A la historia

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domingo, 8 de noviembre de 2015

Atila >Rey de los Hunos< EL AZOTE DE DIOS




Atila, el azote de Dios



























Antes de Hitler, o Ivan el terrible, el símbolo del terror y la maldad fue Atila el huno, quien conquistó el Imperio Romano en el siglo V. Fue tan temido que se le conocía como "el Azote de Dios". Pero la historia de Atila el huno es más que un relato de salvajismo, es también la historia de un hombre nacido para ser líder. Alguien tan hábil para hacer negocios y dirigir ejércitos como lo era con la espada.



Es el año 452 d. C., luego de una campaña relámpago en el norte de Italia, Atila, rey de los hunos, guía a sus ejércitos hasta las mismas puertas de Roma. La capital del imperio más poderoso del mundo antiguo se encontraba ahora a los pies de este temible jefe guerrero. Su pueblo había arrasado con Europa como una tormenta proveniente de las estepas del Asia central, hacía tan sólo pocas generaciones.



Pero fue Atila quien unificó las tribus hunas. Desde que se convirtió en su líder, en el año 434, se había transformado en uno de los gobernantes más poderosos sobre la faz de la tierra. Sin duda para sus enemigos atemorizados, este notable hombre era "el Azote de Dios".  



Atila el huno fue uno de los conquistadores más exitosos de la historia. En la cumbre del poder mantuvo a casi todas las tribus bárbaras de Europa en un puño y con el otro amenazó con aplastar a todo el Imperio Romano. 


Sus éxitos en la guerra le hicieron ganar otro tipo de distinción dudosa. Hace pocos años, la revista "Time" le pidió a un grupo de historiadores que hiciera una lista de los diez hombres más odiados de la historia. Adolfo Hitler fue el ganador indiscutible, pero muchos también colocaron a Atila al principio de la lista. Para muchas personas el nombre de Atila el huno, evoca barbarie, terror y destrucción.  



Sin embargo, en algunas partes del mundo, Atila goza de una mejor reputación. En Hungría por ejemplo, Atila no es sólo un héroe nacional sino un nombre propio muy común. En muchas de las regiones que conquistó es recordado como un gobernante sabio y bondadoso. Incluso en Estados Unidos la gente ha empezado a hacer una revisión de la trayectoria de este gran rey bárbaro. En 1985, un libro titulado "Los secretos de liderazgo de Atila el huno", cautivó a muchos líderes políticos y hombres de negocio. Al igual que Atila, el libro se convirtió en objeto de una gran controversia.



Si bien es muy probable que merezca la reputación de bárbaro, por lo general los historiadores que perpetuaron su imagen demoníaca también fueron motivados por un profundo sesgo religioso y cultural. Crearon mitos muy duraderos y que difieren en gran medida de los hechos históricos. Asimismo, éstos se oponen a las leyendas que lo describen con un aspecto muy idealizado.

  

El verdadero Atila fue un líder cruel, carismático y extraordinariamente talentoso. Después de heredar el trono, unificó a las tribus hunas por vez primera. Bajo su liderazgo, los hunos eran prácticamente invencibles en el campo de batalla. 



Pero las mayores victorias no fueron siempre combatiendo, también fue un negociante astuto y un líder excepcional que demostró tanta justicia como modestia.

  

En la guerra, sus ejércitos eran una fuerza irresistible y sangrienta que arrasaba con casi todo lo que encontraba a su paso. Una sola palabra de Atila podía hacer desintegrar reinos y sacudir los cimientos de los imperios.
 
La rebelión del poder



Sus orígenes fueron tan oscuros como rápidas sus conquistas. Se cree que nació alrededor del año 400 d. C., nadie sabe el lugar exacto. Algunos historiadores piensan que su nombre provenía del río Volga, llamado Atil por los hunos. El padre de Atila, el rey Munsurk, conocía muy bien este río, ya que atraviesa una región de Rusia conquistada por él. También se dice que Atila es la palabra huna para el hierro.

  

En todo caso, desde su nacimiento, se esperaban grandes cosas de Atila. Durante la vida de su padre, los hunos se habían expandido hacia el sur y el oeste. Pocos años después del nacimiento de Atila, los hunos habían cruzado los Cárpatos y habían establecido un gran imperio en la actual Hungría.

  

El imponente Danubio servía de barrera entre los hunos y sus vecinos del sur, pero no por mucho tiempo.



En su nueva tierra, los hunos mantuvieron el estilo de vida nómada que habían llevado en la vasta planicie eurasiática durante miles de años. Criaban caballos, ganado, ovejas y cabras. Vivían en constante movimiento, viajando en carretas y vagones de madera; cargaban con todas sus pertenencias mientras seguían el curso de los ríos y tierras en pastoreo.
 
Los hunos se adentraron en territorios ocupados por numerosas tribus germánicas, incluidas gépidos, godos y vándalos. Éstas tribus pronto sintieron la fuerza de otra tradición huna: la guerra rápida y brutal. Los hunos destruían cualquier cosa o a cualquiera que se interpusiera en su camino. Los afortunados huían hacia el sur, al otro lado del Danubio y hacia el oeste, al otro lado del Rin, buscando refugio entre los romanos.

  

Para los romanos, todas las tribus europeas que no hablaran latín ni griego eran consideradas bárbaras. Pero nunca habían conocido una raza como los hunos, de hecho ni siquiera habían oído hablar de ellos hasta finales del siglo IX. Cuando nació Atila, su pueblo ya era considerado una amenaza para el imperio. Algunos no los consideraban humanos. Parecían bárbaros, hasta para los bárbaros germánicos. Los hunos ni siquiera cocinaban la carne y los germanos sí. Según los romanos, ellos vivían a caballo, dormían a caballo, hasta hacían el amor en las carretas. No tenían casas, no usaban ropa limpia, eran distintos y aterradores. No se podía confiar en ellos, eran traicioneros. Al menos eso cuenta la mitología.

  

Muchos sacerdotes romanos veían a los hunos como un castigo divino por la vida decadente de los romanos. El único consuelo era que los hunos estaban divididos en varios grupos, cada uno guiado por un rey diferente; pero esta situación no duraría mucho tiempo.

  

El rey Munsurk murió poco después del nacimiento de Atila, dejándolo a él y a su hermano mayor Bleda, bajo el cuidado de sus tíos. 



De sus tres tíos, Ruga era el más poderoso. Atila era su sobrino favorito. Ruga se encargo que éste aprendiera a montar a caballo antes de caminar; a usar el arco y la flecha a la edad de tres años y un sable a los cinco, una niñez típica para un joven huno.

  

Los hunos poseían arcos y flechas excelentes y eran expertos utilizándolos a caballo. Sufrir un ataque de los jinetes hunos era una experiencia aterradora que los sobrevivientes recordaban con temor por generaciones.



Una y otra vez uno ve las imágenes en las crónicas, de la aparición de los hunos en sus cabalgaduras. Eran hordas de jinetes, que parecían estar pegados a sus bestias, atacando en una dirección. Esto parece haber sido una experiencia aterradora, para los ejércitos imperiales, una experiencia que ellos nunca habían vivido.

  

Durante la niñez de Atila, los hunos continuaron arrasando con el territorio de las tribus bárbaras vecinas, también comenzaron a dirigir ataques sorpresa a provincias romanas orientales. Roma era ahora una mera sombra de su gloria anterior. De hecho, para ese momento el imperio ya estaba dividido en dos: el Imperio Romano de Oriente, cuya capital era Constantinopla; y el Imperio Romano de Occidente, cuya sede había sido trasladada de Roma a Milán, y finalmente, en el 423, a Ravena.

  

El imperio había adoptado oficialmente el Cristianismo en el siglo IX, pero los debates sobre la naturaleza de Dios aún provocaban amargas divisiones. Las discusiones religiosas que terminaban en violencia eran un hecho cotidiano, también lo eran los asesinatos políticos, intrigas en las cortes, golpes de estado, disturbios y rebeliones y los emperadores corruptos. Era normal que el verdadero poder detrás del trono fuera manejado por un chambelán del emperador o un eunuco o por la madre de aquel o su hermana o el general de los ejércitos, conocido como Maestro de Soldados. A menudo, estos generales no eran ni siquiera ciudadanos romanos, sino jefes bárbaros y los ejércitos que comandaban estaban formados en gran medida por tribus bárbaras aliadas o mercenarios pagados.

  

Eran tiempos peligrosos, los romanos combatían el fuego con fuego, enviando a bárbaros a enfrentar con otros bárbaros.

  

Alrededor del año 410 d. C., los romanos buscaron la paz con los hunos. Cómo símbolo de su buena fe, el Imperio de Occidente envió un joven ciudadano prominente como prenda para vivir en la corte huna. El nombre del joven era Flavio Aecio; mientras vivió entre los hunos aprendió su lengua, su cultura y tácticas militares. Aecio también se hizo amigo del joven Atila.

  

Pocos años después, los dos jóvenes se separaron cuando Atila fue enviado como prenda a vivir en la corte del Imperio de Occidente.



Durante los años que Atila pasó en la corte romana, aprendió mucho sobre sus enemigos, su lengua, tácticas militares y su antigua cultura. Pero Atila no quería adoptar ese estilo de vida, despreciaba la decadencia y corrupción que infectaba a la civilización romana. Conocer Roma fue odiarla.

  

Para el año 420, Atila fue devuelto a los hunos y Aecio a los romanos. Ambos jóvenes habían aprendido mucho de sus respectivos enemigos. Aecio se dio cuenta que sería más saludable tener a los hunos como aliados. La actitud de Atila fue diferente, pudiendo tener la amistad con Aecio, pero se hizo una promesa: "Algún día regresaré a Italia, no como prenda sino como conquistador".
 
El conquistador



Los hunos no dejaron ninguna lengua escrita. Las descripciones que tenemos de Atila fueron hechas siglos después de su muerte, lo retratan como demoníaco y como romántico. Pero hay una descripción escrita por un historiador griego llamado Priscus, que, de hecho, lo conoció en su campamento: "Fue un hombre que nació para sacudir las razas del mundo, un terror para todas las tierras que de una forma u otra atemorizó a todos por las noticias terribles propagadas sobre él. Era altanero en su corte, orgulloso, lanzaba miradas a todos lados para que su poder fuese evidente, incluso en los movimientos de su cuerpo. Amante de la guerra, era reservado en sus acciones, dado a recibir consejos, amable con sus súbditos y generoso con aquellos a quienes había otorgado su confianza. Era bajo de estatura, con un pecho ancho, cabeza masiva y ojos pequeños; tenía poca barba, su nariz era chata y su tez morena, mostrando así los signos de su raza" (Priscus).

  

Era bajo de estatura, con un pecho ancho, cabeza masiva y ojos pequeños; tenía poca barba, su nariz era chata y su tez morena, mostrando así los signos de su raza" (Priscus).Aunque se supone que Priscus era historiador, también era griego y aristócrata y él veía a Atila desde su perspectiva. ¿Era así Atila o era éste el modo en que Priscus lo veía? Era el conflicto entre mito y lo que nosotros llamamos historia, algo que no se puede separar en el mundo antiguo. Para ellos la historia era algo diferente, eran cuentos, y si los cuentos eran buenos entonces eran historia, no los hechos objetivos y puramente científicos. Aunque Priscus es mejor que nada.

  

Había apenas dejado de ser un adolescente cuando comenzó a guiar a los hunos en batallas contra sus enemigos. Entre su segunda y tercera década de vida participó en todas las excursiones militares y diplomáticas del rey Ruga. A los 32 años, Atila había invadido Italia dos veces, pero no para conquistar. Había ido a ayudar a su amigo Aecio quién estaba comprometido en luchas internas y violentas por el poder.
 
A pesar que la ayuda fue bien retribuida, Aecio fue el más beneficiado, obtuvo el título de Maestro de Soldados, y así se convirtió en el hombre más poderoso del Imperio Romano de Occidente. Durante los diez años siguientes Atila se convirtió en su mejor amigo y en su aliado más poderoso. Mientras Atila fuera recompensado por sus servicios, los enemigos de Aecio serían sus enemigos.

 

Cuando la rebelión estalló en Galia, Atila acudió al rescate. Sus guerreros masacraron a los borgoñones y mataron a su rey. El ejército huno arrasó con los godos. Luego siguieron por Toulouse, la capital de los visigodos. Desesperados, éstos últimos enviaron obispos a los hunos para suplicar por la paz. Un cínico escritor romano dijo: "Mientras depositaban su esperanza en Dios, nosotros la depositamos en los hunos".



Cuando el rey Ruga murió, en el año 434, hubo gran regocijo en el Imperio Romano Oriental. Para el momento de su muerte, Ruga se encontraba en guerra con el este. Ahora los romanos tenían la esperanza de alcanzar la paz, pero el precio sería alto. Los romanos tenían que negociar con Atila.

  

Atila según la descripción de la Iglesia.El emperador de Oriente tendría que pagar a Atila un tributo de 700 libras de oro cada año, dos veces la cantidad que se le pagaba al rey Ruga. También exigió un rescate por cada prisionero romano bajo su custodia y se aseguró que sus propios súbditos regresaran a salvo del territorio romano. En lo sucesivo se les prohibiría a los romanos firmar tratados con enemigos de los hunos o interferir en el derecho de comerciar en el Danubio. El tratado fue firmado en el año 435.



Teodosio, el emperador del Imperio Oriental, sabía que una paz costosa y humillante era preferible a una guerra que no podría ganar. Para Atila los tratados con los romanos eran una especie de guerra sin violencia. El tributo anual que recibía de ambos imperios era más bien una forma de extorsión. Al igual que los regalos que recibía cuando negociaban con él. Cada libra de oro arrebatada a los romanos y cada carreta de saqueo obtenida durante ataques inesperados le daba a Atila más influencia en su territorio y en el exterior. La riqueza era poder, y con cada libra de oro que cruzaba el Danubio, Atila se hacía más poderoso y más intimidante; y los romanos, más humillados.
 
La paz entre los hunos y los romanos orientales duró hasta el 440. Los hunos habían capturado un obispo romano en el lado equivocado del Danubio y habían robado objetos de las tumbas de sus muertos. Atila se enfureció, su ejército cruzó el río con cólera justiciera y acometió contra un poblado comercial romano. En un feroz combate, los jinetes de Atila arremetieron contra los romanos cortándolos en pedazos. Mientras avanzaba su embestida, el hábil uso de Atila de los ingenieros romanos capturados expertos en sitios, hizo que ni siquiera las paredes más poderosas de las fortalezas resistieran el ataque.

  

Ciudad tras ciudad fue saqueada y destruida completamente, y sus riquezas despojadas. Los romanos sufrieron derrota tras derrota. Para el otoño de 442, Atila había conquistado la mayor parte de la región de los Balcanes, incluida la actual Bulgaria, Grecia y los estados que formaron la ex-Yugoslavia.



El emperador Teodosio suplicó por la paz. Esta vez el precio sería más alto que antes. Atila insistió en el pago inmediato de 6000 libras de oro y un tributo anual de 1000 libras de oro. Teodosio no tenía alternativa.

  

Por increíble que parezca, la vida de Atila no fue sólo guerras y negociaciones. Mientras se encontraba en el campamento, los miembros de su tribu se reunían alrededor de la entrada de su casa para que arbitrara asuntos de menor importancia. Era entretenido por procesiones de doncellas danzantes, bufones de corte y poetas.


Durante este período, Atila también encontró tiempo para casarse con su primera mujer: Arika, quién le dio cuatro hijos. Irnak, su hijo más joven, era su favorito. Dice una profecía que el imperio de Atila se desplomaría pero que Irnak reconstruiría el imperio.



Los escritores católicos propagaron el rumor que los hunos eran salvajes, bestias infrahumanas. También comenzaron a llamar a Atila: "El Azote de Dios". Pero esta propaganda negativa resultó favorable para Atila. Mientras más amenazante era su imagen, más sencillo era intimidar a sus enemigos.



A pesar de su riqueza y poder, Atila conservaba hábitos modestos y un estilo de vida espartano. Cuando el historiador griego Priscus cenó con Atila, se asombró al ver al rey de los hunos comer con plato y cubiertos de madera mientras sus tenientes lo hacían con plato de plata. Atila tampoco comió las exquisiteces servidas a los demás, prefirió comida más sencilla como la carne. No usaba ni prendas de oro ni piedras preciosas. Sus ropas eran poco elaboradas.



La combinación de modestia y poder absoluto de Atila podía en ocasiones llevar a hechos extraños. En una ocasión, un poeta quería halagarlo con un poema en el que era comparado con Dios; Atila se ofendió tanto por el trabajo del autor que casi lo hace ejecutar.



El hermano de Atila, Bleda, murió en el año 444. Atila era ahora el gobernante supremo del Imperio Huno. Poco tiempo después, un pastor pidió una audiencia con Atila. Trajo consigo una espada que había descubierto en el sitio donde pastaba su ganado. Después de revisarla, el rey huno estaba convencido que era la espada sagrada de Dios. Según una leyenda huna, esta espada, que se había perdido durante tiempos antiguos, poseía grandes poderes; de hecho, había sido y por siempre sería la clave del destino de su pueblo. Y ahora estaba en sus manos. Consultó con los chamanes más confiables. Todos estaban de acuerdo, no había duda en la interpretación de este grandioso suceso.



Ahora que Atila, gobernante supremo de los hunos, poseía la espada de Dios, su destino era conquistar el mundo.
 
La guerra de los imperios



Atila parecía invencible, luego de otra guerra con los romanos orientales en el 448, puso a Constantinopla de rodillas. Los hunos tenían el control total de los Balcanes, así como un gran tramo del territorio al este y una gran franja del territorio al sur del Danubio.



Atila había convertido en un arte refinado la práctica de extorsionar al Imperio Romano. Sólo tenía que gruñir o sacudir el sable y los emperadores romanos enviarían mensajeros diplomáticos corriendo a través del Danubio cargados con regalos y peticiones de perdón.



No obstante, las acciones de Atila durante este período sugerían que estaba perdiendo la calma. Sus demandas se hacían más severas y extravagantes. Quizá sólo quería ver cuanto más podía presionar a los romanos.



En julio del año 450 d. C., una joven mujer de espíritu libre llamada Honoria entró en escena. Era la hermana de Valentiniano III, emperador del Imperio Romano de Occidente.

Honoria se había convertido en una deshonra para la familia real después de haber sido capturada en una posición comprometedora con su mayordomo. Éste fue ejecutado por su indiscreción y Honoria fue casada con un burócrata sin ambiciones. 



Aún rebelde, Honoria envió un mensaje a Atila pidiendo su ayuda. Ella le envió su anillo y una carta donde le ofrecía convertirse en su esposa si él la liberaba de su situación. Él, como prometido de la hermana del emperador, exigía la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote.



Pocas propuestas de matrimonio han amenazado con tener consecuencias tan catastróficas. No le tomó mucho tiempo a Atila pensar en el ofrecimiento. Envió un mensaje inmediatamente a Valentiniano pidiendo que Honoria fuese liberada y así se podrían casar.



El emperador romano envío una procesión de embajadores a Hungría para razonar con el rey de los hunos. Cada uno llevaba el mismo mensaje: Honoria no sería liberada, después de todo ya estaba casada. Cada embajador también llevaba un nuevo cargamento de regalos para hacer el mensaje más atractivo. Atila aceptó los regalos pero no la respuesta de Valentiniano. Más mensajeros fueron enviados, pero la crisis no se resolvió.



Durante este período, Atila también exigió el regreso de los fugitivos que habían escapado a través del Danubio. El emperador Teodosio sostenía que no había fugitivos en el Imperio Oriental. Entonces el rey huno comenzó a amenazar con la guerra. Se enviaron más embajadores para resolver las cosas, por supuesto todos llevaban regalos.



Atila se volvió cada vez más obstinado y exigente sobre el rango de los embajadores que enviaban. En cierta ocasión rechazó ver a una delegación romana, pero insistió en que dejaran los regalos de todos modos. Cuando se negaron, amenazó con ejecutarlos.
 
Imperio Huno.





Ahora era inevitable que Atila y Aecio, su antiguo amigo y aliado, se encontraran en el campo de batalla.


En el año 450, este prospecto se convirtió en realidad cuando Atila anunció que iba a iniciar una guerra contra los enemigos tradicionales de los hunos, los visigodos. Sostenía que su campaña no estaba dirigida contra el Imperio de Occidente. Pero el lugar de los visigodos era Galia y, para los romanos, Galia era aún parte del imperio.



Para los romanos, la perspectiva que los hunos ganaran Galia era impensable. Aecio no tenía la fuerza militar para enfrentarlos solos. Su única esperanza era convencer a los visigodos de dejar a un lado sus diferencias con los romanos y unirse contra su enemigo común, los hunos.



Aecio se encontraba todavía uniendo sus fuerzas en Italia, cuando Atila marchaba hacia el oeste, en las afueras de Hungría, encabezando un enorme ejército multitribal hacia la Galia central. Según los cálculos, la fuerza del ejército huno era de medio millón de hombres. Éste gran ejército cruzó el Rin en el año 451 d. C. El pánico se extendió como pólvora a medida que entraban en Galia. Ciudades y pueblos ardieron, y las carrozas de madera de los hunos rebozaban con los botines del saqueo.



A medida que los hunos avanzaban en Galia, encontraban ciudades vacías; los ciudadanos huían aterrorizados. En mayo, el ejército de Atila había llegado a la ciudad de Orleans. Ésta se mantuvo bajo sitio como ninguna otra ciudad. Finalmente las fortificaciones cedieron.



Sin embargo, mientras los hunos entraban a la ciudad, el ejército armado la tomaba por asalto. El contingente romano guiado por Aecio y los visigodos por su rey Teodorico. 



Sorprendido, Atila guió a su ejército a una retirada a 100 millas del lugar hasta las planicies catalanas. Luego trató de reagrupar sus fuerzas. Coordinar esta mezcla de nacionalidades fue difícil, incluso para este afamado estratega. Mucho antes de lo esperado, los romanos y los visigodos avanzaron.



Los jinetes vencidos de Atila fueron atrapados en el medio de un frente de batalla de cuatro millas de largo; inutilizados, fueron incapaces de lanzar sus devastadores ataques en los flancos del enemigo. Encerrados por su propia infantería por un lado y por sus enemigos por el otro, los hunos morían por miles, al igual que los romanos y visigodos. La batalla comenzó en la tarde y duró hasta bien entrada la noche. Finalmente, ambos bandos se retiraron, Atila hacia el sur, sus enemigos hacia el norte. El rey huno había sufrido su primera derrota seria.



Sin embargo, el ímpetu de Atila no fue afectado. A su regreso a Hungría, inmediatamente volvió a exigir que Valentiniano liberase a Honoria y cediera la mitad de Italia como dote.



 Valentiniano decidió desenmascarar a Atila. En la primavera del año 452 comenzó a sufrir las consecuencias. El ejército huno atacó a través del Danubio cruzando los Alpes Julianos en el norte de Italia. Aecio no tenía esperanzas de detenerlo, su poderoso ejército aliado del año anterior se había disuelto después de la batalla de las planicies catalanas. Aecio sólo tenía una sugerencia para Valentiniano: abandonar Italia y trasladar la capital a Galia, seguramente allí estaría a salvo por unos pocos meses. El emperador rechazó la idea y decidió ir a Roma y rezar por lo mejor que pudiera pasar.



A medida que Atila avanzaba en Italia, ciudad tras ciudad caía frente a su ejército. La mayoría de estas, temiendo el salvajismo de los hunos, sencillamente abrían las puertas de sus murallas. Aquellas que se resistían eran destruidas y sus ciudadanos asesinados.



A medida que Atila avanzaba en Italia, ciudad tras ciudad caía frente a su ejército.El norte de Italia había caído frente a los hunos. Parecía sólo cuestión de tiempo para que llegaran a Roma. La única alternativa de Valentiniano y Aecio era enviar una delegación y suplicar por la paz. El destino del Imperio Romano y del mundo cristiano estaba en juego. Entonces, decidieron no correr riesgo alguno. El papa León I guiaría la delegación al campamento de Atila. El jefe de la Iglesia católica romana fue enviado a encontrarse con "El Azote de Dios", para discutir los términos del acuerdo.



Atila recibió al papa en su campamento a orillas del río Mincio. Según se dice, el encuentro fue amigable. Sus términos eran los usuales tributos en oro y alguna otra medida que los romanos no podrían cumplir. Cualquier violación del tratado por parte de los romanos le daría un pretexto para invasiones futuras. Finalmente estuvo de acuerdo en retirarse de Italia.



En realidad es posible que el ejército de Atila sufriera la plaga. Además el terreno en Italia no era el ideal para las tácticas a caballo que mejor dominaba. Tenía graves problemas y quizás aceptó cualquier compensación y dejó Italia, porque buscaba un modo seguro de salir él y su ejército de la península itálica.
 
Los romanos creían que Atila accedía a retirarse porque temía la cólera del Dios cristiano. En realidad, sus caballos y carrozas estaban ya tan cargados con los botines de saqueos que la movilidad de su ejército se había deteriorado. Y, a pesar que él despreciaba la civilización romana, no tenía ningún deseo de destruirla. ¿Por qué querría destruir una sociedad que había sido su mayor fuente de ingreso? Atila estaba más que contento con la retirada.



Colapso y legado



Atila guiando a sus ejércitos (pelicula).A finales del año 452, más rico y poderoso que nunca, Atila regresó a su tierra. De inmediato comenzó a planificar una invasión al Imperio Romano Oriental y una fastuosa boda. Una noble germánica llamada Ildiko lo había conquistado. Según se dice, era joven y hermosa.



El rey de los hunos, con 50 años, se caso con Ildiko un día de primavera del año 453. Cómo de costumbre, se realizó un gran festín y la celebración duró toda la noche.



Atila fue encontrado muerto en su cama a la mañana siguiente, después de permitirse comer y beber en exceso. El gran rey sufrió una hemorragia nasal y se ahogó en su propia sangre. Otra teoría dice que fue envenenado por su reciente esposa, quién posiblemente había perdido su familia en una de las invasiones hunas o tendría alguna relación con Aecio, quien la envió para hacer lo que él no pudo.
 
Los hunos lamentaron la muerte de su rey rasgándose las vestimentas, cortándose sus cabellos y mutilando sus cuerpos; ya que creían que su máximo líder debía ser llorado no con lamentos femeninos y lágrimas sino con sangre varonil.



El cuerpo de Atila fue colocado en un ataúd revestido de hierro, oro y plata. El hierro representaba a sus conquistas; el oro y la plata, los tributos recibidos por ambos Imperios Romanos. A un lado de su cuerpo se encontraban su espada real, su arco y flecha, su lanza y una gran cantidad de joyas y ornamentos.



Según la leyenda, su cuerpo yace en el fondo del río Tisza, en Hungría central. Miles de esclavos levantaron diques temporales que retenían las aguas del río mientras se preparaba la tumba. Una vez que se colocaron los restos de Atila, los diques fueron desmantelados, las aguas del Tisza inundaron el fondo del río nuevamente, asegurando que el sitio de descanso eterno de este gran rey huno se mantuviera en secreto por siempre.



Para los romanos, la muerte de Atila fue motivo de alegría. Los imperios se habían salvado. En oriente, el emperador afirmó que Dios le había informado sobre el fallecimiento de Atila la misma noche en que murió. "Tuve un sueño –dijo– en el cual el arco roto del rey bárbaro fue traído ante mí". Cierta o no esta historia, su simbolismo es bastante apropiado; ciertamente, el arco del huno estaba roto.



Después de la muerte de Atila, sus hijos asumieron el poder. Pero ninguno demostró ser apto para llevar a cabo la tarea. Los hunos, que bajo Atila habían estado juntos como nunca antes, cayeron en el caos y la guerra civil.


Para el año 469 d. C. el imperio huno era apenas un recuerdo.



Los estudiosos se han acostumbrado a ver los movimientos en la historia como conflictos este-oeste, pueblos bárbaros de oriente amenazando la civilización occidental. Esa tal vez sea parte de la razón de la fascinación por Atila en los siglos subsiguientes.



Al igual que las aguas del río que inundaron el lugar del descanso final de Atila, las corrientes del tiempo y del mito revolotean alrededor de su legado. Al igual que su imperio, que desapareció junto al idioma de su tribu, la historia de su vida y de sus logros cayó en manos del pueblo que aterrorizó en vida.



En el mundo de habla inglesa es recordado como un bárbaro cruel y destructor. Las raíces de esta concepción pueden rastrearse hasta los historiadores católicos romanos, quienes comenzaron a escribir en contra de los hunos desde antes del nacimiento de Atila. En casi todas estas crónicas Atila es culpable de atrocidades viles e indecibles abominaciones. Sus víctimas cristianas inocentes son salvadas por la intervención divina. Esta tradición continuó en el siglo XX cuando, durante las dos guerras mundiales, los británicos usaron a los hunos como metáfora de los alemanes. Un símbolo de la destrucción sin sentido que amenazó al mundo de habla inglesa.



En el mundo germánico, se ha conservado una idea muy diferente de Atila. Irónicamente, ha sido recordado en forma más favorablemente por aquellas culturas de los pueblos que él conquistó. En las épocas germanas medievales, como la canción de los nibelungos, Atila fue representado como un rey pacífico y sin ambiciones, como un esposo y padre modelo casado con una mujer dominante. En Hungría es un héroe nacional, un símbolo del pasado noble y orgulloso de la nación; aunque el pueblo húngaro de hoy sólo descienda en parte de los hunos.



Visto en el contexto de su tiempo, Atila fue un hombre de extraordinario talento quién unificó una federación de tribus nómadas dispersas y la convirtió en una de las maquinarias militares más temibles y violentas de la historia. Después, con astucia y valor, uso esa maquinaria para rivalizar y conquistar a las grandes potencias de su época. Fue un líder que aprovechó al máximo las oportunidades que la historia le ofreció a él y a su pueblo. En este proceso, Atila el huno, se elevó de una relativa oscuridad para convertirse en uno de los famosos e infames personajes de la historia.


"SE DICE QUE DONDE SU CABALLO PISABA NO CRECÍA LA HIERBA" 

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 Atila
Gobernante
Atila fue el último y más poderoso caudillo de los hunos, tribu procedente probablemente de Asia, aunque sus orígenes exactos son desconocidos. Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el 434 hasta su muerte en 453. Wikipedia
Fecha de la muerte: marzo de 453 d. C., Hungría
Cónyuge: Ildico (m. 453 d. C.–453 d. C.), Kreka











Fuentes
redaccion-digital.com.ar 
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viernes, 6 de noviembre de 2015

Toma del Palacio de Justicia (Bogotá)

Asalto del Palacio de Justicia
Conflicto armado en Colombia
Combates palacio.JPG
Soldados del Ejercito en medio de los combates que siguieron a la Toma del Palacio de Justicia. 6 de noviembre de 1985.



La Toma del Palacio de Justicia, en Bogotá, Colombia, también llamada Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre, fue un asalto perpetrado el miércoles 6 de noviembre de 1985 por un comando de guerrilleros del Movimiento 19 de abril (M-19) a la sede del Palacio de Justicia, ubicado en el costado norte de la Plaza de Bolívar de Bogotá, frente a la sede del Congreso y a una cuadra de la Casa de Nariño, la residencia presidencial. El M-19 mantuvo a cerca de 350 rehenes entre magistrados, consejeros de Estado, servidores judiciales, empleados y visitantes del Palacio de Justicia. Dicha incursión fue seguida de la reacción de la Policía Nacional y el Ejército Colombiano, rodeando el edificio e iniciando una operación de retoma del mismo que se extendió hasta el jueves 7 de noviembre de 1985.

Los hechos culminaron 27 horas después, dejando un saldo de 98 muertos, entre ellos once magistrados. Once personas más también fueron consideradas como desaparecidas al no conocerse su paradero; número que se reduciría a 7 después de que la Fiscalía anunció en el año 2000 que el cadáver de Ana Rosa Castiblanco, empleada de la cafetería que se encontraba desaparecida, fue hallado en una fosa común; y que el 17 de octubre de 2015 el Instituto de Medicina Legal anunciara la identificación de los restos de Cristina del Pilar Guarín Cortés, Lucy Amparo Oviedo y Luz Mary Portela.

Por las investigaciones emprendidas por la Fiscalía General de la Nación desde el año 2005 sobre los civiles desaparecidos durante la retoma del Palacio por parte del Ejército y que salieron con vida del hecho quedando en custodia de la Fuerza Pública, han sido detenidos dos coroneles y el coronel (r) Alfonso Plazas Vega.

La toma ha sido calificada como holocausto y masacre por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Esquema de seguridad del Palacio de Justicia

El 20 de septiembre de 1985 se realizó una reunión entre funcionarios del gobierno y algunos magistrados de la Corte, entre los que asistió el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, con el fin de analizar las medidas de seguridad que se iban a tomar para resguardar a los cuatro magistrados de la sala constitucional de la Corte; Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero, Ricardo Medina Moyano y Alfonso Patiño Roselli. Los cuatro magistrados tenían a su cargo el tema del tratado de extradición de colombianos por narcotráfico hacia Estados Unidos, y habían recibido amenazas de muerte por parte de miembros del Cartel de Medellín y su jefe Pablo Escobar.

En este encuentro se determinó que la Policía Nacional hiciera un estudio de seguridad del Palacio, el cual se llevó a cabo entre el 27 de septiembre y el 15 de octubre de ese año. Los resultados del mismo se presentaron en un consejo de gobierno el 17 de octubre. Dos días antes del asalto, la Policía Nacional retiró la vigilancia asignada al edificio, dejándola en manos de una empresa privada, aunque advirtió a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado acerca de los planes del M-19. Un mensaje anónimo había anunciado la toma para el 17 de octubre de 1985, tal como quedara registrado en un documento del comando de las Fuerzas Militares, por lo que se tomaron medidas especiales de seguridad, retiradas el 1 de noviembre por petición de Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema. Por su parte, el coronel Pedro Herrera Miranda de la Policía dijo que había ordenado recortar la vigilancia del Palacio por orden del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía. Eso es una gran mentira, primero porque el magistrado era de los más amenazados, y segundo porque no era función suya pedir el retiro de la vigilancia del Palacio, pues los presidentes de las cortes son sólo voceros, y para poder sugerir el retiro de la fuerza pública tenía que haberse reunido con su homólogo del Consejo de Estado. Sin embargo, según las investigaciones judiciales recientes, desde agosto de 1985 los organismos de inteligencia colombianos tenían conocimiento del plan del M-19 de atacar el Palacio de Justicia, el Palacio de Nariño (la residencia presidencial) o el Capitolio Nacional (sede del Congreso).

Según la Revista Semana el M-19 había decidido realizar la toma del Palacio de Justicia durante la visita del presidente francés François Mitterrand para darle dinamismo internacional, no obstante, el mismo 17 de octubre, fueron arrestados dos hombres en las inmediaciones del Palacio de Justicia haciendo planos del edificio. El Palacio de Justicia fue puesto bajo vigilancia militar hasta los primeros días de noviembre, en que la vigilancia fue retirada y sustituida por vigilantes de una empresa privada de seguridad. Días antes de la toma, se almacenaron en la cafetería del Palacio Justicia unos 1.500 pollos, algo que después levantaría sospechas.
Los miembros del Cartel de Medellín al mando del narcotraficante Pablo Escobar y otros narcotraficantes, se asociaron para evitar la aprobación del tratado de extradición a Estados Unidos, la cual estaba siendo evaluada por la Corte Suprema de Justicia. El grupo de narcotraficantes se hizo llamar «Los Extraditables».

Las amenazas las hicieron entre principios y mediados de septiembre de 1985 para coaccionar o intimidar a los Magistrados y sus familiares entre los que estaba Patiño, para tratar de cambiar sus tesis y sus votos. Además de Patiño, los magistrados Ricardo Medina Moyano y Manuel Gaona Cruz informaron a las autoridades de las amenazas el 30 de octubre de 1985. Patiño alcalzó a recibir tres cartas y dos cintas de audio que recibió por correo. Parte de su declaración detallaba:16

«...Efectivamente, en los últimos meses a partir de los primeros (sic) de septiembre me han llegado escritos que según los mismos provienen de Los Extraditables, en los cuales se me plantea la alternativa de apoyar las demandas (tres) que cursan en la Corte Suprema contra la Ley 27 de 1980, por medio de la cual se aprueba el Tratado de Extradición entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América, suscrito el 14 de septiembre de 1979 o ser asesinado (o secuestrado, según ellos)».
Uno de los mensajes que recibió leía:

«Nuestra causa. Por eso no aceptamos renuncia, no aceptamos licencias, no aceptamos enfermedades ficticias, no aceptamos vacaciones sospechosas y apresuradas. Cualquier posición asumida en contra nuestra, la tomaremos como un reto y como una aceptación a nuestra declaración de guerra... desde la cárcel ordenaremos tu ejecución y fumigaremos con sangre y con plomo tus más preciados miembros de familia... si el Tratado de Extradición no cae derrumbaremos la estructura jurídica de la nación... no estamos jugando, atacamos de sorpresa».
 Los extraditables.
Según la Comisión de la Verdad, uno de los sicarios de Pablo Escobar apodado «Popeye» afirmó que el M-19 fue financiado por el narcotraficante y jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar y el grupo de narcoterroristas autodenominados «Los Extraditables».

Sin embargo antiguos miembros de la guerrilla niegan cualquier participación por parte de los narcos.

Planeación de la toma por el M-19

La toma al Palacio de Justicia fue ideada y planeada por el guerrillero del M-19 Luis Otero, mientras que el comandante guerrillero Álvaro Fayad fue el encargado de aprobar el plan.
Otero ya había planeado otras operaciones del M-19, como el robo de la espada de Bolívar, el asalto al Cantón Norte y la toma de la embajada de la República Dominicana, hecho por los cuales fue enjuiciado en un Consejo Verbal de Guerra, pero tras una amnistía salió de la cárcel. Si bien la operación tuvo que ser abortada debido a la alerta de las autoridades sobre el plan, rompiendo una norma del grupo de jamás retomar un plan cancelado se decidió retomar la operación ya que tanto el plan de Fayad como, principalmente, de Otero era obligar al presidente Betancur a presentarse a un juicio aprovechando la ventaja del edificio, similar a una fortaleza, además de su valor simbólico como sede la justicia colombiana e igualmente aprovechando la relación de los cuadros negociadores del M-19 con los magistrados siendo éstos, tiempo atrás, docentes de derecho de los anteriores.


Un cascabel del Ejército, cubre uno de los flancos del edificio del Palacio de justicia el 6 de noviembre de 1985 

6 de noviembre


Momentos previos



Un presunto testigo, ex agente de inteligencia, llamado Ricardo Gámez dijo que días antes de la toma del Palacio de Justicia, todo el personal de Inteligencia fue acuartelado bajo la advertencia de que algo iba a ocurrir y ya se había montado un comando operativo en la Casa del Florero. A las 5:30 AM (UTC-5) horas antes de la toma, él y varios agentes de inteligencia fueron ubicados en la carrera séptima cerca del Parque Santander, a la espera de lo que podría pasar. Dijo además que la operación estaba siendo coordinada desde la Casa del Florero, a pocos metros del Palacio de Justicia.

Las unidades del Ejército que intervendrían en las horas siguientes estaban conformadas por la XIII Brigada, comandada por el General Jesús Armando Arias Cabrales. Entre sus subordinados estaba el Jefe del Estado Mayor de la Brigada XIII (B-5), el Coronel Luis Carlos Sadovnik. En orden descendente seguían las unidades B-1, B-2, B-3 y B-4. El Coronel Edilberto Sánchez estaba al mando de la B-2.

A las 11:00 AM (UTC-5), siete guerrilleros del M-19 ingresaron armados y vestidos de civil al Palacio de Justicia, aprovechando la poca vigilancia. El grupo era liderado por Alfonso Jacquin, también iba la guerrillera Irma Franco. Una vez dentro asumieron posiciones en el edificio; dos en la secretaria del Consejo de Estado, dos en la secretaria de la Sección Tercera del Consejo de Estado, dos en la cafetería y una mujer en el tercer piso.

Jacquin hizo una llamada telefónica desde el tercer piso a Luis Otero, que se encontraba en una casa en el barrio Calvo Sur, en la dirección Calle 6a Sur No. 8 -42 avisándole que ya estaba dentro y podía proceder. Desde la casa Otero y otros 27 guerrilleros más se desplazaron en tres vehículos hacia el edificio del Palacio de Justicia.

A las 11:30 AM (UTC-5) La Sala Constitucional estaba en sesión, el magistrado Gaona Cruz leía su ponencia sobre una de las demandas contra el tratado de extradición con los Estados Unidos de América. En la misma sala estaban los Magistrados: Alfonso Patiño Roselli, Presidente de la Sala, Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero y Ricardo Medina Moyano, además del secretario Ricardo Correal Murillo. En los despachos, estaban los Magistrados Fabio Calderón Botero, Alfonso Reyes Echandía, Pedro Elías Serrano Abadía y Darío Velásquez Gaviria. En la Sala Laboral, se encontraban los Magistrados Fanny González Franco, José Eduardo Gnecco Correa y Nemesio Camacho Rodríguez. En otro sector de la Sala Penal, estaban los Magistrados Auxiliares Emiro Sandoval Huertas y Julio Cesar Andrade, y siete auxiliares judiciales: María Janeth Rozo, Isabel Méndez de Herrera, María T. Muñoz de Jiménez, María Cristina Herrera Obando, Beatriz Moscoso de Cediel, Libia Rincón Mora y Nurys Soto de Piñeres. De los despachos de los Magistrados de la Sala Constitucional estaban las secretarias Lyda Mondol de Palacios, Ruth Zuluaga de Correa y Rosalía Romero de Díaz. De la Sala Laboral se encontraban en ese piso el Magistrado Auxiliar Jorge Alberto Correa Echeverri y los secretarios de los despachos Hermógenes Cortés Nomelín, Cecilia Concha Arboleda y Ana Lucía Bermúdez de Sánchez.

En el primer piso estaban la mayoría de empleados del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia. Se encontraban el adminitrador de la cafetería, Carlos Augusto Rodríguez Vera, la cajera Cristina del Pilar Guarín, los meseros Héctor Jaime Beltrán y Bernardo Beltrán, la empleada Gloria Estela Lizarazo, el chef David Suspez y la empleada Luz Mary Portela. También se encontraban visitando o para citas la contratista Norma Costanza Esguerra y Gloria Anzola de Lanao. Lucy Amparo Oviedo esperaba entrevistarse con el magistrado Alfonso Reyes Echandía.

Para los guerrilleros del M-19, se trataba de la «Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre». La toma comenzó a las 11:30 AM (UTC-5) del 6 de noviembre de 1985, cuando 28 guerrilleros del «Comando Iván Marino Ospina», al mando de Luis Otero y Andrés Almarales, ingresaron fuertemente armados al edificio vestidos de civil. Pocos minutos después empezaron a gritar consignas y a hacer disparos. un camión reventó el separador metálico de la portería del parqueadero que da frente a la Carrera Octava, seguido por dos vehículos que conducían personas vestidas con camuflados de las fuerzas armadas y armados con rifles. Ingresaron por la puerta del sótano del costado occidental, (entrada al estacionamiento del Palacio de Justicia), mientras que un grupo de guerrilleros se atrincheró en el primer piso y la puerta principal. Los primeros en morir fueron Eulogio Blanco y Gerardo Díaz Arbeláez, vigilantes de la firma Cobasec Ltda., contratista para labores de vigilancia del Palacio de Justicia. Blanco y Arbeláez no lograron utilizar sus revólveres.

Durante el ingreso de los guerrilleros, un agente de policía resultó herido. En cerca de media hora los guerrilleros tomaron el control total del edificio, mientras a las afueras se agolparon refuerzos de la Policía Nacional y el Ejército Nacional.Fueron ubicados en las terrazas de algunos edificios vecinos, como la Catedral Primada, el Palacio Liévano de la Alcaldía de Bogotá y la Casa del Florero, con la intención de recuperar el Palacio.

El M-19 había hecho las peticiones de rigor publicación de las actas de la Comisión de Verificación, de los documentos del FMI, entre otros documentos, pero la principal exigencia del M-19, sin embargo, era la de obligar al Presidente Betancur a presentarse al Palacio de Justicia para hacerle un juicio público, presidido por la Corte Suprema de Justicia, teniendo como fiscal a todo el pueblo colombiano, el cual formularía sus denuncias a través de la radio. Algo que para el gobierno resultó descabellado.

El gobierno del presidente Betancur decidió no negociar debido a que las circunstancias políticas no daban para una negociación al momento de la toma. Betancur era acusado por algunos sectores de la opinión pública de haberle entregado el país a la guerrilla, el M-19 había roto la tregua y culpaban al gobierno, además de haber realizado un atentado contra el Comandante del Ejército. Según la Revista Semana, «el país estaba sumido en un ambiente de desestabilización institucional con una percepción de un vacío de autoridad». Varios analistas consideraban que si Betancur accedía a las peticiones de los guerrilleros, el gobierno quedaría mal ante la opinión pública nacional e internacional.

La entonces ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, ordenó transmitir por televisión un partido de fútbol en vez de presentar la situación del Palacio durante parte de la crisis. Según algunas fuentes, no estaba permitido transmitir la operación de la retoma al Palacio de Justicia. Las estaciones de radio y algunos noticieros continuaron transmitiendo la información en directo, sin embargo, nuevamente la ministra volvió a dar la orden de impedir que se siguiera transmitiendo por radio lo que estaba sucediendo. Fue así como, mientras el presidente de la Corte, Alfonso Reyes, rogaba por el cese al fuego, al país se le ocultó su mensaje de auxilio.

Retoma: Operación Rastrillo o «Plan Tricolor 83»

La Casa Museo del 20 de julio, fue utilizada por el General Edilberto Sánchez, jefe del B-2, para coordinar operaciones de retoma del Palacio de Justicia

Momentos después de la toma, las Fuerzas Militares de Colombia iniciaron el operativo de retoma. El Jefe del Estado Mayor de la XIII Brigada, el Coronel Luis Carlos Sadovnik activó el Plan de Defensa Nacional «Tricolor 83» y el Centro de Operaciones de la Brigada (COB), los primeros en llegar a las inmediaciones del Palacio de Justicia fueron algunos miembros del Batallón Guardia Presidencial que prestaban servicio al presidente en la contigua sede del gobierno colombiano, la Casa de Nariño.

Después del mediodía, llegaron los primeros tanques EE-09 Cascavel y Urutú, que fueron ubicados alrededor del Palacio, sobre la Plaza de Bolívar y las carreras Séptima y Octava. El presidente Belisario Betancur fue informado del hecho.

A la 13:00 (UTC-5), los guerrilleros le dijeron al magistrado Alfonso Reyes Echandía, mantenido como rehén, que nada le iba a suceder y que lo requerían para negociar. Los guerrilleros del M-19 se refugiaron en el cuarto piso junto a algunos rehenes, realizaron llamadas telefónicas al Palacio de Nariño, sede presidencial, y a varios medios de comunicación, para hacer conocer sus exigencias. El M-19 exigía la publicación en los diarios y la difusión en las cadenas radiales de una proclama; pidieron la creación en una cadena radial de un espacio diario para la expresión de la oposición y la presencia del Presidente de la República o su apoderado ante la Corte Suprema de Justicia, para efectos de hacerle un juicio político.

Minutos más tarde, un grupo de soldados del Batallón Guardia Presidencial entró al Palacio para sacar los cadáveres de dos vigilantes, mientras un oficial y un suboficial recuperaban la ametralladora del tanque Urutú. A las 13:30 (UTC-5), los primeros vehículos blindados ingresaron por el sótano. A las 13:20, el comandante guerrillero del M-19 Luis Otero se comunicó con algunos medios de comunicación para confirmar la autoría y el nombre de la toma.

A las 13:55 (UTC-5), un tanque EE-09 Cascavel rompió la puerta principal del Palacio. A las 14:00, dos helicópteros dejaron en la azotea del edificio a un grupo de policías del Comando de Operaciones Especiales de la policía, que también ingresó al Palacio. Otro de los tanques Urutú trató de irrumpir en una de las puertas del recinto para rescatar el cadáver del subteniente de la Policía José Fonseca Villada, asesinado por los guerrilleros al comienzo de la toma, pero debido a la estrechez de ésta, perdió la metralleta y, por el tiroteo con los guerrilleros del M-19, debió ser retirado. Dos tanques ingresaron por la puerta principal y obligaron a los guerrilleros y rehenes a subir a los pisos superiores, mientras que en la parte posterior del Palacio de Justicia se inició un incendio. Los combates se intensificaron en el sótano, mientras los subversivos se desplazaban a los pisos superiores.

Quince minutos después fueron liberados algunos rehenes, trasladados a la Casa del Florero para su identificación, a excepción de los heridos que fueron llevados a clínicas y hospitales. Luego, a las 14:25, un tercer tanque ingresaba a la edificación, con soldados del Batallón Guardia Presidencial y de la Escuela de Artillería, mientras hombres del Grupo Operativo Antiextorsión y Secuestro (GOAS) de la policía llegaban por la azotea.

A las 15:00 el presidente Betancur pidió ayuda y consejo a algunos ex-presidentes, candidatos a la Presidencia y congresistas, estos primeros concordaban en que era mejor negociar en lugar de retomar el Palacio. Cinco minutos después, Álvaro Villegas Moreno, presidente del Congreso, hablaba por teléfono con Reyes Echandía y el magistrado Pedro Elías Serrano, quienes le solicitaron pedirle a Betancur el cese al fuego. En una segunda conversación, Reyes Echandía le dijo que se encuentra en el cuarto piso con los guerrilleros, dato confirmado por uno de los subversivos que le quitó el teléfono y quien comunicó que, de no llegarse a un cese al fuego, nadie iba a salir vivo. A las 15:15 Villegas le llevó el mensaje a Betancur, quien respondió que no iba a negociar y que no había logrado comunicarse con Reyes.

A las 16:10, les ordenaron a los soldados que ingresaron por la puerta, buscar rehenes para ayudarles a salir. Varios estruendos se escucharon desde el sótano y los primeros pisos, lo que llenó de humo el edificio. Reyes Echandía seguía pidiendo el cese al fuego, secundado por otros magistrados a través de la radio. A las 16:50, la Cámara de Representantes repudiaba la toma y se declaraba en sesión permanente.

A las 17:10, Reyes Echandía logró comunicarse con el general Víctor Delgado Mallarino, director general de la Policía Nacional y amigo suyo. Reyes le pidió que cesaran el fuego porque de no hacerlo todos iban a morir, a lo que Delgado respondió diciéndole que estaba haciendo lo posible por rescatarlos y que necesitaba comunicarles a los del M-19 que el gobierno no iba a negociar. Otero y Delgado hablaron. A las 17:30, el general Jesús Armando Arias Cabrales, comandante del Ejército, toma el mando de la operación de rescate.

«Por favor, que cese el fuego inmediatamente... es de vida o muerte».
Voz telefónica de Alfonso Reyes Echandía, estando como rehén.
Alfonso Jacquin: «Les habla Alfonso Jacquin, segundo al mando de éste operativo, el presidente de la República no le ha pasado al teléfono al presidente de la corte y se va a morir, porque el presidente de la República, ni siquiera con su poder jurisdiccional, es increíble que el M-19 no es el que se ha tomado el Palacio de Justicia, se lo tomó los tanques del Ejército... [Disparos, explosiones y gritos] ...es lo increíble, el Ejército entró con sus tanques y están sonando los tiros, cuando entren en este piso nos morimos todos, sépalo».


7 de noviembre

A las 7:00 AM (UTC-5) Betancur aceptó dialogar con los subversivos y ordenó al director de la Policía Carlos Martínez Sáenz darles el mensaje, Reyes Echandia había logrado comunicarse con Martínez y este afirmó haber dado la orden de cese al fuego, pero argumentando problemas de comunicación la orden no se había cumplido. A la 01:30 PM (UTC-5) del 7 de noviembre y a los empleados Carlos Augusto Rodríguez, administrador de la cafetería del Palacio, y Cristina del Pilar Guarín, cajera de la cafetería, son captados por un vídeo con vida. Al parecer, los dos fueron llevados a la Casa del Florero, a pocos metros del lugar, pero nunca más se supo de ellos. La orden de Almarales era que los heridos salieran del baño donde estaban sitiados y que algunos guerrilleros, entre ellos Irma Franco y Clara Elena Enciso salieran.

El Consejero de Estado Reynaldo Arciniegas fue liberado por los guerrilleros del M-19, para llevar un mensaje al presidente Betancur y permita el ingreso de la Cruz Roja y se comience a negociar sin saber que la orden de cese al fuego no fue cumplida ni dada y al rato sucede una explosión adentro de los baños. Vega Uribe anuncia que la toma y retoma del Palacio había terminado.

Una vez terminada la retoma, periodistas documentaron cómo había quedado el Palacio mientras que soldados, policías y miembros de la Defensa Civil sacaban los cadáveres, los cuales fueron llevados por los castrenses sin que el Instituto de Medicina Legal (órgano estatal autorizado para el levantamiento de cadáveres) pudiese tener participación. En el baño se dejaron prendas y se sacaron cadáveres calcinados imposibles de identificar. Esa noche Betancur se dirigió a los colombianos asumiendo su responsabilidad:


Esa inmensa responsabilidad la asumió el Presidente de la República, que para bien o para mal suyo estuvo personalmente tomando las decisiones, dando personalmente las órdenes respectivas, tomando el control absoluto de la situación, de manera que lo que se hizo para encontrar una salida dentro de la ley fue por cuenta suya, por cuenta del Presidente de la República...

Belisario Betancur en su alocución presidencial.
                                        



  El llamado de Reyes Echandía a cesar el fuego que nunca fue escuchado.

Tanques apuntan al Palacio de Justicia mientras un hombre es evacuado - Foto AFP
Asi reportó la prensa local

 
 











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