La Nazi Condenada
Conocida
como el "Angel de Auschwitz", Irma Grese fue la mas cruel supervisora
de prisioneros de la SS alemana en dicho campo de concentración. Fue una
de las mas notorias criminales nazis, siendo juzgada durante los
juicios de Nüremberg y sentenciada a muerte.
Nació en
1932. Quería ser enfermera, pero pronto se vio fascinada por la oratoria
de Hitler. Se unió a las Juventudes Hitlerianas y abrazó la ideología
nacionalsocialista. Hija de un lechero afiliado al Partido de los
Trabajadores Alemanes Nacional-Socialistas desde 1937 y de una madre
suicida, Irma dejó la escuela a los quince años de edad, debido al poco
empeño a los estudios y a sus intereses fanáticos en participar de la
Bund Deutscher Mädel (Liga de la Juventud Femenina Alemana), que su
padre no aprobaba. Entre otras actividades, trabajó dos años en un
sanatorio de las SS e intentó, sin éxito, graduarse como enfermera.
En
1942, con 18 años, se presentó como voluntaria para entrenamiento en el
campo de Ravensbruck, lo que provocó la furia de su padre, contrario a
este trabajo, quien finalmente la expulsó de su casa.
A los 19 años
ya se encontraba como supervisora en el campo de concentración de
Revensbruck. Y en 1943 fue transferida a Auschwich, donde fue llamada
irónicamente “el ángel de Auschwitz” por su crueldad. Tenía a su cargo a
30.000 prisioneras judías, en su mayoría polacas y húngaras.
Al
finalizar la guerra, en 1945, fue arrestada y se la acusó de asesinato y
tratamiento enfermizo hacía las prisioneras. Se declaró inocente de sus
cargos, pero muchos testigos declararon acerca de los golpes, malos
tratos y tortura que sufrieron. Además de los disparos arbitrarios y a
sangre fría que realizaba entre las reclusas. La selección de
prisioneras al azar para las cámaras de gas, y también destacaron el
placer que sentía ante tales actos de crueldad.
Y es que al
hambre, el frío, el trabajo agotador, el hacinamiento, la suciedad
extrema, y las enfermedades, se unía el sadismo emanado de miembros de
las SS y de sus subalternos. El recluso podía ser utilizado como
conejillo de Indias en experimentos médicos, ser objetos de castigos
corporales como la flagelación, resultar asesinado sin motivo aparente o
verse sometido a excesos de tipo sexual.
Crímenes
En
1943, ingresó en Auschwitz, como guardia femenina, y para fin de ese
mismo año fue ascendida a Supervisora, la segunda mujer de más alto
rango en el campamento, a cargo de alrededor de 30.000 reclusas de
origen judío.
Después de Auschwitz su sadismo continuó en
Ravensbruck y Bergen-Belsen, tres campos de exterminio nazis, siendo
presa el 15 de abril de 1945 por los británicos en el último de esos,
junto a otros integrantes de las SS.
Irma fue una de las
principales reos en el juicio a los criminales de guerra de Belsen,
realizado entre septiembre y diciembre de 1945. Los sobrevivientes de
los campos que testimoniaron, la acusaron de asesinatos y torturas.
Siempre usando pesadas botas, látigo y pistola, entre otros actos Irma
era conocida por lanzar furiosos perros hambrientos encima de los presos
para devorarlos, asesinar internos a tiros a sangre fría, torturas a
niños, abusos sexuales y palizas sádicas con látigo trenzado hasta
provocar la muerte de las víctimas.
En
su alojamiento después de la captura del campo, fueron encontrados
abajures con las cúpulas hechas de piel humana, de tres prisioneros
judíos asesinados y despellejados por ella misma.
Irma Grese,
esta joven guardia de Auschwitz, solía buscar mujeres judías de buena
figura con la intención de destrozarles los pechos a latigazos. Después,
las víctimas eran llevadas a una reclusa doctora para ser objeto de una
dolorosa operación, episodio que era contemplado por Irma Grese
considerablemente excitada.
Pese a la crueldad de los hechos, la
administración de Auschwitz jamás interfirió en las actividades de Grese
y tal pasividad fue general en las SS ante acciones similares. Solo de
manera excepcional se produjo el traslado de algunos guardianes pero en
estas decisiones no primaron criterios de humanidad sino de utilitarismo
económico.
Juicio
Después
de la Segunda Guerra Mundial, los aliados triunfantes llevaron a
numerosos criminales de guerra nazis ante el célebre Tribunal de
Nüremberg y en otras instancias judiciales. Casi todos eran hombres. Una
de las pocas mujeres enjuiciadas y condenadas por crímenes contra la
humanidad fue Irma Grese, quien cometió múltiples y atroces delitos
durante el tiempo en que se desempeñó como supervisora en los campos de
concentración de Birkenau, en Auschwitz, así como en Bergen-Belsen y
Ravensbrück.
Durante el juicio, realizado al término de la guerra
en Nüremberg, dio pormenores de su vida antes de trabajar en los campos
de concentración: nació el 17 de octubre de 1923 y terminó la escuela
elemental en 1938, dos años después del fallecimiento de su madre, quien
dejó en la orfandad a dos pequeñas (Irma era una de ellas) y dos niños.
Después de la escuela, la joven desempeñó pequeños y efímeros trabajos
en una granja, en un hospital y en una lechería. Eran ya los tiempos de
la guerra. En Alemania, como en todos los países involucrados en el
conflicto, los brazos masculinos escaseaban porque se encontraban, en su
mayoría, en los frentes de batalla. En 1942, la Oficina del Trabajo del
Tercer Reich envió a Irma a trabajar en el campo de concentración de
Ravensbrück, en donde empezó con tareas administrativas elementales.
Allí,
la muchacha experimentó una transformación significativa. Años después,
durante su juicio, su hermana Helena relató que, mientras Irma trabajó
en Ravensbrück, la vio sólo en una ocasión, cuando fue a visitar la casa
familiar en disfrute de un permiso. El padre de ambas se disgustó al
ver cómo su hija se pavoneaba en uniforme de las S.S. Aquella joven se
había adherido con fervor a la causa nazi.
Tras un periodo de
aprendizaje, en marzo de 1943, Irma fue enviada al tristemente célebre
campo de Auschwitz, en donde comenzó realizando labores de control de
provisiones y manejo de correo. Poco después fue nombrada supervisora
(SS Oberaufseherin). Aunque todavía no cumplía veinte años, su “carrera”
iba en ascenso.
Las nuevas responsabilidades de Irma incluían el
control directo de las prisioneras así como la selección de las
condenadas a la cámara de gas. Durante su juicio, Irma negó
enfáticamente este hecho y dijo que sólo indirectamente, por boca de las
propias prisioneras, había tenido noticia de las ejecuciones en masa.
Pero
los testimonios de las supervivientes del Holocausto indican otra cosa:
acompañada de un perro de ataque, Irma golpeaba brutalmente a las
reclusas con su fuete “ligero”, hecho de celofán. El más mínimo pretexto
era suficiente para desencadenar el castigo, que las más de las veces
conducía a la muerte.
Fue imposible determinar la responsabilidad
de Irma en un número concreto de asesinatos. Se dice que los cometía a
un ritmo promedio de treinta al día. El galpón C del campo Birkenau de
Auschwitz, en donde ella “trabajaba”, tenía capacidad para 30 mil
prisioneras. El número total de víctimas en los tres campos que se
ubicaban en el pueblo de Oswiecim, rebautizado como Auschwitz, se estima
entre 1 millón y 1.5 millones de personas, que en su mayoría murieron
en las cámaras de gas.
Durante
un breve lapso, Irma regresó a Ravensbrück, a 90 kilómetros al norte de
Berlín, y luego fue enviada a Bergen-Belsen, cerca de Hannover,
Alemania. Luego, permaneció en Birkenau hasta el final de la guerra.
Fue
arrestada por los ingleses y juzgada en septiembre de 1945, junto con
el comandante de Bergen-Belsen, Josef Kramer y otros cuarenta oficiales;
fue condenada y colgada el viernes 13 de diciembre de ese mismo año por
el verdugo británco Albert Perrepoint, junto con otras dos mujeres
alemanas, las enfermeras Elisabeth Volkenrath y Juana Bormann. Irma
Grese tenía 21 años.
Ciertamente, durante su juicio, ella negó
todos los cargos de asesinato pero, aún condenada, no renegó de la
ideología nazi y, en su celda, la víspera de su ejecución, entonaba los
cantos marciales de las temibles SS.
Se ha afirmado que la
criminal mantuvo relaciones amorosas con el doctor Joseph Mengele, “El
Angel de la Muerte”, responsable de vivisecciones y experimentos con
enfermedades en los judíos del campo. Sin embargo no hay pruebas
directas de esta relación. De lo que sí quedan testimonios ciertos es de
la belleza de sus facciones, endurecidas por un gesto de ferocidad y
desafío. La prensa la bautizó como “El ángel rubio de Auschwitz”.
Condenada
a la horca a los 22 años -la más joven condenada a muerte sobre leyes
británicas en el siglo XX- fue ejecutada en la prisión de Hamelín,
Alemania, el 13 de diciembre de 1945. Sus últimas palabras a su verdugo
fueron: "Schnell!" (¡Rápido!).
Los testimonios
La
prisionera rusa Luba Triszinska declaró que “Cuando las mujeres caían,
rendidas por el trabajo, Grese solía lanzarles los perros. Muchas no
sobrevivían a estos ataques”.
Gisella Pearl, médico de los
prisioneros observó que “Grese gustaba de azotar con su fusta en los
senos a jóvenes bien dotadas, con el objeto de que las heridas se
infectaran. Cuando esto ocurría, yo tenía que ordenar la amputación del
pecho, que se realizaba sin anestesia. Entonces ella se excitaba
sexualmente con el sufrimiento de la mujer”
Isabella Leittner y
Olga Lengyel informaron de que “Irma Grese tenía aventuras bisexuales y
que en los últimos tiempos había mantenido romances homosexuales con
algunas internadas.
Helene Klein explicó que “Grese “hacía deporte”
con los internos, obligándolos a hecer flexiones durante horas. Si
alguien paraba, Grese le golpeaba con una fusta de equitación que
siempre llevaba consigo”
Gitla Dunkleman y Dora Szafran testimoniaron “haber visto a Grese pegando a los internos”
Klara
Lebowitz declaró que “Grese obligaba a los internos a permanecer en
formación, durante horas, sosteniendo grandes piedras sobre sus cabezas”
Gertrude
Diament e Ilona Stein sostuvieron que “Grese era también responsable de
la selección para las cámaras de gas en Auschwitz”.
Helene Kopper
contó que, durante su estancia en el comando de castigo, “Grese había
sido responsable de, al menos, 30 muertes diarias”
"Por aquel
entonces, las "selecciones" eran llevadas a cabo por las más altas
jerarquías femeninas del campo, Hasse e Irma Griese. Los lunes,
miércoles y sábados, duraban las revistas desde el amanecer hasta que
expiraba la tarde, hora en que tenían ya completa su cuota de víctimas.
Cuando
aquellas dos mujeres se presentaban a la entrada del campo, las
internadas, quienes ya sabían lo que les esperaba, se echaban a temblar.
Irma
Griese se adelantaba hacia las prisioneras con su andar ondulante y sus
caderas en movimiento. Los ojos de las cuarenta mil desventuradas
mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en ella. Era de estatura
mediana, estaba elegantemente ataviada y tenía el cabello impecablemente
arreglado.
El terror mortal inspirado por su presencia la
complacía indudablemente y la deleitaba. Porque aquella muchacha de
veintidós años carecía en absoluto de entrañas. Con mano segura escogía a
sus víctimas, no sólo de entre las sanas, sino de entre las enfermas,
débiles e incapacitadas. Las que, a pesar de su hambre y penalidades,
seguían manifestando un poco de su belleza física anterior eran las
primeras en ser seleccionadas. Constituían los blancos especiales de la
atención de Irma Griese.
Durante las "selecciones", el "ángel
rubio de Belsen", como más adelante había de llamarla la prensa,
manejaba con liberalidad su látigo. Sacudía fustazos adonde se le
antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que
pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos
la hacían sonreír. ¡Qué dentadura más impecable tenía! ¡Sus dientes
parecían perlas!
Cierto día de junio del año 1944, eran empujadas
a los lavabos 315 mujeres "seleccionadas". Ya las pobres desventuradas
habían sido molidas a puntapiés y latigazos en el gran vestíbulo. Luego
Irma Griese mandó a los guardianes de las S.S. que claveteasen la
puerta. Así fue de sencillo.
Antes de ser enviadas a la cámara de
gas, debían pasar revista ante el doctor Klein. Pero él las hizo
esperar tres días. Durante aquel tiempo, las mujeres condenadas tuvieron
que vivir apretujadas y tiradas sobre el pavimento de cemento sin
comida ni bebida ni excusados. Eran seres humanos, ¿pero a quién le
importaban?"
Fuentes:
El Secreto de Zara
YouTube
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