
ahora a los pies de este temible jefe guerrero. Su pueblo había arrasado
con Europa como una tormenta proveniente de las estepas del Asia central,
hacía tan sólo pocas generaciones.
Pero fue Atila quien
unificó las tribus hunas. Desde que se convirtió en su líder, en el año
434, se había transformado en uno de los gobernantes más poderosos sobre
la faz de la tierra. Sin duda para sus enemigos atemorizados, este notable
hombre era "el Azote de Dios".
Atila el huno fue uno de
los conquistadores más exitosos de la historia. En la cumbre del poder
mantuvo a casi todas las tribus bárbaras de Europa en un puño y con el
otro amenazó con aplastar a todo el Imperio Romano.
Sus éxitos en la guerra le
hicieron ganar otro tipo de distinción dudosa. Hace pocos años, la revista
"Time" le pidió a un grupo de historiadores que hiciera una lista de los
diez hombres más odiados de la historia. Adolfo Hitler fue el ganador
indiscutible, pero muchos también colocaron a Atila al principio de la
lista. Para muchas personas el nombre de Atila el huno, evoca barbarie,
terror y destrucción.
Sin embargo, en algunas
partes del mundo, Atila goza de una mejor reputación. En Hungría por
ejemplo, Atila no es sólo un héroe nacional sino un nombre propio muy
común. En muchas de las regiones que conquistó es recordado como un
gobernante sabio y bondadoso. Incluso en Estados Unidos la gente ha
empezado a hacer una revisión de la trayectoria de este gran rey bárbaro.
En 1985, un libro titulado "Los secretos de liderazgo de Atila el huno",
cautivó a muchos líderes políticos y hombres de negocio. Al igual que
Atila, el libro se convirtió en objeto de una gran controversia.
Si bien es muy probable
que merezca la reputación de bárbaro, por lo general los historiadores que
perpetuaron su imagen demoníaca también fueron motivados por un profundo
sesgo religioso y cultural. Crearon mitos muy duraderos y que difieren en
gran medida de los hechos históricos. Asimismo, éstos se oponen a las
leyendas que lo describen con un aspecto muy idealizado.
El verdadero Atila fue un
líder cruel, carismático y extraordinariamente talentoso. Después de
heredar el trono, unificó a las tribus hunas por vez primera. Bajo su
liderazgo, los hunos eran prácticamente invencibles en el campo de
batalla.
Pero las mayores victorias
no fueron siempre combatiendo, también fue un negociante astuto y un líder
excepcional que demostró tanta justicia como modestia.
En
la guerra, sus ejércitos eran una fuerza irresistible y sangrienta que
arrasaba con casi todo lo que encontraba a su paso. Una sola palabra de
Atila podía hacer desintegrar reinos y sacudir los cimientos de los
imperios.
La rebelión del poder
Sus orígenes fueron
tan oscuros como rápidas sus conquistas. Se cree que nació alrededor del
año 400 d. C., nadie sabe el lugar exacto. Algunos historiadores piensan
que su nombre provenía del río Volga, llamado Atil por los hunos. El padre
de Atila, el rey Munsurk, conocía muy bien este río, ya que atraviesa una
región de Rusia conquistada por él. También se dice que Atila es la
palabra huna para el hierro.
En todo caso, desde su
nacimiento, se esperaban grandes cosas de Atila. Durante la vida de su
padre, los hunos se habían expandido hacia el sur y el oeste. Pocos años
después del nacimiento de Atila, los hunos habían cruzado los Cárpatos y
habían establecido un gran imperio en la actual Hungría.
El imponente Danubio
servía de barrera entre los hunos y sus vecinos del sur, pero no por mucho
tiempo.
En
su nueva tierra, los hunos mantuvieron el estilo de vida nómada que habían
llevado en la vasta planicie eurasiática durante miles de años. Criaban
caballos, ganado, ovejas y cabras. Vivían en constante movimiento,
viajando en carretas y vagones de madera; cargaban con todas sus
pertenencias mientras seguían el curso de los ríos y tierras en
pastoreo.
Los hunos se adentraron en
territorios ocupados por numerosas tribus germánicas, incluidas gépidos,
godos y vándalos. Éstas tribus pronto sintieron la fuerza de otra
tradición huna: la guerra rápida y brutal. Los hunos destruían cualquier
cosa o a cualquiera que se interpusiera en su camino. Los afortunados
huían hacia el sur, al otro lado del Danubio y hacia el oeste, al otro
lado del Rin, buscando refugio entre los romanos.
Para los romanos, todas
las tribus europeas que no hablaran latín ni griego eran consideradas
bárbaras. Pero nunca habían conocido una raza como los hunos, de hecho ni
siquiera habían oído hablar de ellos hasta finales del siglo IX. Cuando
nació Atila, su pueblo ya era considerado una amenaza para el imperio.
Algunos no los consideraban humanos. Parecían bárbaros, hasta para los
bárbaros germánicos. Los hunos ni siquiera cocinaban la carne y los
germanos sí. Según los romanos, ellos vivían a caballo, dormían a caballo,
hasta hacían el amor en las carretas. No tenían casas, no usaban ropa
limpia, eran distintos y aterradores. No se podía confiar en ellos, eran
traicioneros. Al menos eso cuenta la mitología.
Muchos sacerdotes romanos
veían a los hunos como un castigo divino por la vida decadente de los
romanos. El único consuelo era que los hunos estaban divididos en varios
grupos, cada uno guiado por un rey diferente; pero esta situación no
duraría mucho tiempo.
El rey Munsurk murió poco
después del nacimiento de Atila, dejándolo a él y a su hermano mayor
Bleda, bajo el cuidado de sus tíos.
De sus tres tíos, Ruga era
el más poderoso. Atila era su sobrino favorito. Ruga se encargo que éste
aprendiera a montar a caballo antes de caminar; a usar el arco y la flecha
a la edad de tres años y un sable a los cinco, una niñez típica para un
joven huno.
Los hunos poseían arcos y
flechas excelentes y eran expertos utilizándolos a caballo. Sufrir un
ataque de los jinetes hunos era una experiencia aterradora que los
sobrevivientes recordaban con temor por generaciones.
Una y otra vez uno ve las
imágenes en las crónicas, de la aparición de los hunos en sus
cabalgaduras. Eran hordas de jinetes, que parecían estar pegados a sus
bestias, atacando en una dirección. Esto parece haber sido una experiencia
aterradora, para los ejércitos imperiales, una experiencia que ellos nunca
habían vivido.
Durante la niñez de Atila,
los hunos continuaron arrasando con el territorio de las tribus bárbaras
vecinas, también comenzaron a dirigir ataques sorpresa a provincias
romanas orientales. Roma era ahora una mera sombra de su gloria anterior.
De hecho, para ese momento el imperio ya estaba dividido en dos: el
Imperio Romano de Oriente, cuya capital era Constantinopla; y el Imperio
Romano de Occidente, cuya sede había sido trasladada de Roma a Milán, y
finalmente, en el 423, a Ravena.
El imperio había adoptado
oficialmente el Cristianismo en el siglo IX, pero los debates sobre la
naturaleza de Dios aún provocaban amargas divisiones. Las discusiones
religiosas que terminaban en violencia eran un hecho cotidiano, también lo
eran los asesinatos políticos, intrigas en las cortes, golpes de estado,
disturbios y rebeliones y los emperadores corruptos. Era normal que el
verdadero poder detrás del trono fuera manejado por un chambelán del
emperador o un eunuco o por la madre de aquel o su hermana o el general de
los ejércitos, conocido como Maestro de Soldados. A menudo, estos
generales no eran ni siquiera ciudadanos romanos, sino jefes bárbaros y
los ejércitos que comandaban estaban formados en gran medida por tribus
bárbaras aliadas o mercenarios pagados.
Eran tiempos peligrosos,
los romanos combatían el fuego con fuego, enviando a bárbaros a enfrentar
con otros bárbaros.
Alrededor del año 410 d.
C., los romanos buscaron la paz con los hunos. Cómo símbolo de su buena
fe, el Imperio de Occidente envió un joven ciudadano prominente como
prenda para vivir en la corte huna. El nombre del joven era Flavio Aecio;
mientras vivió entre los hunos aprendió su lengua, su cultura y tácticas
militares. Aecio también se hizo amigo del joven Atila.
Pocos años después, los
dos jóvenes se separaron cuando Atila fue enviado como prenda a vivir en
la corte del Imperio de Occidente.
Durante los años que Atila
pasó en la corte romana, aprendió mucho sobre sus enemigos, su lengua,
tácticas militares y su antigua cultura. Pero Atila no quería adoptar ese
estilo de vida, despreciaba la decadencia y corrupción que infectaba a la
civilización romana. Conocer Roma fue odiarla.
Para
el año 420, Atila fue devuelto a los hunos y Aecio a los romanos. Ambos
jóvenes habían aprendido mucho de sus respectivos enemigos. Aecio se dio
cuenta que sería más saludable tener a los hunos como aliados. La actitud
de Atila fue diferente, pudiendo tener la amistad con Aecio, pero se hizo
una promesa: "Algún día regresaré a Italia, no como prenda sino como
conquistador".
El
conquistador
Los hunos no dejaron
ninguna lengua escrita. Las descripciones que tenemos de Atila fueron
hechas siglos después de su muerte, lo retratan como demoníaco y como
romántico. Pero hay una descripción escrita por un historiador griego
llamado Priscus, que, de hecho, lo conoció en su campamento: "Fue un
hombre que nació para sacudir las razas del mundo, un terror para todas
las tierras que de una forma u otra atemorizó a todos por las noticias
terribles propagadas sobre él. Era altanero en su corte, orgulloso,
lanzaba miradas a todos lados para que su poder fuese evidente, incluso en
los movimientos de su cuerpo. Amante de la guerra, era reservado en sus
acciones, dado a recibir consejos, amable con sus súbditos y generoso con
aquellos a quienes había otorgado su confianza. Era bajo de estatura, con
un pecho ancho, cabeza masiva y ojos pequeños; tenía poca barba, su nariz
era chata y su tez morena, mostrando así los signos de su raza"
(Priscus).
Aunque se supone que
Priscus era historiador, también era griego y aristócrata y él veía a
Atila desde su perspectiva. ¿Era así Atila o era éste el modo en que
Priscus lo veía? Era el conflicto entre mito y lo que nosotros llamamos
historia, algo que no se puede separar en el mundo antiguo. Para ellos la
historia era algo diferente, eran cuentos, y si los cuentos eran buenos
entonces eran historia, no los hechos objetivos y puramente científicos.
Aunque Priscus es mejor que nada.
Había
apenas dejado de ser un adolescente cuando comenzó a guiar a los hunos en
batallas contra sus enemigos. Entre su segunda y tercera década de vida
participó en todas las excursiones militares y diplomáticas del rey Ruga.
A los 32 años, Atila había invadido Italia dos veces, pero no para
conquistar. Había ido a ayudar a su amigo Aecio quién estaba comprometido
en luchas internas y violentas por el poder.
A pesar que la ayuda fue
bien retribuida, Aecio fue el más beneficiado, obtuvo el título de Maestro
de Soldados, y así se convirtió en el hombre más poderoso del Imperio
Romano de Occidente. Durante los diez años siguientes Atila se convirtió
en su mejor amigo y en su aliado más poderoso. Mientras Atila fuera
recompensado por sus servicios, los enemigos de Aecio serían sus enemigos.
Cuando la rebelión estalló
en Galia, Atila acudió al rescate. Sus guerreros masacraron a los
borgoñones y mataron a su rey. El ejército huno arrasó con los godos.
Luego siguieron por Toulouse, la capital de los visigodos. Desesperados,
éstos últimos enviaron obispos a los hunos para suplicar por la paz. Un
cínico escritor romano dijo: "Mientras depositaban su esperanza en Dios,
nosotros la depositamos en los hunos".
Cuando el rey Ruga murió,
en el año 434, hubo gran regocijo en el Imperio Romano Oriental. Para el
momento de su muerte, Ruga se encontraba en guerra con el este. Ahora los
romanos tenían la esperanza de alcanzar la paz, pero el precio sería alto.
Los romanos tenían que negociar con Atila.
El emperador de
Oriente tendría que pagar a Atila un tributo de 700 libras de oro cada
año, dos veces la cantidad que se le pagaba al rey Ruga. También exigió un
rescate por cada prisionero romano bajo su custodia y se aseguró que sus
propios súbditos regresaran a salvo del territorio romano. En lo sucesivo
se les prohibiría a los romanos firmar tratados con enemigos de los hunos
o interferir en el derecho de comerciar en el Danubio. El tratado fue
firmado en el año 435.
Teodosio,
el emperador del Imperio Oriental, sabía que una paz costosa y humillante
era preferible a una guerra que no podría ganar. Para Atila los tratados
con los romanos eran una especie de guerra sin violencia. El tributo anual
que recibía de ambos imperios era más bien una forma de extorsión. Al
igual que los regalos que recibía cuando negociaban con él. Cada libra de
oro arrebatada a los romanos y cada carreta de saqueo obtenida durante
ataques inesperados le daba a Atila más influencia en su territorio y en
el exterior. La riqueza era poder, y con cada libra de oro que cruzaba el
Danubio, Atila se hacía más poderoso y más intimidante; y los romanos, más
humillados.
La paz entre los hunos y
los romanos orientales duró hasta el 440. Los hunos habían capturado un
obispo romano en el lado equivocado del Danubio y habían robado objetos de
las tumbas de sus muertos. Atila se enfureció, su ejército cruzó el río
con cólera justiciera y acometió contra un poblado comercial romano. En un
feroz combate, los jinetes de Atila arremetieron contra los romanos
cortándolos en pedazos. Mientras avanzaba su embestida, el hábil uso de
Atila de los ingenieros romanos capturados expertos en sitios, hizo que ni
siquiera las paredes más poderosas de las fortalezas resistieran el
ataque.
Ciudad tras ciudad fue
saqueada y destruida completamente, y sus riquezas despojadas. Los romanos
sufrieron derrota tras derrota. Para el otoño de 442, Atila había
conquistado la mayor parte de la región de los Balcanes, incluida la
actual Bulgaria, Grecia y los estados que formaron la ex-Yugoslavia.
El emperador Teodosio
suplicó por la paz. Esta vez el precio sería más alto que antes. Atila
insistió en el pago inmediato de 6000 libras de oro y un tributo anual de
1000 libras de oro. Teodosio no tenía alternativa.
Por increíble que parezca,
la vida de Atila no fue sólo guerras y negociaciones. Mientras se
encontraba en el campamento, los miembros de su tribu se reunían alrededor
de la entrada de su casa para que arbitrara asuntos de menor importancia.
Era entretenido por procesiones de doncellas danzantes, bufones de corte y
poetas.
Durante este período,
Atila también encontró tiempo para casarse con su primera mujer: Arika,
quién le dio cuatro hijos. Irnak, su hijo más joven, era su favorito. Dice
una profecía que el imperio de Atila se desplomaría pero que Irnak
reconstruiría el imperio.
Los escritores católicos
propagaron el rumor que los hunos eran salvajes, bestias infrahumanas.
También comenzaron a llamar a Atila: "El Azote de Dios". Pero esta
propaganda negativa resultó favorable para Atila. Mientras más amenazante
era su imagen, más sencillo era intimidar a sus enemigos.
A pesar de su riqueza y
poder, Atila conservaba hábitos modestos y un estilo de vida espartano.
Cuando el historiador griego Priscus cenó con Atila, se asombró al ver al
rey de los hunos comer con plato y cubiertos de madera mientras sus
tenientes lo hacían con plato de plata. Atila tampoco comió las
exquisiteces servidas a los demás, prefirió comida más sencilla como la
carne. No usaba ni prendas de oro ni piedras preciosas. Sus ropas eran
poco elaboradas.
La combinación de modestia
y poder absoluto de Atila podía en ocasiones llevar a hechos extraños. En
una ocasión, un poeta quería halagarlo con un poema en el que era
comparado con Dios; Atila se ofendió tanto por el trabajo del autor que
casi lo hace ejecutar.
El hermano de Atila,
Bleda, murió en el año 444. Atila era ahora el gobernante supremo del
Imperio Huno. Poco tiempo después, un pastor pidió una audiencia con
Atila. Trajo consigo una espada que había descubierto en el sitio donde
pastaba su ganado. Después de revisarla, el rey huno estaba convencido que
era la espada sagrada de Dios. Según una leyenda huna, esta espada, que se
había perdido durante tiempos antiguos, poseía grandes poderes; de hecho,
había sido y por siempre sería la clave del destino de su pueblo. Y ahora
estaba en sus manos. Consultó con los chamanes más confiables. Todos
estaban de acuerdo, no había duda en la interpretación de este grandioso
suceso.
Ahora
que Atila, gobernante supremo de los hunos, poseía la espada de Dios, su
destino era conquistar el mundo.
La guerra de los imperios
Atila parecía invencible,
luego de otra guerra con los romanos orientales en el 448, puso a
Constantinopla de rodillas. Los hunos tenían el control total de los
Balcanes, así como un gran tramo del territorio al este y una gran franja
del territorio al sur del Danubio.
Atila había convertido en
un arte refinado la práctica de extorsionar al Imperio Romano. Sólo tenía
que gruñir o sacudir el sable y los emperadores romanos enviarían
mensajeros diplomáticos corriendo a través del Danubio cargados con
regalos y peticiones de perdón.
No obstante, las acciones
de Atila durante este período sugerían que estaba perdiendo la calma. Sus
demandas se hacían más severas y extravagantes. Quizá sólo quería ver
cuanto más podía presionar a los romanos.
En julio del año 450 d.
C., una joven mujer de espíritu libre llamada Honoria entró en escena. Era
la hermana de Valentiniano III, emperador del Imperio Romano de Occidente.
Honoria se había convertido en una deshonra para la familia real después
de haber sido capturada en una posición comprometedora con su mayordomo.
Éste fue ejecutado por su indiscreción y Honoria fue casada con un
burócrata sin ambiciones.
Aún rebelde, Honoria envió
un mensaje a Atila pidiendo su ayuda. Ella le envió su anillo y una carta
donde le ofrecía convertirse en su esposa si él la liberaba de su
situación. Él, como prometido de la hermana del emperador, exigía la mitad
del Imperio Romano de Occidente como dote.
Pocas propuestas de
matrimonio han amenazado con tener consecuencias tan catastróficas. No le
tomó mucho tiempo a Atila pensar en el ofrecimiento. Envió un mensaje
inmediatamente a Valentiniano pidiendo que Honoria fuese liberada y así se
podrían casar.
El emperador romano envío
una procesión de embajadores a Hungría para razonar con el rey de los
hunos. Cada uno llevaba el mismo mensaje: Honoria no sería liberada,
después de todo ya estaba casada. Cada embajador también llevaba un nuevo
cargamento de regalos para hacer el mensaje más atractivo. Atila aceptó
los regalos pero no la respuesta de Valentiniano. Más mensajeros fueron
enviados, pero la crisis no se resolvió.
Durante este período,
Atila también exigió el regreso de los fugitivos que habían escapado a
través del Danubio. El emperador Teodosio sostenía que no había fugitivos
en el Imperio Oriental. Entonces el rey huno comenzó a amenazar con la
guerra. Se enviaron más embajadores para resolver las cosas, por supuesto
todos llevaban regalos.
Atila
se volvió cada vez más obstinado y exigente sobre el rango de los
embajadores que enviaban. En cierta ocasión rechazó ver a una delegación
romana, pero insistió en que dejaran los regalos de todos modos. Cuando se
negaron, amenazó con ejecutarlos.
Ahora era inevitable que
Atila y Aecio, su antiguo amigo y aliado, se encontraran en el campo de
batalla.
En el año 450, este
prospecto se convirtió en realidad cuando Atila anunció que iba a iniciar
una guerra contra los enemigos tradicionales de los hunos, los visigodos.
Sostenía que su campaña no estaba dirigida contra el Imperio de Occidente.
Pero el lugar de los visigodos era Galia y, para los romanos, Galia era
aún parte del imperio.
Para los romanos, la
perspectiva que los hunos ganaran Galia era impensable. Aecio no tenía la
fuerza militar para enfrentarlos solos. Su única esperanza era convencer a
los visigodos de dejar a un lado sus diferencias con los romanos y unirse
contra su enemigo común, los hunos.
Aecio se encontraba
todavía uniendo sus fuerzas en Italia, cuando Atila marchaba hacia el
oeste, en las afueras de Hungría, encabezando un enorme ejército
multitribal hacia la Galia central. Según los cálculos, la fuerza del
ejército huno era de medio millón de hombres. Éste gran ejército cruzó el
Rin en el año 451 d. C. El pánico se extendió como pólvora a medida que
entraban en Galia. Ciudades y pueblos ardieron, y las carrozas de madera
de los hunos rebozaban con los botines del saqueo.
A medida que los hunos
avanzaban en Galia, encontraban ciudades vacías; los ciudadanos huían
aterrorizados. En mayo, el ejército de Atila había llegado a la ciudad de
Orleans. Ésta se mantuvo bajo sitio como ninguna otra ciudad. Finalmente
las fortificaciones cedieron.
Sin embargo, mientras los
hunos entraban a la ciudad, el ejército armado la tomaba por asalto. El
contingente romano guiado por Aecio y los visigodos por su rey Teodorico.
Sorprendido, Atila guió a
su ejército a una retirada a 100 millas del lugar hasta las planicies
catalanas. Luego trató de reagrupar sus fuerzas. Coordinar esta mezcla de
nacionalidades fue difícil, incluso para este afamado estratega. Mucho
antes de lo esperado, los romanos y los visigodos avanzaron.
Los jinetes vencidos de
Atila fueron atrapados en el medio de un frente de batalla de cuatro
millas de largo; inutilizados, fueron incapaces de lanzar sus devastadores
ataques en los flancos del enemigo. Encerrados por su propia infantería
por un lado y por sus enemigos por el otro, los hunos morían por miles, al
igual que los romanos y visigodos. La batalla comenzó en la tarde y duró
hasta bien entrada la noche. Finalmente, ambos bandos se retiraron, Atila
hacia el sur, sus enemigos hacia el norte. El rey huno había sufrido su
primera derrota seria.
Sin embargo, el ímpetu de
Atila no fue afectado. A su regreso a Hungría, inmediatamente volvió a
exigir que Valentiniano liberase a Honoria y cediera la mitad de Italia
como dote.
Valentiniano decidió
desenmascarar a Atila. En la primavera del año 452 comenzó a sufrir las
consecuencias. El ejército huno atacó a través del Danubio cruzando los
Alpes Julianos en el norte de Italia. Aecio no tenía esperanzas de
detenerlo, su poderoso ejército aliado del año anterior se había disuelto
después de la batalla de las planicies catalanas. Aecio sólo tenía una
sugerencia para Valentiniano: abandonar Italia y trasladar la capital a
Galia, seguramente allí estaría a salvo por unos pocos meses. El emperador
rechazó la idea y decidió ir a Roma y rezar por lo mejor que pudiera
pasar.
A medida que Atila
avanzaba en Italia, ciudad tras ciudad caía frente a su ejército. La
mayoría de estas, temiendo el salvajismo de los hunos, sencillamente
abrían las puertas de sus murallas. Aquellas que se resistían eran
destruidas y sus ciudadanos asesinados.
El norte de Italia
había caído frente a los hunos. Parecía sólo cuestión de tiempo para que
llegaran a Roma. La única alternativa de
Valentiniano y Aecio era enviar una delegación y suplicar por la paz. El
destino del Imperio Romano y del mundo cristiano estaba en juego. Entonces, decidieron no correr riesgo alguno. El papa León I guiaría la
delegación al campamento de Atila. El jefe de la Iglesia católica romana
fue enviado a encontrarse con "El Azote de Dios", para discutir los
términos del acuerdo.
Atila recibió al papa en
su campamento a orillas del río Mincio. Según se dice, el encuentro fue
amigable. Sus términos eran los usuales tributos en oro y alguna otra
medida que los romanos no podrían cumplir. Cualquier violación del tratado
por parte de los romanos le daría un pretexto para invasiones futuras.
Finalmente estuvo de acuerdo en retirarse de Italia.
En
realidad es posible que el ejército de Atila sufriera la plaga. Además el
terreno en Italia no era el ideal para las tácticas a caballo que mejor
dominaba. Tenía graves problemas y quizás aceptó cualquier compensación y
dejó Italia, porque buscaba un modo seguro de salir él y su ejército de la
península itálica.
Los
romanos creían que Atila accedía a retirarse porque temía la cólera del
Dios cristiano. En realidad, sus caballos y carrozas estaban ya tan
cargados con los botines de saqueos que la movilidad de su ejército se
había deteriorado. Y, a pesar que él despreciaba la civilización romana,
no tenía ningún deseo de destruirla. ¿Por qué querría destruir una
sociedad que había sido su mayor fuente de ingreso? Atila estaba más que
contento con la retirada.
Colapso y legado
A finales del año 452,
más rico y poderoso que nunca, Atila regresó a su tierra. De inmediato
comenzó a planificar una invasión al Imperio Romano Oriental y una
fastuosa boda. Una noble germánica llamada Ildiko lo había conquistado.
Según se dice, era joven y hermosa.
El rey de los hunos, con
50 años, se caso con Ildiko un día de primavera del año 453. Cómo de
costumbre, se realizó un gran festín y la celebración duró toda la
noche.
Atila
fue encontrado muerto en su cama a la mañana siguiente, después de
permitirse comer y beber en exceso. El gran rey sufrió una hemorragia
nasal y se ahogó en su propia sangre. Otra teoría dice que fue envenenado
por su reciente esposa, quién posiblemente había perdido su familia en una
de las invasiones hunas o tendría alguna relación con Aecio, quien la
envió para hacer lo que él no pudo.
Los hunos lamentaron la
muerte de su rey rasgándose las vestimentas, cortándose sus cabellos y
mutilando sus cuerpos; ya que creían que su máximo líder debía ser llorado
no con lamentos femeninos y lágrimas sino con sangre varonil.
El cuerpo de Atila fue
colocado en un ataúd revestido de hierro, oro y plata. El hierro
representaba a sus conquistas; el oro y la plata, los tributos recibidos
por ambos Imperios Romanos. A un lado de su cuerpo se encontraban su
espada real, su arco y flecha, su lanza y una gran cantidad de joyas y
ornamentos.
Según la leyenda, su
cuerpo yace en el fondo del río Tisza, en Hungría central. Miles de
esclavos levantaron diques temporales que retenían las aguas del río
mientras se preparaba la tumba. Una vez que se colocaron los restos de
Atila, los diques fueron desmantelados, las aguas del Tisza inundaron el
fondo del río nuevamente, asegurando que el sitio de descanso eterno de
este gran rey huno se mantuviera en secreto por siempre.
Para los romanos, la
muerte de Atila fue motivo de alegría. Los imperios se habían salvado. En
oriente, el emperador afirmó que Dios le había informado sobre el
fallecimiento de Atila la misma noche en que murió. "Tuve un sueño –dijo–
en el cual el arco roto del rey bárbaro fue traído ante mí". Cierta o no
esta historia, su simbolismo es bastante apropiado; ciertamente, el arco
del huno estaba roto.
Después de la muerte de
Atila, sus hijos asumieron el poder. Pero ninguno demostró ser apto para
llevar a cabo la tarea. Los hunos, que bajo Atila habían estado juntos
como nunca antes, cayeron en el caos y la guerra civil.
Para el año 469 d. C. el
imperio huno era apenas un recuerdo.
Los estudiosos se han
acostumbrado a ver los movimientos en la historia como conflictos
este-oeste, pueblos bárbaros de oriente amenazando la civilización
occidental. Esa tal vez sea parte de la razón de la fascinación por Atila
en los siglos subsiguientes.
Al igual que las aguas del
río que inundaron el lugar del descanso final de Atila, las corrientes del
tiempo y del mito revolotean alrededor de su legado. Al igual que su
imperio, que desapareció junto al idioma de su tribu, la historia de su
vida y de sus logros cayó en manos del pueblo que aterrorizó en vida.
En el mundo de habla
inglesa es recordado como un bárbaro cruel y destructor. Las raíces de
esta concepción pueden rastrearse hasta los historiadores católicos
romanos, quienes comenzaron a escribir en contra de los hunos desde antes
del nacimiento de Atila. En casi todas estas crónicas Atila es culpable de
atrocidades viles e indecibles abominaciones. Sus víctimas cristianas
inocentes son salvadas por la intervención divina. Esta tradición continuó
en el siglo XX cuando, durante las dos guerras mundiales, los británicos
usaron a los hunos como metáfora de los alemanes. Un símbolo de la
destrucción sin sentido que amenazó al mundo de habla inglesa.
En el mundo germánico, se
ha conservado una idea muy diferente de Atila. Irónicamente, ha sido
recordado en forma más favorablemente por aquellas culturas de los pueblos
que él conquistó. En las épocas germanas medievales, como la canción de
los nibelungos, Atila fue representado como un rey pacífico y sin
ambiciones, como un esposo y padre modelo casado con una mujer dominante.
En Hungría es un héroe nacional, un símbolo del pasado noble y orgulloso
de la nación; aunque el pueblo húngaro de hoy sólo descienda en parte de
los hunos.
Visto
en el contexto de su tiempo, Atila fue un hombre de extraordinario talento
quién unificó una federación de tribus nómadas dispersas y la convirtió en
una de las maquinarias militares más temibles y violentas de la historia.
Después, con astucia y valor, uso esa maquinaria para rivalizar y
conquistar a las grandes potencias de su época. Fue un líder que aprovechó
al máximo las oportunidades que la historia le ofreció a él y a su pueblo.
En este proceso, Atila el huno, se elevó de una relativa oscuridad para
convertirse en uno de los famosos e infames personajes de la
historia.
"SE DICE QUE DONDE SU CABALLO PISABA NO CRECÍA LA HIERBA"
Atila
Gobernante
Atila
fue el último y más poderoso caudillo de los hunos, tribu procedente
probablemente de Asia, aunque sus orígenes exactos son desconocidos.
Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el 434 hasta
su muerte en 453. Wikipedia
Fecha de nacimiento: 406 d. C., Panonia
Fecha de la muerte: marzo de 453 d. C., Hungría
Fuentes
redaccion-digital.com.ar
Google
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Como amante de la historia me pareció adecuado abrir este espacio dedicado a personajes y hechos relevantes de la historia. Manuela Alcalá
A la historia
domingo, 8 de noviembre de 2015
Atila >Rey de los Hunos< EL AZOTE DE DIOS
viernes, 6 de noviembre de 2015
Toma del Palacio de Justicia (Bogotá)
Asalto del Palacio de Justicia | ||
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Conflicto armado en Colombia | ||
Soldados del Ejercito en medio de los combates que siguieron a la Toma del Palacio de Justicia. 6 de noviembre de 1985. |
La Toma del Palacio de Justicia, en Bogotá, Colombia, también llamada Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre, fue un asalto perpetrado el miércoles 6 de noviembre de 1985 por un comando de guerrilleros del Movimiento 19 de abril (M-19) a la sede del Palacio de Justicia, ubicado en el costado norte de la Plaza de Bolívar de Bogotá, frente a la sede del Congreso y a una cuadra de la Casa de Nariño,
la residencia presidencial. El M-19 mantuvo a cerca de 350 rehenes
entre magistrados, consejeros de Estado, servidores judiciales,
empleados y visitantes del Palacio de Justicia. Dicha incursión fue seguida de la reacción de la Policía Nacional y el Ejército Colombiano, rodeando el edificio e iniciando una operación de retoma del mismo que se extendió hasta el jueves 7 de noviembre de 1985.
Los hechos culminaron 27 horas después, dejando un saldo de 98 muertos,
entre ellos once magistrados. Once personas más también fueron
consideradas como desaparecidas al no conocerse su paradero; número que
se reduciría a 7 después de que la Fiscalía anunció en el año 2000 que el cadáver de Ana Rosa Castiblanco, empleada de la cafetería que se encontraba desaparecida, fue hallado en una fosa común; y que el 17 de octubre de 2015 el Instituto de Medicina Legal anunciara la identificación de los restos de Cristina del Pilar Guarín Cortés, Lucy Amparo Oviedo y Luz Mary Portela.
Por las investigaciones emprendidas por la Fiscalía General de la
Nación desde el año 2005 sobre los civiles desaparecidos durante la
retoma del Palacio por parte del Ejército y que salieron con vida del
hecho quedando en custodia de la Fuerza Pública, han sido detenidos dos coroneles y el coronel (r) Alfonso Plazas Vega.
La toma ha sido calificada como holocausto y masacre por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Esquema de seguridad del Palacio de Justicia
El 20 de septiembre de 1985 se realizó una reunión entre funcionarios del gobierno y algunos magistrados de la Corte, entre los que asistió el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, con el fin de analizar las medidas de seguridad que se iban a tomar para resguardar a los cuatro magistrados de la sala constitucional de la Corte; Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero, Ricardo Medina Moyano y Alfonso Patiño Roselli. Los cuatro magistrados tenían a su cargo el tema del tratado de extradición de colombianos por narcotráfico hacia Estados Unidos, y habían recibido amenazas de muerte por parte de miembros del Cartel de Medellín y su jefe Pablo Escobar.En este encuentro se determinó que la Policía Nacional hiciera un estudio de seguridad del Palacio, el cual se llevó a cabo entre el 27 de septiembre y el 15 de octubre de ese año. Los resultados del mismo se presentaron en un consejo de gobierno el 17 de octubre. Dos días antes del asalto, la Policía Nacional retiró la vigilancia asignada al edificio, dejándola en manos de una empresa privada, aunque advirtió a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado acerca de los planes del M-19. Un mensaje anónimo había anunciado la toma para el 17 de octubre de 1985, tal como quedara registrado en un documento del comando de las Fuerzas Militares, por lo que se tomaron medidas especiales de seguridad, retiradas el 1 de noviembre por petición de Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema. Por su parte, el coronel Pedro Herrera Miranda de la Policía dijo que había ordenado recortar la vigilancia del Palacio por orden del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía. Eso es una gran mentira, primero porque el magistrado era de los más amenazados, y segundo porque no era función suya pedir el retiro de la vigilancia del Palacio, pues los presidentes de las cortes son sólo voceros, y para poder sugerir el retiro de la fuerza pública tenía que haberse reunido con su homólogo del Consejo de Estado. Sin embargo, según las investigaciones judiciales recientes, desde agosto de 1985 los organismos de inteligencia colombianos tenían conocimiento del plan del M-19 de atacar el Palacio de Justicia, el Palacio de Nariño (la residencia presidencial) o el Capitolio Nacional (sede del Congreso).
Según la Revista Semana el M-19 había decidido realizar la toma del Palacio de Justicia durante la visita del presidente francés François Mitterrand para darle dinamismo internacional, no obstante, el mismo 17 de octubre, fueron arrestados dos hombres en las inmediaciones del Palacio de Justicia haciendo planos del edificio. El Palacio de Justicia fue puesto bajo vigilancia militar hasta los primeros días de noviembre, en que la vigilancia fue retirada y sustituida por vigilantes de una empresa privada de seguridad. Días antes de la toma, se almacenaron en la cafetería del Palacio Justicia unos 1.500 pollos, algo que después levantaría sospechas.
Los miembros del Cartel de Medellín al mando del narcotraficante Pablo Escobar y otros narcotraficantes, se asociaron para evitar la aprobación del tratado de extradición a Estados Unidos, la cual estaba siendo evaluada por la Corte Suprema de Justicia. El grupo de narcotraficantes se hizo llamar «Los Extraditables».
Las amenazas las hicieron entre principios y mediados de septiembre de 1985 para coaccionar o intimidar a los Magistrados y sus familiares entre los que estaba Patiño, para tratar de cambiar sus tesis y sus votos. Además de Patiño, los magistrados Ricardo Medina Moyano y Manuel Gaona Cruz informaron a las autoridades de las amenazas el 30 de octubre de 1985. Patiño alcalzó a recibir tres cartas y dos cintas de audio que recibió por correo. Parte de su declaración detallaba:16
Sin embargo antiguos miembros de la guerrilla niegan cualquier participación por parte de los narcos.
Las amenazas las hicieron entre principios y mediados de septiembre de 1985 para coaccionar o intimidar a los Magistrados y sus familiares entre los que estaba Patiño, para tratar de cambiar sus tesis y sus votos. Además de Patiño, los magistrados Ricardo Medina Moyano y Manuel Gaona Cruz informaron a las autoridades de las amenazas el 30 de octubre de 1985. Patiño alcalzó a recibir tres cartas y dos cintas de audio que recibió por correo. Parte de su declaración detallaba:16
«...Efectivamente, en los últimos meses a partir de los primeros (sic) de septiembre me han llegado escritos que según los mismos provienen de Los Extraditables, en los cuales se me plantea la alternativa de apoyar las demandas (tres) que cursan en la Corte Suprema contra la Ley 27 de 1980, por medio de la cual se aprueba el Tratado de Extradición entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América, suscrito el 14 de septiembre de 1979 o ser asesinado (o secuestrado, según ellos)».Uno de los mensajes que recibió leía:
«Nuestra causa. Por eso no aceptamos renuncia, no aceptamos licencias, no aceptamos enfermedades ficticias, no aceptamos vacaciones sospechosas y apresuradas. Cualquier posición asumida en contra nuestra, la tomaremos como un reto y como una aceptación a nuestra declaración de guerra... desde la cárcel ordenaremos tu ejecución y fumigaremos con sangre y con plomo tus más preciados miembros de familia... si el Tratado de Extradición no cae derrumbaremos la estructura jurídica de la nación... no estamos jugando, atacamos de sorpresa».Los extraditables.
Según la Comisión de la Verdad, uno de los sicarios de Pablo Escobar apodado «Popeye» afirmó que el M-19 fue financiado por el narcotraficante y jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar y el grupo de narcoterroristas autodenominados «Los Extraditables».
Sin embargo antiguos miembros de la guerrilla niegan cualquier participación por parte de los narcos.
Planeación de la toma por el M-19
La toma al Palacio de Justicia fue ideada y planeada por el guerrillero del M-19 Luis Otero, mientras que el comandante guerrillero Álvaro Fayad fue el encargado de aprobar el plan.
Otero ya había
planeado otras operaciones del M-19, como el robo de la espada de Bolívar, el asalto al Cantón Norte y la toma de la embajada de la República Dominicana, hecho por los cuales fue enjuiciado en un Consejo Verbal de Guerra, pero tras una amnistía salió de la cárcel.
Si bien la operación tuvo que ser abortada debido a la alerta de las
autoridades sobre el plan, rompiendo una norma del grupo de jamás
retomar un plan cancelado se decidió retomar la operación ya que tanto
el plan de Fayad como, principalmente, de Otero era obligar al
presidente Betancur a presentarse a un juicio aprovechando la ventaja
del edificio, similar a una fortaleza, además de su valor simbólico como
sede la justicia colombiana e igualmente aprovechando la relación de
los cuadros negociadores del M-19 con los magistrados siendo éstos,
tiempo atrás, docentes de derecho de los anteriores.
Un cascabel del Ejército, cubre uno de los flancos del edificio del Palacio de justicia el 6 de noviembre de 1985
6 de noviembre
Momentos previos
Las unidades del Ejército que intervendrían en las horas siguientes estaban conformadas por la XIII Brigada, comandada por el General Jesús Armando Arias Cabrales. Entre sus subordinados estaba el Jefe del Estado Mayor de la Brigada XIII (B-5), el Coronel Luis Carlos Sadovnik. En orden descendente seguían las unidades B-1, B-2, B-3 y B-4. El Coronel Edilberto Sánchez estaba al mando de la B-2.
A las 11:00 AM (UTC-5), siete guerrilleros del M-19 ingresaron armados y vestidos de civil al Palacio de Justicia, aprovechando la poca vigilancia. El grupo era liderado por Alfonso Jacquin, también iba la guerrillera Irma Franco. Una vez dentro asumieron posiciones en el edificio; dos en la secretaria del Consejo de Estado, dos en la secretaria de la Sección Tercera del Consejo de Estado, dos en la cafetería y una mujer en el tercer piso.
Jacquin hizo una llamada telefónica desde el tercer piso a Luis Otero, que se encontraba en una casa en el barrio Calvo Sur, en la dirección Calle 6a Sur No. 8 -42 avisándole que ya estaba dentro y podía proceder. Desde la casa Otero y otros 27 guerrilleros más se desplazaron en tres vehículos hacia el edificio del Palacio de Justicia.
A las 11:30 AM (UTC-5) La Sala Constitucional estaba en sesión, el magistrado Gaona Cruz leía su ponencia sobre una de las demandas contra el tratado de extradición con los Estados Unidos de América. En la misma sala estaban los Magistrados: Alfonso Patiño Roselli, Presidente de la Sala, Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero y Ricardo Medina Moyano, además del secretario Ricardo Correal Murillo. En los despachos, estaban los Magistrados Fabio Calderón Botero, Alfonso Reyes Echandía, Pedro Elías Serrano Abadía y Darío Velásquez Gaviria. En la Sala Laboral, se encontraban los Magistrados Fanny González Franco, José Eduardo Gnecco Correa y Nemesio Camacho Rodríguez. En otro sector de la Sala Penal, estaban los Magistrados Auxiliares Emiro Sandoval Huertas y Julio Cesar Andrade, y siete auxiliares judiciales: María Janeth Rozo, Isabel Méndez de Herrera, María T. Muñoz de Jiménez, María Cristina Herrera Obando, Beatriz Moscoso de Cediel, Libia Rincón Mora y Nurys Soto de Piñeres. De los despachos de los Magistrados de la Sala Constitucional estaban las secretarias Lyda Mondol de Palacios, Ruth Zuluaga de Correa y Rosalía Romero de Díaz. De la Sala Laboral se encontraban en ese piso el Magistrado Auxiliar Jorge Alberto Correa Echeverri y los secretarios de los despachos Hermógenes Cortés Nomelín, Cecilia Concha Arboleda y Ana Lucía Bermúdez de Sánchez.
En el primer piso estaban la mayoría de empleados del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia. Se encontraban el adminitrador de la cafetería, Carlos Augusto Rodríguez Vera, la cajera Cristina del Pilar Guarín, los meseros Héctor Jaime Beltrán y Bernardo Beltrán, la empleada Gloria Estela Lizarazo, el chef David Suspez y la empleada Luz Mary Portela. También se encontraban visitando o para citas la contratista Norma Costanza Esguerra y Gloria Anzola de Lanao. Lucy Amparo Oviedo esperaba entrevistarse con el magistrado Alfonso Reyes Echandía.
Para los guerrilleros del M-19, se trataba de la «Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre». La toma comenzó a las 11:30 AM (UTC-5) del 6 de noviembre de 1985, cuando 28 guerrilleros del «Comando Iván Marino Ospina», al mando de Luis Otero y Andrés Almarales, ingresaron fuertemente armados al edificio vestidos de civil. Pocos minutos después empezaron a gritar consignas y a hacer disparos. un camión reventó el separador metálico de la portería del parqueadero que da frente a la Carrera Octava, seguido por dos vehículos que conducían personas vestidas con camuflados de las fuerzas armadas y armados con rifles. Ingresaron por la puerta del sótano del costado occidental, (entrada al estacionamiento del Palacio de Justicia), mientras que un grupo de guerrilleros se atrincheró en el primer piso y la puerta principal. Los primeros en morir fueron Eulogio Blanco y Gerardo Díaz Arbeláez, vigilantes de la firma Cobasec Ltda., contratista para labores de vigilancia del Palacio de Justicia. Blanco y Arbeláez no lograron utilizar sus revólveres.
Durante el ingreso de los guerrilleros, un agente de policía resultó herido. En cerca de media hora los guerrilleros tomaron el control total del edificio, mientras a las afueras se agolparon refuerzos de la Policía Nacional y el Ejército Nacional.Fueron ubicados en las terrazas de algunos edificios vecinos, como la Catedral Primada, el Palacio Liévano de la Alcaldía de Bogotá y la Casa del Florero, con la intención de recuperar el Palacio.
El M-19 había hecho las peticiones de rigor publicación de las actas de la Comisión de Verificación, de los documentos del FMI, entre otros documentos, pero la principal exigencia del M-19, sin embargo, era la de obligar al Presidente Betancur a presentarse al Palacio de Justicia para hacerle un juicio público, presidido por la Corte Suprema de Justicia, teniendo como fiscal a todo el pueblo colombiano, el cual formularía sus denuncias a través de la radio. Algo que para el gobierno resultó descabellado.
El gobierno del presidente Betancur decidió no negociar debido a que las circunstancias políticas no daban para una negociación al momento de la toma. Betancur era acusado por algunos sectores de la opinión pública de haberle entregado el país a la guerrilla, el M-19 había roto la tregua y culpaban al gobierno, además de haber realizado un atentado contra el Comandante del Ejército. Según la Revista Semana, «el país estaba sumido en un ambiente de desestabilización institucional con una percepción de un vacío de autoridad». Varios analistas consideraban que si Betancur accedía a las peticiones de los guerrilleros, el gobierno quedaría mal ante la opinión pública nacional e internacional.
La entonces ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, ordenó transmitir por televisión un partido de fútbol en vez de presentar la situación del Palacio durante parte de la crisis. Según algunas fuentes, no estaba permitido transmitir la operación de la retoma al Palacio de Justicia. Las estaciones de radio y algunos noticieros continuaron transmitiendo la información en directo, sin embargo, nuevamente la ministra volvió a dar la orden de impedir que se siguiera transmitiendo por radio lo que estaba sucediendo. Fue así como, mientras el presidente de la Corte, Alfonso Reyes, rogaba por el cese al fuego, al país se le ocultó su mensaje de auxilio.
Retoma: Operación Rastrillo o «Plan Tricolor 83»
Después del mediodía, llegaron los primeros tanques EE-09 Cascavel y Urutú, que fueron ubicados alrededor del Palacio, sobre la Plaza de Bolívar y las carreras Séptima y Octava. El presidente Belisario Betancur fue informado del hecho.
A la 13:00 (UTC-5), los guerrilleros le dijeron al magistrado Alfonso Reyes Echandía, mantenido como rehén, que nada le iba a suceder y que lo requerían para negociar. Los guerrilleros del M-19 se refugiaron en el cuarto piso junto a algunos rehenes, realizaron llamadas telefónicas al Palacio de Nariño, sede presidencial, y a varios medios de comunicación, para hacer conocer sus exigencias. El M-19 exigía la publicación en los diarios y la difusión en las cadenas radiales de una proclama; pidieron la creación en una cadena radial de un espacio diario para la expresión de la oposición y la presencia del Presidente de la República o su apoderado ante la Corte Suprema de Justicia, para efectos de hacerle un juicio político.
Minutos más tarde, un grupo de soldados del Batallón Guardia Presidencial entró al Palacio para sacar los cadáveres de dos vigilantes, mientras un oficial y un suboficial recuperaban la ametralladora del tanque Urutú. A las 13:30 (UTC-5), los primeros vehículos blindados ingresaron por el sótano. A las 13:20, el comandante guerrillero del M-19 Luis Otero se comunicó con algunos medios de comunicación para confirmar la autoría y el nombre de la toma.
A las 13:55 (UTC-5), un tanque EE-09 Cascavel rompió la puerta principal del Palacio. A las 14:00, dos helicópteros dejaron en la azotea del edificio a un grupo de policías del Comando de Operaciones Especiales de la policía, que también ingresó al Palacio. Otro de los tanques Urutú trató de irrumpir en una de las puertas del recinto para rescatar el cadáver del subteniente de la Policía José Fonseca Villada, asesinado por los guerrilleros al comienzo de la toma, pero debido a la estrechez de ésta, perdió la metralleta y, por el tiroteo con los guerrilleros del M-19, debió ser retirado. Dos tanques ingresaron por la puerta principal y obligaron a los guerrilleros y rehenes a subir a los pisos superiores, mientras que en la parte posterior del Palacio de Justicia se inició un incendio. Los combates se intensificaron en el sótano, mientras los subversivos se desplazaban a los pisos superiores.
Quince minutos después fueron liberados algunos rehenes, trasladados a la Casa del Florero para su identificación, a excepción de los heridos que fueron llevados a clínicas y hospitales. Luego, a las 14:25, un tercer tanque ingresaba a la edificación, con soldados del Batallón Guardia Presidencial y de la Escuela de Artillería, mientras hombres del Grupo Operativo Antiextorsión y Secuestro (GOAS) de la policía llegaban por la azotea.
A las 15:00 el presidente Betancur pidió ayuda y consejo a algunos ex-presidentes, candidatos a la Presidencia y congresistas, estos primeros concordaban en que era mejor negociar en lugar de retomar el Palacio. Cinco minutos después, Álvaro Villegas Moreno, presidente del Congreso, hablaba por teléfono con Reyes Echandía y el magistrado Pedro Elías Serrano, quienes le solicitaron pedirle a Betancur el cese al fuego. En una segunda conversación, Reyes Echandía le dijo que se encuentra en el cuarto piso con los guerrilleros, dato confirmado por uno de los subversivos que le quitó el teléfono y quien comunicó que, de no llegarse a un cese al fuego, nadie iba a salir vivo. A las 15:15 Villegas le llevó el mensaje a Betancur, quien respondió que no iba a negociar y que no había logrado comunicarse con Reyes.
A las 16:10, les ordenaron a los soldados que ingresaron por la puerta, buscar rehenes para ayudarles a salir. Varios estruendos se escucharon desde el sótano y los primeros pisos, lo que llenó de humo el edificio. Reyes Echandía seguía pidiendo el cese al fuego, secundado por otros magistrados a través de la radio. A las 16:50, la Cámara de Representantes repudiaba la toma y se declaraba en sesión permanente.
A las 17:10, Reyes Echandía logró comunicarse con el general Víctor Delgado Mallarino, director general de la Policía Nacional y amigo suyo. Reyes le pidió que cesaran el fuego porque de no hacerlo todos iban a morir, a lo que Delgado respondió diciéndole que estaba haciendo lo posible por rescatarlos y que necesitaba comunicarles a los del M-19 que el gobierno no iba a negociar. Otero y Delgado hablaron. A las 17:30, el general Jesús Armando Arias Cabrales, comandante del Ejército, toma el mando de la operación de rescate.
«Por favor, que cese el fuego inmediatamente... es de vida o muerte».Alfonso Jacquin: «Les habla Alfonso Jacquin, segundo al mando de éste operativo, el presidente de la República no le ha pasado al teléfono al presidente de la corte y se va a morir, porque el presidente de la República, ni siquiera con su poder jurisdiccional, es increíble que el M-19 no es el que se ha tomado el Palacio de Justicia, se lo tomó los tanques del Ejército... [Disparos, explosiones y gritos] ...es lo increíble, el Ejército entró con sus tanques y están sonando los tiros, cuando entren en este piso nos morimos todos, sépalo».
Voz telefónica de Alfonso Reyes Echandía, estando como rehén.
7 de noviembre
A las 7:00 AM (UTC-5) Betancur aceptó dialogar con los subversivos y ordenó al director de la Policía Carlos Martínez Sáenz darles el mensaje, Reyes Echandia había logrado comunicarse con Martínez y este afirmó haber dado la orden de cese al fuego, pero argumentando problemas de comunicación la orden no se había cumplido. A la 01:30 PM (UTC-5) del 7 de noviembre y a los empleados Carlos Augusto Rodríguez, administrador de la cafetería del Palacio, y Cristina del Pilar Guarín, cajera de la cafetería, son captados por un vídeo con vida. Al parecer, los dos fueron llevados a la Casa del Florero, a pocos metros del lugar, pero nunca más se supo de ellos. La orden de Almarales era que los heridos salieran del baño donde estaban sitiados y que algunos guerrilleros, entre ellos Irma Franco y Clara Elena Enciso salieran.El Consejero de Estado Reynaldo Arciniegas fue liberado por los guerrilleros del M-19, para llevar un mensaje al presidente Betancur y permita el ingreso de la Cruz Roja y se comience a negociar sin saber que la orden de cese al fuego no fue cumplida ni dada y al rato sucede una explosión adentro de los baños. Vega Uribe anuncia que la toma y retoma del Palacio había terminado.
Una vez terminada la retoma, periodistas documentaron cómo había quedado el Palacio mientras que soldados, policías y miembros de la Defensa Civil sacaban los cadáveres, los cuales fueron llevados por los castrenses sin que el Instituto de Medicina Legal (órgano estatal autorizado para el levantamiento de cadáveres) pudiese tener participación. En el baño se dejaron prendas y se sacaron cadáveres calcinados imposibles de identificar. Esa noche Betancur se dirigió a los colombianos asumiendo su responsabilidad:
Esa inmensa responsabilidad la asumió el Presidente de la República, que para bien o para mal suyo estuvo personalmente tomando las decisiones, dando personalmente las órdenes respectivas, tomando el control absoluto de la situación, de manera que lo que se hizo para encontrar una salida dentro de la ley fue por cuenta suya, por cuenta del Presidente de la República...
Belisario Betancur en su alocución presidencial.
El llamado de Reyes Echandía a cesar el fuego que nunca fue escuchado.
Tanques apuntan al Palacio de Justicia mientras un hombre es evacuado - Foto AFP
Asi reportó la prensa local
Fuentes
YouTube
BluRadio.com
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