A la historia

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domingo, 31 de mayo de 2015

Las ruinas de Palmira

Palmira (en árabe تدمر Tadmor1 o Tadmir) fue una antigua ciudad situada en el desierto de Siria, en la actual provincia de Homs a 3 km de la moderna ciudad de Tedmor2 o Tadmir, (versión árabe de la misma palabra aramea "palmira", que significa "ciudad de los árboles de dátil"). 

En la actualidad sólo persisten sus amplias ruinas que son foco de una abundante actividad turística internacional. La antigua Palmira fue la capital del Imperio de Palmira bajo el efímero reinado de la reina Zenobia, entre los años 268 - 272.

Palmira fue elegida como Patrimonio de la Humanidad en 1980. El 20 de junio de 2013, la Unesco incluyó a todos los sitios sirios en la lista del Patrimonio de la Humanidad en peligro para alertar sobre los riesgos a los que están expuestos debido a la Guerra Civil Siria.
Palmyra ruiny.jpg 
Ruinas monumentales.

En la vecindad del oasis de Afqa se produjeron los primeros asentamientos de los que se conoce su existencia de los archivos de Mari. En la Biblia se menciona con los nombres de Tadmor y Tamar (aunque hay cierta confusión con otra ciudad cerca del Mar Muerto). Durante el predominio de los seléucidas en Siria, Palmira consiguió su independencia.

En el 41 a. C. los habitantes de Palmira huyeron de las tropas de Marco Antonio al otro lado del Éufrates. En el siglo I a.c. Siria se había convertido en provincia romana y la ciudad prosperó enormemente con el comercio de caravanas al estar situada en la ruta de la seda. «Independiente entre dos Imperios», la define Plinio el Viejo.

Teatro de Palmira.
Tras una visita, el emperador Adriano otorgó a Palmira los derechos de ciudad libre y cambió el nombre a Palmyra Hadriana.

Tras la captura en el año 260 del emperador romano Valeriano en la guerra contra los sasánidas, Palmira defendió las fronteras bajo el mando del gobernador Septimio Odenato. Tras su asesinato en 267, su viuda Zenobia en nombre de su hijo Vabalato, estableció en Palmira la capital de un reino que extendió por Siria y el Líbano. Mantuvo su independencia durante cuatro años frente al acoso de Roma, consiguiendo extender su área de influencia hasta Egipto. En 272 fue derrotada y llevada cautiva por el emperador romano Aureliano quien la hizo tirar de un carro encadenada con cadenas de oro durante su marcha triunfal. Luego fue perdonada y se pudo retirar a una villa en Tibur. Tras una segunda revuelta de sus habitantes, Palmira fue arrasada en el 273.

Diocleciano reconstruyó luego Palmira aunque la nueva ciudad era más pequeña y estableció un campamento en sus cercanías como defensa contra los sasánidas. En el año 634 fue tomada por los musulmanes y en el 1089 fue completamente destruida por un terremoto.

Tras el dominio turco, pasó junto el resto de Siria bajo dominio francés como parte del Mandato impuesto por la Sociedad de Naciones. El 2 de julio de 1941 las tropas francesas, fieles a Vichy capitularon ante las tropas británicas que habían invadido desde Irak tras lo cual alcanzó con el resto de territorio la independencia.

 Templo de Bel en Palmira.

La principal atracción de Palmira son sus muy bien conservadas ruinas, entre las que se destaca el templo de Bel. Edificado en el año 32 d.c., fue consagrado al culto de Bel, el dios supremo feniciocananeo, cuyo nombre significa amo. Era el dios supremo para los habitantes de la ciudad, el dios de los dioses. Este templo fue convertido en iglesia en el siglo IV.

A pocos metros del templo comienza una gran columnata de 1200 m que era el eje principal de la ciudad, que llegó a tener cerca de 200.000 habitantes (número enorme para una ciudad de aquella época). Entre las columnas, por la amplia calle, transitaban los carros y cabalgaduras, y por debajo de los largos pórticos columnados laterales caminaban los peatones. A los lados de la extensa columnata hay una serie de ruinas en mayor o menor grado de conservación: el templo de Nebo, antigua deidad babilónica; el templo funerario; el campamento de Diocleciano, que antes había sido el palacio de la reina Zenobia; el teatro y, entre otros, el ágora o gran plaza pública donde se realizaban operaciones comerciales y se discutía. Un poco alejado de la columnata hay un hermoso templo cuya función no se conoce con exactitud, pero el edificio se conserva muy bien.

Saliendo de la ciudad, adentrándose un kilómetro en las montañas, hay un sitio de paisaje inquietante y desolador, con construcciones como torres cuadradas y macizas. Es el valle de las tumbas que alberga la necrópolis de la ciudad. Hay tres tipos de tumbas y fueron construidas en los tres primeros siglos de esta era. Algunas de estas construcciones podían llegar a albergar hasta 500 cuerpos.

Esta ciudad fue objeto de devoción por parte de la excéntrica exploradora británica Lady Hester Stanhope, que en 1813 se instaló en ella, viviendo allí varios años hasta que se trasladó a unas ruinas todavía más alejadas, las del monasterio de Djoun.

En las inmediaciones de Palmira se localizó, a principios del siglo XXI, una pequeña colonia de un ave que se creía extinta en la zona, el Ibis eremita. La comunidad científica internacional está intentando salvar esta población que representa la única en libertad del área oriental de esta especie; la otra única colonia, esta de más de 100 parejas, se encuentra en el Parque Nacional de Souss-Massa, en Marruecos.


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 El libro del Conde de Volney

El Conde de Volney, Constantin Francois Chassebeuf, escribió su obra en el siglo XIX, con gran influencia en su época, ya que realiza un ejercicio de reflexión sobre la moral y la religión que cobra vigencia en la actualidad
 
Palmira

La amenaza del Estado Islámico de arrasar con las ruinas de la ciudad de Palmira, es una reedición del libro de Volney en vivo y en directo.

Volney, que se describe a sí mismo en lo alto de los cielos, como observador de las guerras entre ejércitos de distintas religiones divide su libro en dos partes diferenciadas.

La primera es la narración reflexiva del discurrir de las civilizaciones enfrentadas en creencias y la segunda es la oferta de un código moral al que llama Ley Natural, dicho de forma sucinta.
La obra fue escrita como un canto de esperanza ante la llegada del siglo XX, y una seria y grave reflexión sobre el pasado de la humanidad, sus gobernantes y creencias.

Cuando leí por primera vez el libro tenía 16 años y me produjo una honda huella, tanto es así que volví a leerla otras tres veces en edades bien distintas, llegando siempre a la misma conclusión: el mal de la humanidad está en la cultura.

Actualmente se puede leer en varios idiomas desde internet en este enlace, también se puede conseguir la obra impresa en casadellibro.com y en otras webs.

Pero cuál es el asunto del libro y su relación con la política?

Volney en su brillante exposición, desgrana capítulo a capítulo la historia y los males de la humanidad, lo hace de una forma fácil y a veces simple, con la única finalidad de hacer comprensible al lector su mensaje, que no es otro que el despertar su conciencia crítica.


La peor de las ruinas es la ruina moral de la humanidad.

Se acerca a Hegel cuando habla de las lecciones de los tiempos pasados que se repiten en los tiempos presentes y habla (reclama) de la investigación de la verdad.

Al igual que Orwell, parte de una actitud idealista que desemboca como casi siempre, en el voluntarismo, pero que al fin y al cabo crea en el lector un deseo de cambio, alimenta la necesidad de cambiar el estado de cosas imperante en una sociedad podrida y manipuladora, que sólo conduce al caos y a la ausencia de principios morales…es decir a la corrupción.

Por otra parte, desmonta la manipulación religiosa que sólo conduce al oscurantismo, la ignorancia y el servilismo, que facilita la utilización de las masas al antojo de los poderosos y los popes religiosos y que acaba conduciendo a las guerras, a las que atribuye siempre una razón religiosa, un enfrentamiento en nombre del Dios verdadero.

Salvando la distancia en el tiempo, la obra del Conde de Volney, cobra actualidad, no sólo por la amenaza que pende sobre Palmira y sus ruinas, sino por la quiebra de valores morales y el imperio de la estupidez humana a la hora de abordar sus problemas.

Como anécdota he de señalar que en más de una ocasión escuche a más de una persona, usar la frase " esto es la ruina de Palmira", desconociendo totalmente su origen y la razón de su uso.

Ojalá que se conserven las ruinas de la ciudad de Palmira y ojalá que sea una buena excusa para leer el libro de Volney y sus reflexiones.


@ordosgonzalo
gonzalo  alvarez-lago garcia-teixeiro


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Fuentes
Wikipedia
Globedia
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