Amigos invisibles. Para ser fieles a la realidad histórica y sin
tapaderas de ninguna clase, la verdad es que Bolívar tuvo muchos
enemigos y con el transcurso de los años fueron más, pues por encima de
que “el poder desgasta”, el carácter de este caraqueño y algunas
resoluciones que tuvo rayanas en violencia, como el desarrollo superior
del ego en estos personajes que hoy consideran paranoicos, no tiene
fronteras, desde luego por la intereses creados de cada uno, de donde
pasado el tiempo todos esos factores se unieron al extremo que Bolívar
no fuere amado por muchos, entre los diversos estratos que le tratan, al
extremo de esa fuerza corriente en este sentido que ya en los últimos
tiempos de su existencia la soterrada enemistad se mostró presente de
tal forma que casi en cadena sucedieron una serie de atentados contra su
vida, dejando mal parados estos sentimientos iniciales de apoyo para
transformarse a poco en rebeldía y adversidad, por lo que en varias
conjuras planificadas, sostenidas y puestas a cabo, o no, se atenta
contra su vida, deseándole la muerte.
Lo primero que vamos a recordar sobre este tema es que en el blog no ha
mucho tiempo impreso (15-12-2011) hay un trabajo en el que tratamos
sobre los 20 atentados mortales que le hicieran para sacarlo fuera de la
escena, en diversos grados de ejecución y que como hombre de suerte en
tal sentido, no pudieron llegar a su fin, En dicho estudio analítico de
una manera simple pero explícita saqué a colación la presencia de
personas que lo adversaran en sus intenciones, en una y cualquier otra
oportunidad, como Antonio Nicolás Briceño, los conspiradores en Lima, de
1826, entre otros Mariano Pascual Necochea, el vicealmirante Martín
Jorge Guise, los hermanos Mariátegui, el futuro arzobispo de Lima Luna
Pizarro, los coroneles Vidal, Prieto y Tur, el general Correa y muchos
más, y en cuanto a Bogotá surgen varias conspiraciones soterradas donde
se destacan fuertes contrincantes como los presentes en la Convención de
Ocaña y los tumultuosos y hasta educados rivales que fomentan la más
grande confabulación en su contra materializada mediante diversas fases
en septiembre de 1828 y cuyos siete cabecillas estrellas son el
intrigante y raquítico Florentino González, el joven filósofo sectario
Pedro Azuero, el poeta Vargas Tejada, el gabacho Agustín Horment, el
venezolano borrachón y conspirador nato Pedro Carujo, el inculpado
coronel Ramón Guerra y el fraile renegado Juan Francisco Arganil, mas
otros tantos y valga señalar al venezolano Emigdio Briceño, el bartolino
Mariano Ospina Rodríguez, Wenceslado Zuláibar, Francisco Soto, y otra
canalla mal habida, todos bajo el sutil y siniestro manejo del aspirante
a la Presidencia, general Francisco de Paula Santander.
Pero como la mención de tantos enemigos es larga, fuera de los que se
olvidan o pasan de bajo perfil, para dar razón a esta crónica que es
real por histórica desde un comienzo iremos dando cuenta de esos no
comulgantes con la persona de este caraqueño mantuano o con sus ideas a
veces distintas e incompatibles, que cambian cuando menos se espera o
que se mantienen en contra de la voluntad de muchos, como fue el tema de
la monarquía que quiso instaurar en Colombia, lo que de consuno le
atrajo tantos adversarios. Mas cuando aparece tirante la situación de la
enemistad con Bolívar y la oficialidad que le rodea casi como nudo
gordiano, resulta al momento en que el caraqueño pierde la confianza de
sus actos ya dictatoriales que venía arrastrándolos desde la época de
Miranda y sus diferencias con este viejo general, porque a partir de
entonces para Bolívar ocurre una serie de reveses, algunos atribuidos a
su carácter irreflexivo que culminaron en el desastre de la guerra a
muerte, la entrega de Miranda al enemigo español, y los trágicos errores
de la guerra no ya contra Monteverde sino en el repliegue mortal de la
emigración a Oriente y el desbarate de los dos primeras repúblicas que a
él se le achacaban, por lo que estos generales que le siguen ya no
creen en él, en su capacidad de ser el líder indiscutible de la guerra
en función y en progreso, cuando dicha oficialidad anda de baja estatura
debido a los fracasos, y así aparecen serias disensiones contra
Bolívar, sobretodo en el Oriente de la república, que piensan dividirla
sus actores en dos partes y cuyo eje motor de esta general conspiración
era el margariteño general Santiago Mariño. Vamos pues ahora a señalar
los cabecillas de este tiempo, con nombres y apellidos.
Santiago Mariño: temerario, intrigante, eje de conspiraciones por mucho
tiempo y cabecilla de tal enemistad, siempre enemigo del Libertador,
como el mismo lo escribió, artífice del Congresillo de Cariaco con
Urbaneja, Madariaga, Brion, Zea, Mayz, y de otras conjuras, para
desprestigiar al emprendedor caraqueño, quien sostiene una acción
antibolivariana eminente a partir de enero de 1814, lo que determinó la
división provisoria de Venezuela en dos mitades, manteniéndose así hasta
mayo de 1816, cuando en la margariteña Santa Ana del Norte se aprueba
la reunificación del país.
Juan Bautista Arismendi, también margariteño, frío, carnicero como en la
guerra a muerte, falso, divisionista, salvaje mercader de almas y cruel
oficial, quien actúa por detrás siempre vacilante en contra de la
autoridad bolivariana, tal el caso de cuando en Ciudad Bolívar destituye
al Vicepresidente Encargado Francisco Antonio Zea y se adueña por poco
tiempo de la Colombia que deja Bolívar en Angostura. Jamás se sació de
víctimas su cruel corazón, dijo de él Juan Vicente González.
José Félix Ribas, tío político y competidor de este caraqueño, violento,
complotista, quien llega a hacer preso a Bolívar en Carúpano, por
“desertor y mal ciudadano”, cobarde del que pide juicio militar contra
él para fusilarle, intrigante y amigo de los pardos, quien olvida
prontamente que sus méritos y ascensos militares se los debía al propio
Bolívar, y el que en la disputa por el mando es parte de la tragedia que
se vive en el tremendo año de 1814, hasta llegar a ser delatado por un
esclavo y su cabeza frita en aceite se expuso por mucho tiempo en la
salida de Caracas al puerto de La Guaira.
José Francisco Bermúdez, oriental temible, iletrado, vengativo,
disidente, salvaje, escaso de pensares, malhumorado y brusco, alto, de
complexión atlética y mostachos gruesos característicos, turbulento,
otro de quien decía Bolívar que era “mi enemigo”, sin inmutarse fusilaba
adversarios por hileras en Cumaná, pero de pretensiones de mando en que
incluye atentar contra la vida de Don Simón, porque este hijo de don
Juan Vicente lo había regañado en la primera batalla de Carabobo, y
creyéndose superior al Libertador (la ignorancia es agresiva) se le
opone desde Los Cayos de Haití, y en Güiria empuña arma blanca contra el
caraqueño mientras trata de asesinarlo por dos veces. Tiempo después
Bolívar intentó fusilarle, pero no lo hizo.
Manuel Carlos Piar, quien es primo ilegítimo del Libertador y buen
militar, héroe de varios combates, como San Félix, que pesaba mucho
frente a su pariente, por los éxitos obtenidos en el campo de Marte.
Violento y ambicioso, pardócrata y racista que solivianta grupos en este
sentido, por la competencia en el predominio y el mando, ambos jugaban a
esa posición con bandas aparte de oficiales, pero Bolívar diseñó una
estrategia y lo hizo preso, condenándolo a morir en la apelación del
juicio, siendo fusilado sin perdonarlo el Libertador, en la plaza de
Angostura, hoy Ciudad Bolívar. Así dejó cumplido el hado como fuerza de
que ambos no cabían en el mismo escenario. Sea oportuno hacer una
personal referencia de los personajes que fueron enemigos de Bolívar,
según anota el maestro Luis Martínez Salas: Piar, Mariño, Bermúdez,
Ribas, Arismendi, el general Páez, Francisco Esteban Gómez, Mariano
Montilla, José Tadeo Monagas, Miguel Peña, el padre José Cortés de
Madariaga, Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Mayz, y muchos más
que no es posible aquí indicar, como otros por aparecer, aunque si bien
fueron enemigos de Bolívar por diversas circunstancias, algunos con el
tiempo volvieron al redil bolívariano y sin pedir excusas, porque tanto
la política como la guerra así lo ameritaban y por la volubilidad del
ser humano. Eso acaso sería materia de otra crónica.
Vamos
ahora a realizar un salto en cuanto nos concierne al asunto inamistoso
con el caraqueño, para referirnos a las personas importantes que lo
adversaron desde su campaña del Sur, es decir a partir de su escapada
rumbo al Ecuador por conquistar y la toma que hizo con el Perú, con la
posterior creación bolivariana del Alto Perú, desmembrando así una buena
parte al virreinato peruano. Allí, para situarlo en el centro de la
animadversión por obra de sus hechos considerados en contra de los
intereses de aquel extenso país y como anteriormente lo he referido,
“plagado de traidores”, según lo asienta el propio Bolívar, tendremos
por tanto que señalar específicamente el malévolo y despreciable Riva
Agüero, a Mariano Portocarrero, al consumado tránsfuga marqués de Torre
Tagle, al vizconde Juan de Berindoaga, que entonces le era Ministro de
Guerra, el luego asesinado y radical Bernardo Monteagudo, el general
Santa Cruz, el intelectual y arzobispo Luna Pizarro, el más tarde
acérrimo enemigo Manuel Lorenzo Vidaurre, el acaudalado José Terón y
otros que se pueden agregar a la resaltante lista. Y viajando al
nororiente del país aparecen nuevos adversarios como el mariscal Gamarra
y el general independiente Olañeta, que pronto desaparece de la escena.
Durante su corta permanencia por esas crestas andinas un diferente
panorama con el mismo sentido de aversión pudo atender y hasta
vislumbrar, no solo con los barones de la tierra sino con figuras
importantes como Dom Pedro Iº de Brasil, que había invadido una parte de
Bolivia detestando a Bolívar en privado, y con el dictador paraguayo
doctor Rodríguez de Francia, sin contar con los numerosos oponentes y
rivales (Rivadavia, luego Mitre, etc.) que contra él pulularon por
tierras del Río de la Plata, o en la misma región Oriental que es el
Uruguay de hoy, gente por cierto opresora que veía la concepción
libertaria de Bolívar como peligrosa para con sus intereses, mientras
pensaban llegar a un acuerdo con Inglaterra o acaso con Francia, y sin
olvidar los rivales advenedizos que residían en Chile, sobretodo después
de la conspiración limeña de julio de 1826.
Como este es un estudio compendiado para leer sin erudición ni detalles
bibliográficos, porque esa no fue mi intención, para que pueda llegar a
mucho público interesado sin perder el norte de los hechos reales,
reiteraremos que donde existe más oposición hacia el pensamiento
autocrático bolivariano, por razones plausibles, es en el Perú, país en
el que se han escrito numerosos trabajos al respecto, y dentro de cuyos
autores citaremos a Ortega, Morote, el embajador Calderón Urtecho,
Félix C. Calderón, Mujica Rojas y al Premio Nobel Mario Vargas Llosa,
peruano conocedor de la filosa historia de Don Simón en aquel su país,
cuando el dicho escritor prologa una importante obra sobre el tema del
rector universitario español Pedro González Trevijano.
Oportuno es agregar aquí el caso del pensador, estadista y fílósofo
francés Benjamín Constant, quien luego de alabar a Bolívar durante mucho
tiempo, a partir de enero de 1829 se convierte en vocero de su
oposición a través de fuertes escritos que publica en el importante
“Courrier Francais”, de Paris, por la postura dictatorial con que actúa
el caraqueño, sobretodo después de la liberación del Perú, creando allí
instituciones desagradables, donde hace correr sangre en dicha tierra,
creando una constitución ausente de libertad, con usurpación de mando,
maniobra con lo que aspira a la perseverancia de la tiranía,
pretendiendo además coronarse y sostener una conducta desleal en el Perú
y Colombia.
Ya de vuelta a Nueva Granada el Libertador se encuentra que Bogotá
soterradamente anda en función conspirativa contra él, que pronto el
admirado José María Córdoba se le insubordina, de donde con guantes de
seda lo manda a eliminar a través de un personaje irlandés de confianza,
a lo que se suma el fracaso del Congreso de Panamá, que le resta
méritos, el lío invasor del Perú al Ecuador y el tremendo problema in
situ porque de veras aspiraba a la Corona en Colombia y en ello gran
parte de la inteligencia del país estaba opuesta, lo que da pie a que
exista una conspiración diaria contra su persona, al tiempo que por el
stress y la melancolía pronto comienza a enfermar dentro de un caos o
vacío que se instaura por doquier, mientras toma cariz las riendas de la
insubordinación ya manifestada en la Convención de Ocaña, por el
conjuro del general Francisco de Paula Santander. Colombia, su criatura
artificial, viene a ser el fin, el canto del cisne de todas sus
aspiraciones y decepciones, porque hasta la patria natal lo adversa a
través de un muy vasto complot que va formándose en Valencia y Caracas
liderados por el centauro general Páez y los de la llamada Cosiata,
porque según asienta Lino Duarte Level “el nombre del Libertador se
hundía en el fango de las derrotas y en el desprestigio de los errores”.
Bolívar sabe que ya nadie lo quiere, como bien le escribe a Del
Castillo y Rada.
Para terminar es bueno traer al recuerdo que el primero de talla
internacional que se opone a la personalidad e ideas sostenidas por
Bolívar es el ideólogo comunista Carlos Marx, quien en lo escrito para
la enciclopedia “New American Ciclopedia” según el pensamiento que
sostiene bajo la forma de epítetos y otras maneras de tratarlo demuestra
ser totalmente contrario, al extremo de compararlo con el vil rey
Souluque de Haití. El magistrado colombiano doctor José Rafael Sañudo,
natural del heroico Pasto, es otro que le denigra, cuando recuerda lo
que Bolívar ordenó hacer con su región natal (ver “Estudios sobre la
vida de Bolívar”). Entre los venezolanos podemos contar al mentor
ideológico de Páez, doctor Ángel Quintero, quien afirmó ante el Congreso
sesionando en Valencia, que “Bolívar es el eje de todos los males…”, el
panfletario Rafael Diego Mérida, el médico José Domingo Díaz, quien en
sus recuerdos sobre los revoltosos de Caracas lo deja mal parado, por
conocerlo desde niño, el ácido Luis Level de Goda, el colombiano Manuel
Del Castillo, que estuvo muy cerca de él, y en los últimos tiempos con
el siquiatra Herrera Luque, Carrera Damas, Pino, Caballero y tantos más
que analizan a fondo a este personaje, no dejándolo por cierto bien
parado. Desde el precursor Miranda para acá, quien tenía por malo o
medio loco a Don Simón, y viceversa, es mucho lo que se ha escrito en
este sentido inculpador, como los casos de Posada Gutiérrez, Madariaga,
Obando, Hilario López, Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre, y una
serie de nuevas plumas que lo analizan ahora de manera académica más
profunda. Pero es en los Estados Unidos donde más se ha proliferado
sobre el tema por la suerte de rencilla con que el caraqueño trataba a
los norteamericanos, al extremo que no los tomara en cuenta
considerándolos adversarios, y de allí también surge la Doctrina de
James Monroe, que corta de raíz las pretensiones de Bolívar sobre la
expansión de su trabajo político, digámoslo libertario. También en
España y en Latinoamérica se estudia esta relación de odio con amor,
para llegar a la intimidad del pensamiento, aún deforme, sobre el
ilustre caraqueño, quien en su lecho de muerte no solo temía del falso
Santander sino que elucubrando a voces pidió que sacaran de la
habitación al general Páez, que es el verdadero creador de la Venezuela
independiente. Oh tempora, oh mores. Ave, Caesar, morituri te salutant.
Fuente:
Venezuela y el Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario